El día estaba soleado y era primavera, tenía tiempo libre como en la mayoría de las tardes. Iba a la escuela por las mañanas, hacía sus labores cuando llegaba a casa y tenía el resto del día libre. Libre, aburrido y solitario.
Respiró hondo, se sentó en la acera de la calle frente a su casa. Se sentía patético. No había razón, sólo quería tomar un poco de aire antes de gastar su tiempo en sus tareas y labores que lo agobiaban constantemente.
Sus manos tomaron su cabello, se exaltó cuando escuchó maldecir a su vecino de enfrente, lo observó cerrar bruscamente la puerta de su casa.
Le miró mal.
Que sujeto tan sombrío. Pensó.
Podría ser un mal día quizá. Pensó nuevamente.
Se había sentado en la acera frente a él, con las manos en las mejillas y las cejas fruncidas. Era una vista contraria a la actitud que había florecido de él hace unos segundos atrás.
Lilian le quitó la vista de encima, aún así podía sentir sus ojos apuntándole al rostro, aunque no podía deducir exactamente con que intención, la situación se estaba tornando bastante incómoda. Bastante incómoda para él que no podía sostener la mirada de nadie por más de cinco segundos.
Se levantó y caminó hasta allí, se paró frente a él y lo miró desde arriba. El sujeto tenía la piel pálida y los ojos verdes.
Ojos verdes. ¿Por qué la gente tiene colores en los ojos? Siempre se preguntó sobre aquella suerte que tenían de que no podían pintar su vida de color de rosa, pero sí de colores verdes o azules. Y a él entre tanta variedad le había tocado marrón. Su vida no podía ser peor.
El sujeto de ojos verdes quitó las manos de sus mejillas y miró desde abajo a Lilian, enmarcó una ceja.
— ¿Quieres salir a tomar un café conmigo?
Preguntó Lilian, Lo miró de forma curiosa, aun si no le sostenía la mirada, mantuvo su postura aparentemente segura.— Estamos a cuarenta grados.
– Cierto.— Lilian pensó y ladeó su cabeza.— Bien, ¿un helado?
— Mis dientes son sensibles.
Lo estaba rechazando
Si bien no era tonto, no había dejado de insistir porque no sabía de que forma darse la vuelta para irse sin sentirse avergonzado.
Bufó abrumado.
— Un no estaría bien para mi.
Habló dudoso y sonrió de lado.— Unas palomitas de maíz estarían bien para mi.
Le respondió, ¿A qué estaba jugando? A ese paso Lilian ya estaba altamente incómodo consigo, pero no podía detenerse así mismo.
No iba a ser el primero en ceder y perder la victoria de a dónde sea que vaya esta plática.
— Entonces, ¿quieres salir conmigo?
Terminó preguntando, y apretó ambas manos detrás de su espalda. Le estaban sudando definitivamente.— Quiero palomitas.
Elevó sus cejas y terminó sonriendo, pasó su mano por su flequillo para después extenderla al rizado de ojos verdes.
— Okay.
Después de que Ander haya tomado la mano de Lilian para poder levantarse, caminaron toda la tarde y se olvidaron de comprar las palomitas.
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