Colores de México

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Los estallidos de colores invaden el cielo nocturno, dejando ver ligeramente las nubes que se arremolinan sobre la ciudad, amenizando la algarabía de la plaza.

Este mes, los colores del territorio se han sometido a la triada colorida que predomina en el corazón de los pobladores; la misma que ondeaba en la bandera izada en lo alto de los edificios, de las casas y de las astas de las plazas públicas.

El verde brillante, tanto como las antiguas puntas de lanza hechas a partir de hermoso jade, resalta a penas por sobre el rojo carmín. El mismo rojo que alguna vez tiñó las calles y las plazas de las ciudades en una lucha por la libertad; mismo color que parece bañar nuevamente las aceras de una todavía cansada y desolada población que, aún y con todo el pesar sobre sus espaldas, se da el permiso para festejar en medio de las olas que aplastan las ilusiones y los sueños de muchos.

Por último, el blanco parece ser el más brillante de todos: como si quisiera brindar esa esperanza que tanto busca el pueblo desde hace casi quinientos años y que todavía no encuentra del todo.

Hoy los colores que revisten el alma del mexicano se manifiestan en el cielo, se adhieren a la ropa y al cabello; se impregnan en la comida y aromatizan el ambiente.

Por hoy, las penas parecen desvanecerse en parte de los ciudadanos, mientras que para otros ahonda más la herida.

México mágico, donde a veces la paz es disfraz de desgracias y mentiras.

México magnífico, donde se hace fiesta para apaciguar el llanto y calmar un poco los corazones.

México multifacético, en donde hay días en que se cambian las lágrimas y los gritos por comidas familiares alegres y emotivas.

México tan de todos y tan de nadie, donde festejamos una libertad ambigua que a veces parece real y a veces, se esconde.

México querido, tan herido y tan fuerte; cuna de grandeza y valentía; padre de bravos y heridos, de humildes y criminales.

México amado, tan temido, tan odiado, tan enaltecido y tan gallardo. Hermoso y majestuoso.

Te quiero siempre así, rebelde y feliz; valiente y sin descanso, sin importar las heridas que entre todos nos infligimos. Siempre luchando. Siempre con la frente en alto y el pecho de cara a la boca del fusil o al filo de la navaja. ¡Enaltece los colores de tu patria, que algún día todos brillarán por igual en el cielo y en la tierra!

Escritos DominicalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora