IV

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El día estaba frío, con un aire fresco, que al respirar sentías que todos tus problemas se iban con el, todos tus malestares, todos esos pensamientos que te atemorizaban, claro, solo por breves segundos, o lo que duraba una bocanada.

Lucifer había ido al pueblo rodeado de árboles, caminando por las calles esperando ese carruaje de hermoso cuarzo con bellas incrustaciones de oro, para un alma en pena, ver eso era un milagro, ya que venían los santos a persimirlo, para Lucifer, era ver a alguien que lo había traicionado pero aún así amaba y le tenía gratitud. Su mirada estaba posada en sus botas negras altas, que eran tapadas con la nieve que caía, dio una gran bocanada de aire, viendo delante un cuerpo sentado en la nieve.

— No pensé que estarías aquí hoy. —Habló sin más.— Tu familia...

La mirada de ojos almendrados que tanto lo hipnotizó, se posó en su persona, cortando algún rastro de lo que iba a decir.

— Estoy bien, no quería ir tan lejos, para ver... Ya sabes. — Dijo con un tono bajo, Lucifer escuchó ese quiebre en su voz.

—Cuando... Morí, también fue bastante difícil ver como todos eran felices sin mí a su lado, sin mi compañía, pensaba que no era tan importante para ellos como decían que era...— Dio un trago de saliva. — terminé hundiendome solo en mi miseria, pensando en qué hice mal para morir de esa manera, pero supe al final que yo no tenía que depender de ellos. Ellos podían vivir sus vidas y yo haré la mía, aunque ya no tenga vida literalmente, sino que, eso.

—Entiendo tu punto, pues tienes bastante razón... — Dio un suspiro. — No quiero volver al cielo, no creo ser merecedor de ese paraíso. — Lucifer se sentó a su lado, buscando la mano del rubio con delicadeza, la cual, no fue sacada ni tirada, se quedó ahí, feliz que sus manos estuvieran juntas, por primera vez en años.

—Haz crecido tanto... — Dijo en voz baja.

El menor no lo escucho bien, pidiendole que repitiera lo que dijo, pero en eso llegó ese carruaje de esperanza pura, algo que le dio asco a Lucifer, ya sabía quienes habían llegado en el, y no estaba de humor.

—Oh, Luzbel.— La voz aguda de ese ángel irritaba sus oídos.— Mi querido hermano, y con un alma, que asqueroso, ¿tu estirpe bajó?

— Miguel...— Pronunció el Rey del infierno.

—¿Tu eres...?

JiMin se levantó inquieto, con miedo en su rostro.

— Puedo explicarlo, hablemos. — Dijo levantándose de igual manera, suplicando un poco de tiempo.

— Mentiste. — Se dio la vuelta y corrió hacia el bosque frondoso de delante, Luzbel solo pudo dar un resoplido.

— Creo que le pase a decir algo que no querías que se enterara tu amiguito.— Alzó los hombros con desinterés, acariciando a los caballos blancos y majestuosos de la carroza.

— Luzbel, espero que estés bien, nosotros también lo estamos. — Carraspeo una voz grave y elegante que salía del carruaje. — Te enseñé modales y ni un hola fue hacía mi persona, así que me dispuse a hablar ya.

— Padre, es un gusto verte después de un año. — Habló, agachando la cabeza, en forma de respeto.

— Terminemos rápido, pensé que nos ibas a recibir en las puertas de tu asqueroso cementerio de almas, pero, veo que elejiste un lugar más pobre. — Habló Miguel, el cual fue fulminado con la mirada de Lucifer, señalando que dejara de bromas.

— Te haré comida de mi mascota si no paras. — Escupió.

Una expresión de terror quedo puesta en su rostro.

— Terminemos esto luego, ya no quiero soportar la fastidiosa cara de ángel de Miguel. — Chasqueo la lengua.

Se subieron al carruaje nuevamente, ahora con Lucifer en él, llegando a las puertas del infierno entre charlas sobre arreglos del reino de abajo. Luego de unas largas 3 horas, terminaron en una balsa, cruzando el río de almas.

— Las almas de los pisos 15 y 16, hay varios no anotados en los expedientes, revisa eso, hijo. También..— Se detuvo, observando una mano sujetando su largo abrigo. — Que asco. Como decía, muy pocos están logrando el descanso eterno, así que será mejor ya acabar con sus vidas, a los de pecados menores, como robar, pasarán un tiempo en el area oscura antes de volver a la vida y a los violadores, traficantes y todos de esa clasificación, torturalos cuanto quieras, no quiero que vuelvan a tener una vida más.

— Bien, lo haré. — Agradeció para sus adentros que esto esté terminando. — Padre, hay algo que quiero hablar contigo.

— Soy omnipresente, sé de que quieres hablar, es esa alma, JiMin, ¿no?, no lo vemos mucho, se la pasa en el mundo de los vivos, no entiendo con qué objetivo.

— Devuelvelo a la vida.— Pidió serio.

— Sabes que eso es demasiado trámite, lleva casi 23 años muerto, nadie de su círculo a vuelto a nacer aún. — Habló, evitando todo tipo de petición, excusándose.

— Hazlo, sé que puedes hacerlo, nunca te he pedido nada, nunca. — Un tono de rencor se sintió, y esa aura amenazante que emanaba el Rey.

— Lo pensaré.

Lucifer asintió, dándose cuenta que ya habían llegado a su destino, el otro lado del río de almas.

— Piénsalo bien, Luzbel, lo perderás por mucho tiempo si me haces esa petición ahora mismo.

Este solo se dispuso a guardar silencio, su arrepentimiento y su ira lo estaba carcomiendo por dentro, ¿era demasiado injusto por querer darle otra oportunidad de vida?, lo odiaba ahora mismo por mentirle todo el tiempo que pasaron juntos, y no sabía si lo volvería a ver algún día de estos.

Un grito de dolor de escucho por cada piso del infierno, tenía que deshacerse de esa culpa que siempre tenía por no ser el hijo perfecto del querido Rey de los cielos, de esa culpa que estaba al tanto de las consecuencias de lo que quería, no estaba seguro, odiaba no estar seguro, era Lucifer, el Rey del infierno, pero tenía sentimientos aunque no lo demostrara, y eso mismo le dolía cada vez más, y no soportaba ser tan débil ante el mismo.

Pido por Lucifer...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora