Fue entonces cuando mire al techo y sentí que ya no había nada más, sentado sobre mi butaca roja en mitad de un salón blanco observaba el denso humo del que sería el último puro que me fumaría.
Me levante cansado, tantos años cargados en mi espalda que pesan mil y una toneladas hicieron mella sobre mi rostro y en una mueca infinita de dolor, agarre el bastón.
Un pie, luego el otro y así sucesivamente, tenía que pensarlo, no perder el equilibro, llegar a fuera, a la puerta de esa casa que me vio crecer, al mismo punto en el que pronto sentiré paz.
Gire el pomo de la puerta aún fatigado por el trayecto y me asomé a la calle, tanto tiempo hacía que no veía el sol... toda la calle estaba iluminada y yo solo veía gris, luego borroso y luego negro.
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historias para dormir feliz
Literatura faktupequeños cuentos cortos para alegrar las noches.