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Ahora los tres integrantes del antiguo equipo 10 se encontraban caminando tranquilamente por las calles de Konoha, Ino charlaba alegre con Chouji sobre la última misión que la chica había tenido mientras que Shikamaru caminaba en silencio, con las manos en los bolsillos, contemplando las nubes. Simplemente adoraba observarlas, tan bonitas, tan libres, tan despreocupadas y ajenas a todo lo que acontecía en el mundo. A veces deseaba ser como ellas.

Volvió a mirar de reojo a sus amigos que caminaban junto a él, entonces Ino se percató de que los estaba observando.

—¿Qué sucede Shikamaru? —Chouji también se giró para observar al moreno.

—Nada —pero ahora que lo pensaba no recordaba que Ino estuviera saliendo con alguien.

—¿Seguro? —volvió a insistir la rubia.

Simplemente movió la cabeza de arriba abajo en señal de afirmación y siguió desplazándose junto a ambos. Arrastrando los pies cansinamente, la postura de su cuerpo lo hacía ver más perezoso que de costumbre.

—¡Bien! ¿Qué les parece si antes de ir a comer pasamos por la casa de Kurenai para saludarla y de paso vemos al pequeño Asuma?.

—Tengo hambre —exclamó, fastidiado de esperar, mientras aún intentaba contener los ruidos provenientes de su vientre.

—Chouji no seas gor... —pero se detuvo al ver la mirada que Shikamaru le dirigía, sabía que no debía llamar a su amigo así—. Será solo un momento.

—Bien ¡Pero luego iremos directo a comer y pediré un poco de todo lo que haya en el menú!.

Ino negó con la cabeza y el Nara simplemente sonrió. Había cosas que simplemente nunca cambiarían.

Continuaron caminando por las bulliciosas calles de la aldea hacia la casa de Kurenai, hacía demasiado que no la visitaban y sentían que debían ver como se encontraban tanto ella como el bebé.

Finalmente llegaron al lugar y una vez frente al umbral de la casa golpearon la puerta con sutileza, lo suficientemente fuerte como para que se oyera pero no tanto como para despertar al bebé en caso de que éste estuviera dormido. Pero entonces un llanto resonó desde el interior haciéndoles saber que el pequeño no descansaba.

Escucharon un ruido, la puerta rechinó al abrirse y tras ella apareció una mujer de largos cabellos negros e intensos ojos rojos cargando un bebé en sus brazos.

—¡Hola! —exclamó alegre ante la sorpresiva visita de los tres—. No esperaba verlos por aquí, pasen.

Haciendo caso a la invitación de ella ingresaron al hogar y una vez todos adentro Kurenai cerró la puerta. Con un suave gesto de la mano la mujer les indicó que la siguieran.

Los tres caminaban despreocupados contemplando el lugar que conocían tan bien siguiendo a la mujer que los guiaba ahora hacia la cocina.

—Estaba intentando darle de comer —se excusó, una ligera sensación de vergüenza reflejada en su rostro, al ver la mirada que los jóvenes dirigían a la prácticamente devastada cocina. Algunos objetos volteados y comida esparcida por todas partes, incluidas las paredes y el techo— pero ya saben como se pone ¡Asuma! —gritó enfadada, el niño ahora le jalaba divertido el cabello a su madre.

—¿Necesitas ayuda? —se ofreció la rubia, Kurenai desesperada le entregó al bebé y se dispuso a empezar a limpiar el desorden que su hijo había hecho.

—¿Por qué él puede comer y yo no?. ¡Oye niño no juegues con la comida! —le espetó molesto, haciendo al pequeño llorar en los brazos de la chica.

Sentimientos OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora