V; parte 2

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[10 octubre 2010]

Mis amigas aparecieron a primera hora de la mañana del día siguiente. Al escucharlas aparecer en mi habitación cuando mis cortinas todavía echadas y estaba en mi quinto sueño, sentí que acababa de cerrar los ojos, y que no hacían ni cinco minutos que me había quedado dormida. Pero Ellen no tuvo ningún tipo de pudor ni respeto hacia mí cuando tiró de mis cortinas y dejó que la luz apuñalase mi cara bruscamente.

—¿Cómo es que todavía estás dormida? —preguntó poniendo las manos en la cintura y mirándome desde el otro lado de mi cama.

Gruñí y traté de taparme de nuevo con la manta, pero Jane estaba sentada encima, por lo que no pude hacer demasiado. Resoplé, con mis ojos todavía medio cerrados, el sueño todavía muy dueño de mi cuerpo y sin dejarme pronunciar media palabra con decencia.

Jane soltó una carcajada.

—Son ya las once de la mañana, dormilona.

—Déjame en paz —mascullé.

—Venga, levántate y vístete. Tenemos muchas cosas que hacer hoy.

Gruñí de nuevo y me incorporé poco a poco, y dejé que mi vista se acostumbrase a la luz amarilla que ahora presidía la habitación.

Ellen tiró de mis brazos para levantarme de la cama, y la miré con los ojos entrecerrados todavía. Apartó un par de mechones de mi pelo de delante de mis ojos y me sonrió.

—Vale, hay que hacer algo con este pelo tuyo.

Una vez sentí el agua correrme por la cara me sentí viva de nuevo, y cuando salí de la ducha me encontré a las dos enredando con las cosas de encima de mis cajones. No hicieron amago de esconder lo que estuviesen haciendo, simplemente giraron la mirada para mirarme y meterme prisa con sus sonrisas. Les levanté el dedo índice en advertencia.

—Relajaos, pesadas de los cojones. Necesito desayunar primero.

En la cocina estaba mi madre disfrutando de una revista en la mesa con el sol calentándole la espalda. Le di un beso en la mejilla y le di la espalda cuando me dispuse a hacerme unas tostadas.

—Mamá, estas son Jane y Ellen —las presenté, señalándolas respectivamente.

—Hola, señora Dahl —dijeron ambas a la vez.

Mi madre se cruzó de brazos con una sonrisa picarona en la cara mientras las miraba para después deslazarla hacia mí.

—Ya nos hemos conocido esta mañana. Me hubiese gustado conocerlas antes de que invadiesen mi casa.

Las chicas se rieron ligeramente y yo las miré con severidad antes de dirigirme a mi madre una vez más.

—No sabía que iban a venir. Me han despertado.

—Bueno, mejor. Así no duermes hasta el mediodía. ¿Qué vais a hacer hoy, chicas?

—Vamos a llevarla de compras —dijo Jane cogiéndose las manos delante suya y mirando hacia mi madre con una sonrisa orgullosa e inocente.

Luego ambas me miraron con la misma sonrisa, dejándome saber que no era ese del todo el plan que tenían en mente.

—Genial. Dejadme saber cuándo llegaréis a casa, ¿de acuerdo? Tu padre y yo estaremos fuera de casa por la tarde. No llegaremos muy tarde, pero avísame igualmente.

Le sonreí al sentirle darme un beso en la mejilla antes de salir de la cocina. Me senté en un taburete para comer encima del fregadero con tranquilidad y así ver cuánto tardaría en ponerlas a ambas de los nervios con mi lentitud. Extrañamente, las dos se habían calmado un poco. Las miré con una ceja alzada.

Jess |s.m|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora