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El rey del infierno estaba pensando en su posible arribada al reino de los vivos, a ese pueblo tan pequeño y sin visitantes en él. Ya nadie quería vivir en un pueblo de ancianos, y mientras más inviernos y nieve acumulaba el pueblo, más su recuerdo se perdía.

Lucifer se decidió, llamó el carruaje y veía al conductor de este, un demonio con las alas cortadas, sus cicatrices eran líneas en esa piel azulada, presumiendo a la vista ese amargo dolor que todos los días llevaba consigo. Carraspeo, dejando de verle cuando este le dio una ojeada con pena, angustia, en busca de una mirada sanadora de tal martirio, la cual nunca le correspondió.

Se subió al carruaje, tomó sus papales para seguir trabajando en todo el trayecto que llevaría el galope de los caballos negros en llegar al pueblo a dónde tanto esperaba ir, para ver esos ojos color avellana, que calmaban su alma.

Sus manos se movían de manera ágil énfasis él papel, firmando, subrayando, haciendo marcas en las hojas, notas para si mismo, para recordar todo. Estaba tan concentrado en su trabajo que no se dio cuenta cuando los caballos se detuvieron, y su sirviente abrió la puerta para bajar. Dio un suspiro al despegar su mirada del papel, admirando el bello paisaje que había traído la primavera, la mayoría del tiempo en ese pueblo hacía bastante frío, pero ese día era especial, cálido, un olor a rosas frescas que lo embriagaba cada vez más, paz sentía muy dentro en su pecho, lo que lo hacía rebozar alegría genuina.

Y ahí lo vio, a su bello ángel, parado frente al bosque, con su cabello lleno de rosas hermosas, que lo hacían ver más que perfecto. Luzbel se acercó con timidez, tomando una flor con suma delicadeza, admirando a JiMin con más calma y amor, se aproximó cerca del alma, poniéndole una flor más en su cabellera.

— Te ves hermoso, floreciste con la primavera. — Sonrió encantando.

JiMin trago saliva, tiñendose de un tenue color carmesí sus orejas.

— Te lo agradezco. — Quitó su mirada del Rey. — Pensé que no ibas a volver más.

— ¿Y perder la oportunidad de arreglar las cosas contigo? — afirmó, tomando la mejilla del menor. — Lamento por mentir sobre mi identidad, pequeño, pero sabía que ibas a reaccionar así.

—¿Cómo no hacerlo? — Lo admiró, con un tenue brillo en los ojos, y voz temblante. — Eres la muerte...

— La muerte y el Rey del infierno son dos cosas distintas mi querido niño. — Rió por primera vez en años.

—¡No te rías!

Rió con más fuerzas, sujetando si estómago y tapando su sonrisa, ya que no le gustaba que vieran sus rosadas encías al reír. JiMin al poco tiempo de puso a reír también, ya que todo era muy contagioso. Terminaron a los minutos después, viéndose con amor y diversión. JiMin se le acercó lentamente, entrelazando sus manos, sus corazones empezaron a latir a la par, ¿estsban totalmente seguros de lo que iban a hacer?

— Quiero.. — Sus labios se acercaron más, y más.

Cuando estaban rozando, JiMin se alejo, soltando sus manos y cubriendolas.

— Lo siento.

Lucifer suspiro, tomando su mejilla y acariciandola, dándole una sonrisa de consuelo.

La tarde se la pasaron bajo un arbol, conociendose más entre ellos, felices de estar uno con el otro, sintiendo una calidez enorme en sus pechos, estando cómodos por primera vez en varios años. Estaban felices, riéndose y amandose en silencio sin necesidad de demostrarlo con besos, o caricias. Con simples palabras, y con trasmitir sus emociones, todo estaba siendo más que perfecto.

Pido por Lucifer...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora