Que lindo era.

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Antes, las dos barreras que protegían mi sonrisa en perfecto equilibrio lograban mantenerla a flote sin importar lo que pasase, sin importar quien viniera e intentara perturbar la felicidad que expresaba en mi cara, siempre tendría esos dos seres protectores que de forma increíble se las arreglaban para no solo mantener mi sonrisa, sino alimentarla, hacerla cada vez más grande, como si de un gato obeso se tratase.

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