Epílogo

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SIN POV

El aire parecía no entrar del todo en los pulmones de Natalia, después de aquel encuentro tan necesitado por ambas, la morena se encontraba conduciendo en el coche que su padre le había dejado para ir a la sala del concierto. Ici iba de copiloto y Alba, su Alba, su Continento iba detrás, muy seria, hecha un flan de los nervios y mirando por la ventana. Nunca había visto Pamplona desde aquella perspectiva. Después de aquellos primeros besos y de charlar un poco, habían decidido irse juntas, pero primero tenían que dejar a Ici en su casa. Tenían tantas cosas de las que hablar, que ninguna quería separarse de la otra siquiera para hacer el trayecto al hotel de Alba.

Natalia había avisado a sus padres de que no dormiría en casa, aunque dadas las horas, seguramente leerían aquel mensaje por la mañana. Alba por su parte ya había concretado con su hermana que al llegar al hotel, cogería sus cosas e iría a dormir a la habitación de los chicos que la acompañaban como banda.


-Mañana me llamas ¿Vale Natinat? -decía Ici, acercándose a dejar un besito en su mejilla y apretarle el hombro con fuerza antes de salir del coche y abrir la puerta del lado donde se sentaba Alba- Señorita, le cedo el asiento de copiloto. -Alba no sabía dónde mirar, se sentía un poco abochornada por la situación y asintió, observando la aprobación de Natalia, que la miraba con una sonrisa tímida en los labios-.

-Hasta mañana Icíar. -susurró la morena, esperando a que su rubia se sentase a su lado y se colocase el cinturón para mirarla, casi sin creerse que estuviese allí con ella- ¿Dónde vamos?


Alba le indicó rápidamente donde estaba el hotel, no hacía tiempo para estar en la calle de noche y no conocía ningún otro sitio donde pudieran estar mejor que allí.

El transcurso fue en silencio, con música muy suave de fondo, las dos estaban hechas unos auténticos flanes y aún maquinaban en sus cabeza que se dirían y de qué forma. Ninguna de las dos se había preparado realmente para aquello.

La entrada del hotel estaba desierta, lo que había supuesto un alivio para ambas, que entraron en aquel enorme hall vacío directas al ascensor. Natalia se dejaba llevar por la pequeña, que sabía perfectamente donde iba. Una vez en el ascensor, cada una en una punta, el ambiente empezó a hacerse pesado, ninguna de las dos había sido capaz de mirarse desde que habían salido de la sala, Alba sentía que iba a desfallecer cada vez que observaba a aquella morena de pelo oscuro y rasgos felinos. Jamás la había visto tan guapa como aquel día; honestamente, la había visto más bien poco.

Natalia por su parte, había optado por mirarla lo menos posible para no pensar en todo aquello que le estaba pasando, por un lado sabía que en el momento en que se pusiese a cavilar seriamente, acabaría costándole una neurona, pero por el otro su corazón le decía que aquello era algo maravilloso que tenía que vivir sin hacer ni puñetero caso a su parte racional y allí estaba. Siguiendo los pasos de su artista favorita de camino a su habitación de hotel.

La idea, había sido estar en un sitio tranquilo donde poder hablar de todo lo que había pasado entre ellas hasta el momento, contarse mil cosas en persona, disfrutar de las palabras y la risa de la otra y quizá dormir, o quizá pasar despiertas las próximas 12 horas.

Pero al cerrar la puerta de la habitación, ninguna de las dos había sido capaz de tener en mente otra cosa que no fuese comerse a besos.

Fué Alba quien, sin pensárselo mucho, después de soltar las cosas en el escritorio, se había girado para encontrarse con Natalia tan de cerca que no pudo hacer otra cosa que engancharse a su cuello. Poniéndose de puntilla todo lo que le daban los zapatos para alcanzar su boca. La morena la había recibido con las mismas ganas improvisadas, sus labios se reconocían con tortuosa lentitud, al igual que las manos de Natalia arrastraban la sudadera de la rubia, atrayéndola más hacia su cuerpo.

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