🌻CAPITULO CUATRO🌻

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Anastasia, pensativa, escuchaba la respiración de Christian a su lado... y algún ronquido ocasional. Y eso podría haberle parecido enternecedor si no hubiera cometido uno de los mayores errores de su vida. ¿Qué iba a pasar a partir de aquel momento? Nada sería igual. Seguramente Christian esperaría que volviesen a hacer el amor, pero no podía quedarse allí siendo su amante, sobre todo por Teddy. Los niños perdían la ingenuidad muy pronto y, si seguían así, Teddy descubriría tarde o temprano que su madre y su tío se acostaban juntos. ¿Podría estar Christian pensando en matrimonio? No, era absurdo. Cuatro años antes había encontrado un montón de razones por las que Elliot no debería casarse con ella: que no se movían en los mismos círculos, su pobreza, incluso sus ambiciones. Y nada de eso había cambiado. Tal vez sentía afecto por ella, incluso podría querer una relación sexual, pero de ningún modo habría pensado en proponerle matrimonio.

Los Grey eran la realeza de Santa Fe. Siempre la mirarían por encima del hombro y nunca olvidarían la muerte de Elliot.

Apoyándose en un codo, Anastasia estudió el rostro de Christian. Dormido no parecía el hombre duro y cínico que era, y tuvo que hacer un esfuerzo para recordar que no podía confiar en él... Cuanto más tiempo se quedase en su cama, más difícil sería olvidar eso.

Tenía que irse de allí y hacerlo de inmediato.
Sus braguitas se habían perdido en la cama, pero encontró el sujetador y el vestido y, después de ponérselos, salió de puntillas de la habitación.
De vuelta en su cuarto, abrió la puerta que lo conectaba con el de Teddy. El niño estaba dormido y Rudy, tumbado en la alfombra, levantó la cabeza un momento antes de volver a cerrar los ojos.

Teddy dormía en la cama que había sido de su padre, con un viejo oso de peluche de Elliot bajo el brazo.
Su niño era tan feliz allí, como si desde el primer día hubiera sentido que aquel era su sitio, pensó, con un nudo en la garganta. Aquella vida privilegiada era el legado del padre al que nunca había conocido. Miró entonces la fotografía de Elliot, el hermano alegre y divertido al que todo el mundo adoraba, y sintió como si lo hubiera traicionado. Se sentía poderosamente atraída por Christian, pero esa no era una excusa válida porque había en juego algo más que sus propios deseos.

Ella quería que Christian la respetase, pero a partir de aquel momento sería una mujer más que había pasado por su cama. Pero aunque se fuera del rancho seguiría teniendo que relacionarse con Christian y lo mejor que podría hacer era marcas nuevas reglas y respetarlas. Parpadeando para contener las lágrimas, Anastasia hizo un juramento: pasara lo que pasara, se demostraría a sí misma y a Christian que lo de aquella noche no había sido nada importante.

Christian despertó poco después del amanecer y no le sorprendió que Anastasia se hubiera ido. Era lógico que quisiera estar cerca de Teddy, pero no sabía qué sentía sobre lo que había pasado. Ni siquiera sabía lo que sentía él mismo.

Mascullando una palabrota, saltó de la cama y se acercó a la ventana para ver el sol levantándose en el horizonte. Las braguitas de Anastasia estaban a su lado, un vívido recordatorio de cómo se las había quitado antes de colocarse entre sus piernas...
No había querido acostarse con ella. Pero lo habían hecho y no lo lamentaba en absoluto. Si estuviera allí en ese momento, nada le gustaría más que retomar lo que habían empezado por la noche.

Aquel día tenía una reunión en la ciudad, pero no era urgente, y se sentía inquieto. Necesitaba un poco de aire fresco y ejercicio físico. Suspirando, tomó el móvil y dejó un mensaje a su secretaria indicándole que cambiase la reunión para la semana siguiente. Con el invierno a la vuelta de la esquina, los peones estarían moviendo el ganado a los pastos del sur, arreglando cercas y llenando los corrales de heno. Los establos necesitaban reformas y estaría bien contratar un par de peones más.

EN EL LUGAR DE SU HERMANO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora