Cuando me desperté, salí disparada de la cama y me puse unos vaqueros oscuros y una blusa blanca. Peiné un poco mi cabello y salí pitando hacia la puerta principal, no podía esperar ni un segundo más para salir de ese infierno.
Cuando me iba a montar encima de Cerbero, Hades me detuvo.
―¿No te despides de tu amado marido? ―una sonrisa pícara ocupaba su rostro.
Rodé los ojos y le di un abrazo rápido. Antes de que pudiera reaccionar, él alzó mi barbilla y me dio un beso corto en los labios. Llevábamos casados unos mil años y muy pocas veces me había besado. No penséis mal, él era muy guapo y todo eso, pero no le quería.
―¿Por qué me has besado? ―dije aún sorprendida.
―Porque te quiero, Perséfone, te quiero de verdad.
Esa respuesta me sorprendió aún más, ¿qué me quería? ¿Qué significaba eso? ¿Antes no me quería y ahora sí? Abrí la boca para decir algo pero él ya se había girado para irse.
Me subí encima de Cerbero para marcharme. La cabeza me daba vueltas, y no sabía si era por el beso o por la respuesta.
Cuando llegaba la primavera y salía del inframundo, normalmente me quedaba en el mundo de los humanos. Podía hospedarme en el Olimpo, pero prefería estar en ciudades humanas. Me recordaban a mi añorada y feliz vida con mi madre.
Llegamos a Atenas rápidamente. Me despedí de Cerbero y este se marchó.
Me dirigí a mi apartamento. Hades no sabía que tenía un apartamento en Atenas, ni siquiera sabía que me quedaba allí.
Al entrar, todo estaba exactamente como lo había dejado el año anterior.
Tenía un tamaño perfecto, ni muy grande ni muy pequeño. Una moqueta rosa pastel cubría el suelo y las paredes blancas estaban decoradas con cuadros de la naturaleza. Un gran ventanal que daba a un pequeño balcón ocupaba la pared izquierda. Delante de este, había un sofá mullido y muy cómodo de color crudo. El centro de la estancia estaba ocupado por una televisión de plasma, y debajo de esta, había un mueble de madera de roble con un DVD y un par de películas. Detrás de las puertas del fondo, se encontraba el baño, la cocina y el dormitorio.
Después de ver dos películas, estaba ya más que aburrida, así que decidí ir a dar un paseo.
El centro de Atenas estaba precioso. Las tiendas estaban decoradas con motivos florales y con carteles que indicaban que la primavera ya había llegado. Árboles verdes y parterres con flores decoraban el hermoso y vivo paseo. Vi una cafetería donde servían platos con muy buena pinta. Como ya era hora de comer y tenía hambre, entré.
Me senté en la mesa que estaba más alejada del gentío e inmediatamente un camarero vino a tomarme nota. Su pelo castaño estaba despeinado y sus ojos oscuros y penetrantes me miraban. Un rizo le tapaba medio ojo. Era alto y los músculos se le marcaban debajo de su camiseta negra. Una sonrisa de suficiencia ocupaba su rostro.
- ¿Que va a querer esta belleza para comer?
Genial, me había tocado el chico arrogante.
-Unos macarrones con queso -contesté secamente.
Su sonrisa se ensanchó.
-Unos macarrones con queso para el bombón de la mesa tres -gritó el chico.
-¿De qué vas? -mi ira aumentaba por momentos.
-Vaya -susurró y se acercó a mi oreja-, guarda tus garras, "gatita".
Casi sin darme cuenta, mi mano se movió y le di una bofetada. En la cafetería había mucha gente y nadie pareció percatarse de lo que pasaba.
El chico se quedó patidifuso y se puso la mano en la mejilla que le había golpeado. Se marchó sin decir nada y después de esperar unos minutos me trajo mi plato de macarrones.
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Memorias de una diosa enamorada
Short StoryAunque parezca mentira, los dioses también se enamoran. Mientras que Perséfone permanece en el Inframundo en contra de su voluntad, el amor de su vida está esperándole ahí fuera. El problema es que su marido, Hades, es muy celoso y hará lo que sea p...