Sinopsis

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Amor en guerra

En la guerra y en el amor todo se vale. Es lo que siempre ha dicho mi suegro.

Ahora estoy montada en un avión, rumbo a un país donde me quitó y me devolvió a mi gran amor o una parte de él.

¿Quién iba a decir que yo tendría que pelear con otra mujer por el amor de mi esposo?

Siempre dije que si alguna vez mi esposo me engañaba, yo lo dejaría que jamás lo perdonaría ¿Pero qué sucede cuando tu esposo no sabe lo que realmente quiere? O ¿O simplemente no sabe qué hacer?

Mi esposo apareció tres años después sin memoria, sin reconocerme a mí o a sus hijos. No recuerda nada de su vida antes del accidente y ahora tiene una relación con una mujer que conoció y cuidó de él durante estos años.

Lo peor es que esa mujer espera un hijo suyo.

Son sentimientos confusos. Me duele, porque una parte de mí siente que aún me ama, pero la otra dice que lo dejé libre y que es hora de renunciar a nuestro amor. Pero no puedo, no después de todo lo que hemos pasado y voy a luchar por recuperarlo, así me toque volver a enamorarlo.

Nos conocemos de toda la vida, nuestros padres han sido amigos siempre y por esa razón crecimos juntos.

Fue mi mejor amigo, aunque yo lo veía como algo más, él simplemente me cuidaba y protegía como su hermana.

Tuve que soportar, verlo con otras chicas, escuchar sus encuentros amorosos y llorar en mi habitación por no ser aquellas chicas.

A los dieciséis años, no lo soporté más. Empecé a ignorarlo y a salir con chicos de mi colegio y me di cuenta de que eso no le gustó. Para él, ninguno valía la pena, decía que ellos solo buscaban algo más y un día quise poner sus celos al límite y le dije que quería tener relaciones sexuales. Eso no le gustó, me dijo que era muy joven y debía esperar.

Idiota, él sí se podía acotar con chicas de esa edad, pero yo debía esperar.

Recuerdo que discutimos fuerte y me fui llorando hacia mi casa. Después de ese día las cosas cambiaron entre nosotros, yo no le hablaba y él trataba de llamar mi atención. Una tarde, una de nuestras amigas le dijo que yo me había ido a la casa de Marcos, un compañero de salón que siempre le había gustado, pero como mi corazón le pertenecía a él, no le presté atención. Ese día, Marcos me besó en la sala de su casa y me dejé llevar. La verdad es que no sentía nada por él, pero la rabia que sentía no quise pensar. Cuando los besos empezaron a subir de nivel, la puerta fue golpeada con fuerza y ambos nos separamos asustados. No tuve tiempo de ponerme la blusa cuando Ricardo entró a la casa furioso y al verme en ese estado se lanzó encima de Marcos golpeándolo. Tuve que intervenir, jamás lo había visto tan furioso en mi vida.

Ese día me sacó de la casa de Marcos y me llevó a su casa. No era capaz de hablar, me sentía horrible y cuando me dejó en su habitación no pude evitar llorar.

—No llores— Susurro limpiando mis mejillas — Perdóname —

—No entiendo por qué haces esto— Susurro entre lágrimas — No me quieres, pero tampoco dejas que otros lo hagan — Ricardo se acercó y me tomó de los brazos.

— Tú no puedes estar con otro hombre— dice mirándome con rudeza.

—¿Por qué?—

—Porque eres mía — y me beso.

Ese día fue nuestro primer beso, ese día fue nuestra primera vez.

Desde entonces nunca nos separamos, nuestros padres estaban felices porque siempre habían querido que nosotros estuviéramos juntos, por eso no se interpusieron. Cuando cumplí los dieciocho me casé con mi mejor amigo.

Sé que éramos muy jóvenes, pero nos amábamos.

Lo peor fue que, después de celebrar nuestra boda, él partió a cumplir su sueño de hacer una carrera militar como lo habían hecho su padre y su abuelo. Como buena esposa, lo apoyé, mientras él entrenaba, yo estudiaba en la Universidad. Vivía cerca de la casa de nuestros padres, así que no me la pasaba sola, y cuando él llegaba, nos encerramos en nuestra habitación pasando horas haciendo el amor.

A los veintidós, llegó nuestro primer hijo. Un hermoso niño como su padre. Ambos estábamos felices con nuestra familia, aunque era dolorosa su partida.

En mi familia también venía en una línea de militares, mi progenitor lo fue y varios de mis tíos. Había aprendido a lidiar desde pequeña con esa situación, pero no era fácil. Sus misiones eran riesgosas y siempre vivía con ese miedo. Miedo a una mala noticia.

A los veinticinco, llegó ese día. Mi esposo había ido a una misión a Rusia, haciendo un seguimiento a un grupo de rebeldes que estaban dispuestos acabar con gente inocente.

Esa tarde, vinieron a mi casa a darme la noticia de que mi esposo junto con un escuadrón especial habían padecido en un atentado y todos estaban muertos.

No recuerdo mucho. Duré en estado de shock por varios días, ni siquiera recuerdo cómo fue su funeral. Era como si me hubiera sumergido en la oscuridad. Hasta que un día desperté, tenía que hacerlo por mi hijo, por mis padres, por mis suegros y por el bebé que estaba creciendo en mi vientre.

Lamentaba la muerte de mi esposo, lamentaba que muriera sin saber sobre el nuevo fruto de nuestro amor.

Mi embarazo fue difícil por mi estado de depresión, pero al tener a mi hija en mis brazos mi vida cambió.

Aún lo seguía llorando en las noches. Habían pasado tres años de su muerte y no lo había podido olvidar.

Una noche, cuidaba de mis sobrinos mientras mi hermana daba a luz una vez más. Estaba en el jardín junto con mis hijos y los niños de mi hermana cuando vi una figura a lo lejos, acercándose mirando hacia todos lados como si buscara una dirección. Me levanté para visualizar mejor al hombre, y cuando lo vi de cerca, sentí cómo mi corazón se había detenido.

Él estaba ahí, a unos metros de mí. Ambos nos miramos, pero su mirada ya no era la misma, era fría, vacía, no se trataba del mismo hombre del que me había enamorado.

Después de eso vino la oscuridad.

Amor en guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora