Continento.

CAPÍTULO I

CAPÍTULO I :

POV NATALIA

Hacía frío, un frío que te calaba los huesos a las 7 y media de la mañana en una avenida concurridísima de Sevilla. Llegaba tarde a coger el autobus y era plenamente consciente de ello. El sol aún no había terminado de salir y sentía mis extremidades ligeramente entumecidas. En teoría debía estar en clase a las 8, pero con casi total seguridad llegaría al menos 5 minutos tarde, con suerte, el profesor de aquella mañana no habría llegado para cuando estuviese entrando asfixiada por la puerta de la sala de dibujo.

A mis 21 años y en mi último año de la carrera de Diseño Gráfico, no había conseguido llegar puntual casi ningún día después de los dos o tres primeros meses en los que me había propuesto ser la mejor de mi promoción. Pronto se me habían ido las ilusiones al significar levantarme media hora antes de lo normal simplemente para llegar temprano. Media hora de sueño podía marcar una diferencia enorme en las noches en las que me dormía a las tantas -casi todas-.

Después de pasar con sobresalientes el primer cuatrimestre me había relajado de sobremanera, siendo consciente y creyendome, sobre todo, capaz de sacarme la carrera sin hacer sobreesfuerzos. Al fin y al cabo era algo que me gustaba muchísimo, y el ímpetu y la ilusión que ponía en ello llegaban a ser de bastante utilidad cuando la desmotivación llamaba a mi puerta.

Hasta entonces había pasado tres años de carrera limpia y con unas notas que no me las creía ni yo.

-¡Mierda, mierda, mierda! -mis exclamaciones sirvieron de poco, el bus acababa de irse en mis narices, a pesar de verme con una carpeta más grande que yo y la mochila a las espaldas corriendo-. Genial, más tarde aún.

Dicho y hecho, con casi 15 minutos de retraso me encontraba subiendo de tres en tres las escaleras de camino a clase, ni si quiera me había parado a saludar a mi compi de pitis de la 2* hora, el cual me había encontrado en el hall, iba con demasiada prisa para ello. La puerta estaba cerrada, lo q:ue significaba que el profesor y había llegado, alcé la mano para mirar mi reloj. Las 8:17 de puta madre Natalia.

Opté por no entrar, Aitor era uno de esos profesores que odiaban la imputualidad aunque era el más impuntual de todos. Más de una vez había recurrido a humillar ligeramente a los alumnos que acostumbraban a llegar tarde y yo, no iba a pasar por ello. Así que me recoloqué la mochila para ir a la biblioteca, haría algo de provecho mientras, igual estudiar, o podría continuar escribiendo mi maravillosa historia.

Lo de maravilloso es un adjetivo que utilizo solo yo y que no tiene nada que ver con la realidad, a mi me gusta, me sirve para sacarme un rato de mis pensamientos de mierda y bueno... un fan fic es fantasía pura y al fin y al cabo mi cabeza estaba llena de ellas.

En general, mi vida era lo menos parecido a una fantasía. Era más bien un desastre inteligente con patas del que todo el mundo esperaba más de lo que daba y bueno, las decepciones formaban parte de mi día a día.

Una vez posicionada en una silla alejadita de todo el mundo y con el ordenador por delante, me decidí a escribir un capitulo en el que Alba, la protagonista del mismo, reivindicaba en uno de sus fantásticos y concurridos conciertos el derecho de todos los seres humanos a una vida digna: a raiz de una catástrofe acontecida totalmente ficticia.

Era una friki de Alba Reche, una cantante recien salida del horno de Operación Triunfo. Mi compi de piso y yo nos habiamos dedicado el invierno anterior a cargarnos días y días enganchadas al 24h en directo de Youtube. No estaba obsesionada pero me gustaba imaginar una realidad paralela que podía escribir a mi antojo, e imaginación no me faltaba.

Lo cierto es que tenía un buen puñado de seguidoras pendientes de mis actualizaciones y en contra de todo pronóstico, a pesar de lo desastrosa que podía llegar a ser me lo tomaba bastante en serio y daba a mis lectoras al menos tres capítulos a la semana cuando iba desahogada de mi pasiva vida en general.