El naranja del amanecer avisó un nuevo día, un día que tenía que ser bueno. El olor del café despertó sus sentidos, el trinar de las aves permitió a su oído afinarse, la luz del día le ofreció una vista maravillosa de sus mascotas. Poco a poco su rostro mostró una dulce y acogedora sonrisa a las personas a quienes veía: su madre, su padre, su hermano, su hermana. Una sonrisa que le dio un dolor estridente en el alma, como cuchilladas profundas, un dolor que nunca se iba. ¿Alguna vez aquellas personas que convivían con ella se darían cuenta de lo mucho que le dolía existir? No importaba, nunca importó.
La vida seguía, todos creían que ya estaba superado todo lo que le dolía, sus inseguridades, miedos, rebeldías, los ratos de 'falsa' depresión. Pensaban que era una persona feliz, que ya estaba bien, que ya no podría volver a encerrarse en su lugar seguro para llorar, para sentirse infeliz, para dolerse. No pudo evitar mirar de frente a lo único que temía, esa pequeña cuchilla colocada a un costado de su almohada. Todos los días la miraba ahí, con una tranquila inquietud, para recordarse que, si ya había salido muchas veces de ello, podría continuar un día más sin recurrir a ella. Podría... No, el día no ayudó a nada.
Todo lo malo en su alma salió, reabriendo todas las cicatrices que había costado tanto tiempo cerrar. ¿Qué haría ahora si no tenía venditas para regresar todo por donde vino y cerrarle las salidas? No podía abrir nuevas puertas, por supuesto, no podía. Se lo prometió a la única persona que creía y confiaba en ella, quien la amaba tal y cómo era, quien se preocupaba por ella. Decepcionar y lastimar a su prometido no era una opción.
Las cosas no salieron como debían salir. Simplemente no pudo contener todo de nuevo. El dolor salió inundando el cuarto, las lágrimas se abrieron camino a lo largo de su suave rostro, las falsas sonrisas desaparecieron. La mujer fuerte y sonriente, que se comía al mundo con su seguridad, dejó caer su disfraz para dar luz a una niña frágil, herida, con ganas de desaparecer. Se encontró sola en su habitación, aferrada a ese oso de peluche que le había regalado su amor; lloraba por no sentirse suficiente, por no sentirse bonita, por no sentirse querida. Sus brazos dejaron de ser lindos una vez más, sólo una vez más...
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Escritos Para No Dormir
AcakNo, no son historias de terror. Son escritos que hablan de amor, desamor, tristeza, amigos, familia... De todo un poco. Te invito a leerlos.