III

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— Señor, almas del nivel 16 están siendo evacuadas para ser clasificadas.— Mencionó una chica detrás de el, anotando en una lista cualquier cosa que tendría que hacer al salir.— ¿Señor?, Lucifer.

Lucifer no estaba en ese mundo, veía por el gran ventanal la ciudad de neón que le había sido entregada, A ningún punto fijo, pero su cabeza concentrado en el sentimiento que había tenido en su pecho, ya hace casi una semana.

— Señor.—Sintió el tacto en su hombro, pestañeando rápido y volviendo a la "realidad".

— Lo siento, no estoy concentrado...

— Ya veo...¿no quiere concentrarse en algo?—Propuso la peli negra, subiendo su pierna al costado del mayor, haciendo que su falda de cuero que traía se le hiciera incómoda, pasando sus brazos por el cuello, mientras sus miradas eran penetrantes.

Era un juego entre colores rojo y azul, por un batalla en quien tenía más poder entre los dos.

El de ojos rojos la detuvo, quitándose de encima a la chica, cortando miradas y cerrando sus ojos mientras se sentaba en la silla de cuero detrás del escritorio de madera.

—Prepara a las almas del nivel 14, 15, y 16 para una revisión. Mañana viene visita no deseada. Y manda un aviso a los demonios que estén adecuados a la situación.—Ordenó, el susodicho, mientras abría su computadora.

El infierno, y el cielo iban más avanzados en tecnología que el mundo de los vivos, ya que, por lo que se podía ver, eran mucho más inteligentes. Y ya sabían que vendría en el destino.

—¿Sigues acá?, ya lárgate.— Mandó el Rey del infierno, a la chica que seguía parada estupefacta por ser rechazada.

— S-Sí señor...— Dio un suspiro y el sonido de los tacones altos que traía la ya muy mencionada chica se iban alejando.

—Ni me acuerdo como se llama.— Dio un bufido con una sonrisa ladina, mientras pasaba hoja tras hoja en una carpeta.

Capítulo dos: Jimin


El rubio dio un suspiro. Caminaba por el pueblo, escuchando los llantos doblados en triste pena. Aún se ponía nervioso por eso. Había estado en varias cosas, veía como su hermano mayor crecía y se iba del pueblo a la gran ciudad capital. Y mandaba el dinero que ganaba a sus padres para que ellos vivieran la vida que no vivieron.

No entendía porque ellos no se iban con Jungkook, era dejar todo atrás, por lo que había escuchando era por la simple razón que no querían dejar el pueblo donde murió su hijo, no querían dejar sin flores su tumba, no querían dejarlo tirado.

Había doblado en llanto cuando escucho eso, y se prometió no llorar más. Ese día cuando conoció a ese chico de extraña apariencia y su corazón hablo por él, estaba tirado en la nieve, estaba aburrido, sus padres habían ido de viaje para ver a su hermano, y no tenía ganas de tomar una carreta e ir tan lejos sólo para seguir a la gente que amaba y verlos ser felices, celebrando en éxito que el nunca tendría.

No era envidia, no quería llorar a ver el re encuentro, que conversarán con pena de él, cuando él estaba justo ahí, ya tenía suficiente con la gente que le daba sus condolencias a la familia después de 22 años. Casi nunca la pasaba en el cielo, era un lugar muy esperanzador, y eso no le gustaba, tenía su propia casa, en el maravilloso paraíso, pero no se sentía en casa. Normalmente se acostaba en su cama de la casa de sus padres, o al lado de su madre cuando ella lo extrañaba mucho y dormía en su cama. Al igual que su padre, se sentía mal por haberle hecho pasar eso a sus padres.

El día que había despertado al lado de su propio cuerpo se puso a llorar descontroladamente, intentaba mover su cuerpo pero no funcionaba, sus manos traspasaban el cuerpo, desesperación y un ataque de pánico dominaban al pequeño cuerpo sin carne ni hueso del menor. Su respiración agitada y sus lágrimas cayendo por sus abultadas mejillas eran su perdición, intentaba darse aire con sus manos, pero aún así seguía sin poder respirar. Al ver a sus padres entrar, el intentaba gritar, y podía, pero no lo escuchaban.

"¡Mami!, ¡papi!, ¡estoy aquí!, por favor no me hagan esto, escúchenme..."

Le dolía el pecho, su cabeza se sentía al punto de estallar de el dolor que tenía por llorar, estaba solo ahora mismo, solo sin nadie que lo escuchara, que le hablara, que lo sintiera.

Abrazo a su mamá, intentando mover su cuerpo, hablándole al oído, gritándole en frente de su cara que el estaba ahí, que sólo pedía que lo escucharán por amor a Dios. Vio como llevaban su cuerpo, a ese encantador chico que le había dado el mejor sepulcro, gritó cuando no podía seguir gritando en la iglesia, esperando a que alguien lo escucharán. Lloro cuando vio su cuerpo inerte bajar al gran hoyo, que iba a hacer el nuevo hogar de su cuerpo. Lloro por la ida del chico, y de todos los presentes.

Lloro dos largos años por cualquier cosa que extrañaba, no sentía hambre, no sentía amor, no sentía nada. Su alma era un cuerpo normal pero sin vida, veía como seguía creciendo, veía como su hermano crecía, veía como sus padres envejecían, todos los 24 de enero, se escondía detrás del árbol cerca de la tumba, viendo como el pálido dejaba rosas y lloraba por su pérdida.

Todo lo que amaba ya no lo podía amar de la misma forma, no había nadie para escuchar el como cantaba, no había nadie para ver como el sonreía, no había nadie para ver como se caía y volvía a levantarse al intentar jugar con los niños que corrían por la plaza. Sus logros de el saber silbar no se los celebraría nadie.

Había perdido prácticamente...

Todo.

Pido por Lucifer...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora