🌻CAPITULO DOS🌻

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Anastasia daba vueltas en la cama, incapaz de conciliar el sueño. A través de las baratas persianas de plástico, la luz de una farola creaba sombras en la pared. En la calle oyó el estruendo de una motocicleta...

La tarjeta de Christian estaba sobre la mesilla. Debería haberla tirado. No iba a ponerse en contacto con él porque no pensaba aceptar su oferta. Teddy y ella estaban perfectamente. Tenían un techo sobre sus cabezas, comida en la nevera, ropa y dinero para llenar el tanque de gasolina de su Toyota. Pero no dejaba de darle vueltas a esa visita... ¿Y si su negocio fracasaba? Tendría suerte si encontrase un trabajo con el que poder pagar el alquiler. ¿Y si se ponía enferma? O peor ¿y si Teddy se ponía enfermo? Ella no tenía seguro médico. ¿Y qué pasaría en los próximos años? ¿Podría pagar su educación, las excursiones, las clases de música? ¿Podría pagarle la universidad? ¿Y qué pensaría Teddy al saber que la familia de su padre era rica y ella lo había criado en la pobreza por no aceptar su ayuda? Aquel día había recibido una oferta que podría terminar con todas sus preocupaciones, pero el orgullo era solo parte de la razón por la que se había negado a aceptarla. Para darle a su hijo una vida mejor estaría dispuesta a todo... tal vez si la oferta la hubiera hecho la madre de Elliot habría aceptado.

¿Entonces por qué no aceptaba la de Christian?

El recuerdo de la aciaga noche de Año Nuevo se le vino a la cabeza como una película. Una antigua compañera de los mellizos Grey había organizado una fiesta en su casa y Anastasia y Elliot habían ido juntos. Christian había llegado un poco después, solo, y para entonces Elliot ya había bebido más que suficiente. Su anfitriona, recientemente divorciada, le prestaba demasiada atención, y lo peor de todo era que a él no parecía importarle. Poco después los descubrió en la cocina, abrazados, y decidió que ya había tenido más que suficiente. Cuando se dirigía a la puerta se encontró con Christian y, a pesar de su eterna animosidad, le pareció como un faro en medio de una tormenta. Desesperada, le había pedido que la llevase a casa. Hacía mucho frío esa noche, pero el interior del Mercedes estaba calentito y, mientras se ponía el cinturón de seguridad, Anastasia se echó a llorar. Aquella misma mañana, en el cuarto de baño, había mirado con incredulidad el puntito rosa en la prueba de embarazo. Estuvo atónita durante todo el día, preguntándose cuándo y cómo contárselo a Elliot y, de repente, lo había pillado besando a otra mujer... Anastasia apartó las lágrimas de un manotazo, furiosa, y Christian sacó unos pañuelos de papel de la guantera. No le había contado nada, pero aparentemente él había sacado sus propias conclusiones.

–Lo siento –se disculpó–. Quiero mucho a mi hermano, pero cuando bebe un par de copas puede ser un auténtico imbécil.—Anastasia se sonó la nariz con un pañuelo. Había oído decir que el embarazo hacía que las mujeres se volvieran más sensibles y debía ser verdad porque cuando el Mercedes se detuvo en la puerta de su casa se lo había contado todo. Christian apagó el motor y se volvió hacia ella.

–¿Estás mejor? –le preguntó preocupado.

Anastasia levantó la cara, con los labios temblorosos y la máscara de pestañas corrida. Christian murmuró algo que podría haber sido una palabrota, no estaba segura. Luego, de repente, la abrazó, y ella lloró sobre su hombro. Al principio, él se limitó a pasarle una mano por la espalda para consolarla. Ana recordaba el aroma masculino de su piel, el calor del coche, la sensación de estar segura. Sus brazos eran fuertes, su aliento consolador. No había ninguna razón para que le gustase Christian Grey, pero esa noche lo necesitaba. ¿Era porque sus hormonas estaban descontroladas?, se preguntó Anastasia, recordando. ¿Porque Elliot le había roto el corazón o porque su estado emocional había despertado un deseo escondido? Nunca lo sabría. Anastasia levantó la cabeza, con los labios entreabiertos. Le había parecido natural que la besase, pero no había anticipado el deseo que explotó en ella. Un gemido ronco de sorpresa escapó de la garganta de Christian y el beso se volvió apasionado. Suspirando, ella tiró de su cabeza hacia abajo, enredando los dedos en su pelo, abriendo la boca para recibir la invasión de su lengua. Christian metió las manos bajo su abrigo y ella dejó escapar un gemido cuando le acarició los pechos. Estaba perdiendo el control, como si estuviera borracha y no pudiese parar. Cuando él pasó un dedo por el bajo del vestido, sus piernas se habían abierto en franca invitación. Pero eso no podía ser, le dijo una vocecita. Aquel hombre ni siquiera había intentado ser su amigo. Y el oportunista de Christian no se pararía ante nada para romper el compromiso con su hermano. De repente, todo tenía sentido: Christian quería acostarse con ella para contárselo a Elliot y celebrar luego su victoria. Y ella estaba poniéndoselo facilísimo.

EN EL LUGAR DE SU HERMANO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora