cinco

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Estaba nublado y estaban ambos en el pasto frente a la casa de Lilian sobre el césped, como si hubiera tenido el trabajo más duro de su vida aparte de existir.

— Hoy amanecí con ganas de morirme.

Ander lo miró perplejo.
— ¿Es posible eso?

— Es bastante posible.

Ander asintió un torpemente.
— Lo siento, ¿podría hacer algo para mejorar eso?

— No.

— Okay.

Ander siguió con sus brazos cruzados mirando la inmensamente nube gris que estaba frente a sus narices.

— Bueno, sí.

Dijo el castaño levantándose rápidamente y sentándose sobre el mismo lugar en el que estaba acostado.

— ¿Okay?
El de ojos verdes lo miró curioso y se sentó de la misma forma.

— ¿Te lo digo o no?

— Okay.

— ¿Me abrazas?

El rizado elevó sus cejas inconscientemente mientras mantenía sus labios entre abiertos y su mirada pacífica.

— Hace mucho nadie me abraza y olvidé mi chaqueta. — Lilian intenta acomodar su garganta. — Tengo frío y el cuerpo produce calor y tal vez si siento algo ya no tenga ganas de morirme porque...

Ander se abalanzó repentinamente colocando sus brazos al rededor de los de Lilian tratando de cubrir lo más posible.

— Bien, ¿Lo estoy haciendo bien?
Preguntó el rizado relamiendo sus labios desde la espalda de Lilian.

— ¿Cómo sé cuando alguien me da bien un abrazo?

Preguntó Lilian con sus ojos tranquilamente cerrados y su cabeza sobre el hombro de Ander

— ¿Te estoy dando calor?

— Sí.

— ¿Te estoy apretando demasiado?

— Sí.

— Entonces lo estoy haciendo bien.

Lilian sonrió y negó, para después empujar a Ander mientras ambos reían.

— La verdad no suelo dar abrazos, Lilian.

Mencionó el de ojos verdes y la sonrisa de Lilian casi desapareció.

— ¿No te gustan?

— Bueno, la verdad es que no estoy muy acostumbrado.

El silencio de Lilian duró por dos segundos

— ¿Pero lo hice bien, no?
Rompió ese incomoda momento Ander con su gran sonrisa de esquina a esquina.

¿Qué si lo había hecho bien?
Ojalá los latidos de su corazón pudieran gritar.

— Uhm, más o menos. Estás...— Lilian estiró los brazos de Ander a los lados.— Un poco tieso.

Ander bufó y apartó sus brazos del agarre de Lilian. Para ser honesto, era un sujeto bastante alto y delgado, más bien, en línea, y era demasiado blanco. Como si no hubiera tomado el sol hace mil millones de años.

Quizá lo estaba mirando más de lo normal.

— Me iré con todo y mis brazos tiesos.

— ¿A dónde irás?

Ander hizo una mueca y volteó a ver a Lilian nuevamente.
— ¿A veces no quisieras ir a un lugar tan genial que te den ganas de morir allí?— Lilian asintió entusiasmado.— Bueno, yo también, peor pues solo iré a mi casa.

Ander se estiró de un lado a otro, levantando sus manos hacia el sol, los rayos diminutamente delgados rozaban sus cabellos, aquellos rizos color marrón qué por la luz del día parecían cobrizo. Era como una especie de vampiro qué se alimentaba del sol pasa verse más bonito.

Lilian no sabía que decir.

Hasta que miró a Ander a diez pies de distancia de él, yéndose. Había estado caminando de espaldas y definitivamente no le había quitado la mirada de encima.

— Lil, ¿te puedo decir así? — Habló un poco más fuerte de lo normal para que Lilian lo escuchara desde su lugar. Él asintió.— Te prometo que te llevaré conmigo.

— ¿A dónde iremos?

— A un lugar tan genial, cuando lo encuentre, te llevaré conmigo.

Lilian sonrió y asintió. Era la primera vez que alguien le hacía una invitación tan compromtededora.

Pero él ya se sentía genial.

Últimamente.



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