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El día había llegado, las agujas del reloj marcaban indudablemente las 8. Ino se encontraba sentada a los pies de la escalera, con la vista fija en la puerta. Ninguno de sus amigos aún había llegado y la muchacha empezaba a impacientarse.

Sus ojos celestes vagaban libres por el lugar, contemplando nada en particular, sólo el vacío. De vez en cuando se detenía a observar las sombras proyectadas por la sola iluminación de furtivos rayos de luna que se filtraban desde la ventana. Sombras que danzaban ondeantes a su alrededor, como burlándose de ella. Todas le evocaban a Shikamaru y en su mente aparecía fugazmente la imagen de su amigo. Pero luego se desvanecía, él no estaba allí. Chouji tampoco.

Se preguntaba si vendría, si Shikamaru tenía tantos deseos de verla como ella a él. Si era verdad que su amigo quería arreglar las cosas, o si simplemente su amistad había terminado ¿Y si lo había perdido para siempre? No lo soportaría. Un familiar escozor invadió sus ojos, las lágrimas pujaban por salir e Ino sentía inmensos deseos de llorar, pero entonces un suave golpeteo contra la madera de su puerta llamó su atención y se contuvo.

Se puso de pié, rogando que fuera Chouji, que llegara antes que Shikamaru. Realmente necesitaba a su amigo.

Lentamente se acercó al umbral, sintiendo aquellos escasos metros como la distancia más larga que jamás hubiera recorrido. Se paró sobre la punta de sus pies y miró por el agujero de la puerta. Respiró hondo y corrió el pasador; era Shikamaru.

Abriendo la puerta se hizo a un lado, invitándolo a pasar. Afuera la noche era fría y silenciosa.

—Hola —musitó en un casi susurro pero el eco de su voz resonó en aquel espacio vacío. La distancia entre ellos parecía abismal.

—Hola Ino —respondió sin mirarla directamente. En cambio observaba desinteresado el vestíbulo de la casa que tanto conocía— Chouji no va a poder venir.

—¡¿Por?! —lo cuestionó alarmada ante la seria mirada de él. Realmente necesitaba a Chouji con ella, temía no poder hacerlo sola. Temía que él no quisiera escucharla, y el Akimichi era el único capaz de hacerlo entrar en razón.

—Está enfermo o algo así —su tono de voz constante, nunca mostrando emoción alguna. Ino sentía que desconocía a Shikamaru por completo.

—Lo hizo a propósito —murmuró por lo bajo algo fastidiada. Ahora sabía que esas habían sido las intenciones de él desde un principio; que ella y el Nara hablaran solos.

—¿Qué? —parecía confundido, a Ino no le importó. La ausencia de Chouji no era el punto del asunto.

Lo observó allí frente a ella, en silencio, entre las sombras. Completamente inexpresivo. Aunque por la postura de su cuerpo no parecía muy cómodo con la situación. A decir verdad ella misma había empezado a dudar, pero no podía fallar, quizá fuera la única oportunidad que tendría de recuperar a su amigo. La última vez que hablaría con él. Cara a cara, tenía que enfrentarlo. Tenía que saberlo o moriría en la duda.

—Tenemos que hablar —dijo Ino clavando su mirada en él. El muchacho sólo asintió. —Siéntate, es tan sólo una conversación —en respuesta sonrió amablemente y tomó asiento donde la rubia le indicaba.

Odiaba la cordialidad entre ellos, simplemente no le parecía natural. Después de todo lo que habían pasado juntos, después de tantos años; de tantas cosas vividas, después de todo; ahora eran dos desconocidos. Pero esa era la relación que ahora sostenían, por lo que miró fijo, amablemente, sobre él. Las cortinas de la ventana a su izquierda ondeaban ante el frío viento de la noche. Pero el frío en aquella habitación era mucho más hiriente que el del exterior.

Sentimientos OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora