tres

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Había caminado por las calles de la ciudad, pero esta vez en cuatro pies.

No tenía idea de cómo, pero quizá le habían dado más de dos vueltas a la ciudad. Y no era porque su acompañante fuera un gran platicador, en realidad el sujeto solía emocionarse con cualquier cosa que viera a su paso y solía llevarlo hasta allí, señalándole como si no estuvieran viendo lo mismo ambos al mismo tiempo.

Le causaba gracia.

— Alex.

— No. — Él negó seriamente repetidas veces.

— Matthew.

Se quedó en silencio unos segundos y Lilian detuvo sus pasos.

— ¿Acerté?

— No, pero me hubiera gustado.

Ander elevó sus hombros y Lilian se volteó para seguir caminando.

— Me rindo.

— Vamos, sólo llevas dos intentos.

Intentó sonar alentador, le pareció gracioso porque para Lilian este juego se estaba volviendo cada ve más desesperante.

— Claro, de miles de nombres que existen en el mundo. Que alivio.

Se detuvieron frente a sus casas, Ander le elevó una ceja a Lilian con superioridad.

— Bien, yo adivino el tuyo.

Propuso.

— Es un poquito imposible, ¿no?

El de ojos verdes se cruza de brazos.
— No lo creo, vamos.

— Bien.
Lilian suspiró.

— Lilian.
Dijo con simpleza mientras miraba las uñas de sus dedos. Estaba casi seguro de haber obtenido la victoria, cuando miró los ojos atónitos del chico.

Lilian le miró atónito, sus labios quedaron entre abiertos y negó unos instantes.

— Pero...¿cómo lo adivinaste?

— Mira, Lilian. — Habló el rizado  enfatizando en el nombre del castaño. — Estuve analizando tus movimientos, cada uno. Me centre en lo simétrica que es tu rostro y deduje que tal vez tengas descendencia francesa, y ¿quién es francés? ¡Tu nombre es francés! así qué como toda raza mezclada, lo supuse.

Los labios de Lilian quedaron entre abiertos, en verdad había sido tomado por sorpresa. Ahora tiene la idea de que el chico es mágico.

El rizado le guiñó un ojo. — Además, me ayudó un poco tu collar.

El de ojos verdes caminó hasta la puerta de su casa sonriendo con gracia y Lilian volteó hacía su collar en donde se encontraba en letras pequeñas su nombre plasmada en la plata.

Lilian volteó en dirección del chico y giró sus ojos.

— ¡Espero nunca te pierdas! — Dijo riendo — ¡Soy Ander!

Le gritó mientras se despedía con su mano de lejos, agitándola de un lado a otra antes de entrar a su casa.

Ander, Ander, Ander.

Si es sincero, ese nombre resonó más de tres veces en su cabeza.

Un millón de razonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora