IX

14 2 2
                                    

[diciembre 2010]

Ni siquiera dormí esa noche. No sé cuántas veces le pedí que viniera conmigo a casa una noche más, pero hasta yo sabía que no era posible, y que estaba siendo una ilusa. Pero no me importó. Caminé y caminé con la cabeza embotada y las imágenes bloqueándome los pensamientos, con una sonrisa de estúpida en la cara y con el modo autopiloto puesto. No me di cuenta de que iba a ser imposible para mí llegar viva a casa si no cogía un autobús hasta que vi uno pasar por mi lado.

Pero no, no dormí. Me tumbé en la cama con la mirada todavía perdida y el estómago dando vueltas por mi vientre, dando vuelcos cuando a mi mente se le ocurría recordarme sus labios suaves y sus dedos mojados en mi mandíbula. Y cerraba los ojos sin evitar aumentar mi sonrisa y morderme el labio. No podía esperar a poder besarla de nuevo. No podía esperar a volver poder acariciarle el pelo y tener su cuerpo entre mis brazos.

No sé si no dormir podría describirse como tal, porque desde luego que soñé. Soñé con su sonrisa al separarse de mí después de besarla, de cómo le brillaban los ojos al mirar dentro de los míos. Soñé con la tela de su camiseta todavía seca debajo de mis manos al sujetar su cintura cuando se abalanzó sobre mí para abrazarme, con sus brazos sobre mis hombros y su pelo acariciándome las mejillas y mojándose poco a poco contra mi piel. En cómo sabía su boca y la forma en la que sus labios se adaptaban a los míos. ¿Por qué en ningún momento pensé en que aquello no estaba bien? Cuando ahora lo único que quería era más y más, volver a sentir sus brazos rodearme y escuchar su voz tímida entremezclada con la lluvia caer sobre el suelo.

Dejaría que tirase de mí mil veces más, intentando convencerme de que me quedase a dormir cuando ambas sabíamos que no podía. Pero aún así dejaría que lo intentase, que me acariciase los dedos espontáneamente mientras me miraba a los labios al hablar. Estaría despierta, pero podía ver las imágenes grabarse en mi mente como un sueño que no hubiese sido más nítido si hubiera estado dormida.

—Así que, ¿somos.... novias ahora? —preguntó vacilando y apartando la mirada tímida, poniendo un mechón de pelo detrás de la oreja.

Me reí y también yo aparté la mirada, bajándola hacia mis piernas cruzadas en el banco, bajo el rugido de un nuevo avión surcando el cielo. Me encogí de hombros.

—No creo que sea necesario ponernos una etiqueta si no estamos preparadas. Ya tendremos tiempo.

Me miró durante unos segundos con una sonrisa y vacilando la mirada entre mis labios y mis ojos, para apartarla y negar suavemente la cabeza.

—Eres super guay.

Me coloré un poco y sonreí sin poder evitarlo. Le acaricié la naricita y la miré orgullosa.

—Y tú eres super mona.

Me miró algo más seria, aunque sin borrar esa sonrisa torcida y sincera del rostro, y volvió a recorrerme la cara con los ojos.

—Me gustas mucho —dijo con voz calmada y brillo en los ojos.

Me coloré incluso más, y tuve que apartar la mirada durante un segundos con el corazón tamborileando en el calor de mi pecho. Tuve que hacer un esfuerzo enorme por no ponerme a saltar por todo el parque de la emoción, pero pude reducirlo todo a una pequeña sonrisa.

—Tú también me gustas mucho —le respondí.

Tuvimos suerte. Nos encontramos la una a la otra cuando más nos necesitábamos.

4:06pm Jane C. 🌿: hey babe

4:06pm Jane C. 🌿: quieres quedar luego?

4:06pm Jane C. 🌿: necesito desahogarme

Jess |s.m|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora