Capitulo 2

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Lo vi agitando un listón rosado, mi listón rosado -¡Helga!- Gritaba el chico rubio y aún entre los aplausos de la gente, me retiré del foco de atención. Baje por los escalones del escenario sintiendo entumecer partes de mi cuerpo, mis rodillas temblaban.
Escuchaba al presentador agradecer me por mi acto y presentaba al siguiente. Todo parecía ser parte de un sueño y la voz se iba acercando más.
Era una voz un poco más fuerte de lo que recordaba pero en cualquier lugar la reconocería.
Ahora mi mente se ponía a pensar tantas cosas, se iba al último momento de mi presentación.
¿Él escuchó todo eso? ¿Me escuchó decir mi declaración de amor y rechazo? ¿Tenía razón y cupido se burla de mi? Sentí una mano fría en mi hombro, era su mano más gruesa que la mía.
Mis rodillas no me harían voltear y yo no podía decir algo -Helga-. Volvió a decir poniéndose frente a mi.
Un chico ahora más alto que yo con una cabeza particularmente extraña, con su cabello rubio alborotado y con la excepción de que ya no había una gorra ahí.
Trague saliva antes de decir algo -Viejo te dije, ella es Helga pero sin su uniceja nadie la reconocería-.Dijo Gerald y eso bastó para que mi alma regresara a mi cuerpo -Gerald, ¿no tienes una porrista a la que ligar?- pregunté con enojo.
-Te dije que no valía la pena, sigue siendo la misma Arnold, viejo te espero por allá-. Gerald señaló la mesa donde estaban sentados y se fue.
-Perdónalo Helga, yo le insistí que me acompañara en contra de su voluntad, por cierto esto es tuyo-. Alzó su mano con el listón rosa a la par que sonreía.
Ese instante volví a recordar el por qué me había puesto nerviosa en un principio y tomé el listón con ambas manos -Gracias...Ar...Arnold- apenas pude agradecer y el chico rubio me ofreció salir de ahí. El segundo acto estaba comenzando y era uno musical.
Arnold hacía señas de no oír lo que decía y me tomó de la muñeca llevándome hacia fuera.
Entre la gente que se paraba para bailar Arnold soltó mi mano pero enseguida sujeto el listón rosado y ambos sujetándonos de él salimos de Luna Azul.
El ver como mi listón rosado me guiaba entre la multitud me hacía sentir tranquila, como si el rio me llevara a un lugar cálido.
A fuera hacía demasiado frío y me sentí engañada por mi mente -Perdón Helga, no te escuchaba, sinceramente Gerald tiene razón...Digo, has cambiado bastante, te vez mucho más-. -¿femenina?- .interrumpí abrazándome por el frío.
-No, bueno si, bueno digo ¡mírate!-. Me señaló con ambas manos con sorpresa.
-Pareces una Diosa así-. Volvió a rascarse la cabeza mirando a otro lado -¿una diosa?-. Pregunté mientras miraba como el chico rubio se quitaba su saco y lo ponía a mi alrededor -No sabía que hacía tanto frío afuera- soltó una pequeña risa. El olor del saco me hizo cerrar los ojos por un momento antes de que comenzara a decir me a mi misma que me tranquilizara y dejara mis mañas raras.
-Gracias, tú también cambiaste mucho Arnoldo-. Dije arqueando una ceja como si lo inspeccionara.
El chico rubio había cambiado al Niño que era, era más alto, su cabello era más largo y seguía alborotado, su cuerpo parecía estar en forma y hacer eso solo hizo que me volviera a poner nerviosa.
-¿como supiste que era mi listón?-pregunté abrazando el saco que tenía puesto y recargándome en la pared del estacionamiento -Gerald me dijo, lo recogí del suelo antes de preguntar le y vi que una chica estaba buscando algo en el suelo así que supuse era el listón. Cuando la chica desapareció Gerald me dijo que siempre utilizabas un listón así en todo el instituto. Me dijo que habría un show en este café y que te había visto entrar un par de veces. Gerald le cambió las entradas a unas chicas que conocía y por eso pudimos entrar-. Termino de decir y se recargó también en la pared de espaldas y poniendo las manos en sus bolsillos -Gerald a cambiado, sigue siendo el mismo conmigo pero...Supongo que todos cambian-. Sus palabras parecían melancólicas y su mirada del chico rubio cambió.
Trague saliva -Arnold, no es tu culpa si eso piensas, todos cambiamos a un si hay o no cierta gente a nuestro alrededor-. Puse mi mano en su hombro mientras sostenía el saco con la otra.
-Tú también cambiaste, no me has llamado Cabeza de Balón- sonrío Arnold.
-Ya no somos niños, ya no tengo necesidad de decir lo obvio-. Guiñe un ojo en burla.
-¡oye!...-.Protestó con una sonrisa y continuo -Nunca creí que fueras tan buena recitando, me llegue a sentir identificado ¿sabes?-.
Quite mi mano de su hombro y volví a mirar a los automóviles -¿identificado ? No creo que fuera tan buena-.
-Digamos que las novias que tuve en San Lorenzo no era lo que esperaba-.soltó un suspiro.
-Las chicas de ojos verdes no son lo tuyo ¿he?-. Le di un codazo -Mejor dime por qué regresaste Arnold-.
-La casa de huéspedes ya no es la misma, muchos de los que vivían ahí se fueron y tengo que arreglar papeles, ver si aún es rentable o simplemente vender la. Estaré un año aprovechando que podré estudiar un poco aquí y después volveré con mi Familia.
Quería un descanso y volver a vivir en la ciudad-. Me sentía tranquila teniendo una conversación con Arnold, sentía nervios pero no quería huir de ahí como en otros tiempos.
La madurez nos fuerza a actuar de forma distinta cuando antes no lo hacíamos.
-Un año, es muy poco tiempo para vivir en la gran ciudad de Hillwood...¿No tienes que ir con Gerald?- recordé y vi a Olga que se asomaba por una ventana del Café/Bar con entusiasmo, Miriam se asomaba intentando enfocar su mirada y al dar se cuenta de donde estaba yo, alzó la cámara y tomó una foto.
Mi hermana se asusto y tomó de los hombros a Miriam y la llevo hacia dentro. Mi madre veía su cámara y hacía una seña con su mano de "todo correcto" y Olga alzaba el pulgar antes de desaparecer en los interiores del Café.
Esa escena vergonzosa de apoyo me hizo querer esconderme dentro del saco de Arnold y él parecía no haberse dado cuenta de lo sucedido. -Gerald la está pasando bien sin mi-. Hizo un gesto de sorpresa al ver que Gerald se destacaba entre todos bailando con dos chicas jazz.
-Pues hay que admitir que el chico se mueve rápido-. Dije al ver a Gerald bailando alegremente con una chica rubia y otra morena.
La brisa del aire helado me hizo estornudar -Perdón- dije avergonzada del sonido agudo que salía de mi boca.
-Ya es algo tarde Helga, si quieres te llevo a casa-. -No vivo donde antes, ahora vivo del otro lado de la ciudad y es bastante lejos-. Me quite su saco y lo puse en sus manos.
Voltee a buscar el coche de Miriam y ya no se encontraba en el estacionamiento, empezaba a entender el por qué de sus señas.
-Olga...vas a pagar me las-. Susurre a mi misma.
-Si lo había oído pero no hay problema, tengo las llaves de aquel coche-. Señaló el rubio a un coche negro estacionado al otro extremo del estacionamiento. -Gerald me pidió que conduciera si quería venir aquí-. Saco de su bolsillo unas llaves que traían llaveros de balones y uno de Pop Daddy en miniatura. -Si tú insistes Arnold, aún me debes algo-. Intente caminar con elegancia y sin temblar por el frío pero uno de mis tacones se atoró en un agujero del suelo y me hizo tropezar.
Caí con mis rodillas raspando el suelo y el grupo de chicas que iba saliendo comenzó a reír se. Mi enojo iba aumentando con cada risa que odia, estaba a punto de pararme para gritarles un par de cosas pero sentí al rededor de mis hombros el saco de Arnold.
Levante la vista para ver cómo el chico rubio se arrodillaba frente a mi y tomaba mi mano. Su cara de preocupación era visible -¿estas bien?-. Me pregunto, eso bastó para que mi ira se fuera y mis manos temblaran nuevamente. -Caí en picada como los dioses griegos-. Me reí y tomando su mano me levante del suelo.
Él sonreía aliviado -¿puedes caminar?-. Me pregunto y solté su mano, comencé a caminar con normalidad hasta donde se encontraba el coche negro -Claro que puedo, soy más fuerte que eso Arnoldo-. Arnold llegó al otro extremo del coche y abrió las puertas para que ambos entráramos.
Ese pequeño acto de amabilidad me recordó al pequeño Arnold, un chico que vivía en un mundo de fantasía y a pesar de la brusquedad de los demás, era incorruptible. El único que no se reiría de la desgracia ajena y en cambio le ofrecería la mano.
Mis rodillas estaban lastimadas pero sentía una fuerza que no había sentido en años, él no querer me mostrar vulnerable ante alguien.
No podía dejar de pensar en ese momento y el ver como Arnold se agachaba como lo haría solo un ángel de cabellos rubios.
-Dime Helga, ¿a que te referías con que te debo?-Encendió el coche y comenzó a salir del estacionamiento.
- Oh, eso solo...Quería saber el por qué trajiste mi listón aquí, cualquier otro me lo hubiera dado en el instituto mañana-. Me recargue en la ventana mientras veía las luces de la ciudad reflejarse en el vidrio.
-Cuando éramos chicos, una vez perdí mi Gorra y sentí algo que nunca antes había sentido, me imaginé lo mismo con tu listón. Si lo tienes desde hace años, a de ser algo especial para ti...Siento que tenia que devolver lo cuánto antes-. Termino de decir y paro el coche en un semáforo en rojo.
-Gracias, era muy importante-. Apreté el listón con mi mano. -Por cierto, ¿qué pasó con tu gorra?-.
-Era lo único que tenia de mis padres pero ahora he vivido con ellos, a ellos los aprecio más que cualquier objeto-. Sentí una puñalada con esas simples palabras, yo solo tenía un listón y cualquier probabilidad de que Arnold no me tomara como una loca era del 0%.
-Te debo una, mi estilo es único y sin este listón no podría ir a mis asignaturas-. El coche avanzó al ponerse el semáforo en verde.
-La gran Helga me debe una...tal vez mañana puedas enseñar me el instituto. Hoy me perdí y me hicieron unas cuantas bromas guiándome a salones que no me correspondían-. La voz de Arnold sonaba como la voz de un sueño, sentí como se hacía más lejana y confusa.
Deje de escuchar sus palabras y mis ojos lentamente se cerraban, a través de mis párpados veía luces rojas, amarillas y azules.
Mi mente dejó de analizar las cosas y después solo escuchaba mi respiración.
Cuando abrí los ojos me sentía cansada, vi mi mano y tenía mi listón rosado amarrado. Veía el tapiz de mi cuarto y a mi hermana dormida a un lado de mi cama.
-¿Olga?-. Me senté en la cama y bostezando, todo parecía a ver sido un simple sueño, ahora solo tenía puesta mi pijama.
Mi hermana se despertó con el movimiento de mis rodillas a la hora de sentar me -panquecito ¿estas ya despierta?-. Se froto los ojos y tomó mi mano.
-Si, ¿por qué? ¿Qué pasó?-. Vi al rededor de mi cuarto buscando más señales de que no fuera solo un sueño.
-hermanita tonta, no me dijiste que no habías comido en todo el día y te desmayaste-. Toque mi estómago que hacía extraños movimientos en protesta.
-Pero hermanita, ese chico lindo era Arnold ¿verdad?, creció muchísimo y tú te desmayaste en su coche-. Soltó mi mano para juntar las suyas y pegar las a su mejilla -Eran como Romeo y Julieta a excepción que nuestra familia no está en su contra, no hay sacrificios de sangre o venganzas rencorosas y tú no te llamas Julieta ni el Romeo-. Mis ojos se pusieron en blanco y tome sus manos nuevamente -Olga si ya entendí, no nos parecemos pero por favor, aclárame qué pasó, ¿cómo llego aquí?-estaba inquieta al ver que había cosas que no cuadraban.
-Panquecito, Tú caballero dorado buscó en tu teléfono mi contacto y me marco por teléfono para saber cómo llegar-. Mi corazón comenzó a latir rápido recordando que en mi teléfono traía la foto de mi colgante, más exacto de la foto de Arnold.
-Al principio pensó que te quedaste dormida, después de ver que no respondías a sus palabras él se asusto. Nos dimos cuenta que te habías desmayado por no comer por los ruidos de tu estómago, las maripositas de tu estómago hacían un desfile de hambre-.
Olga me dijo eso como si fuera una gran aventura de la que enorgullecerme.
Ahora no sabía que sentir, como podría ver a Arnold a la cara después de eso.

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