Ella, colgada boca abajo, miraba el infinito azul verdoso del que pronto sería parte, ya podía ver casi como su carne iba a desaparecer poco a poco por culpa de esas criaturas, y estaba impaciente, llena de ganas porque le sacasen los ojos y le arrastrasen a lo más profundo.
Porque se lo merecía.
Se merecía sufrir, sentirse el ser insignificante que era, no se merecía llorar, se merecía ahogarse en sus penas, se merecía sentir dolor y mazazos todas las mañanas cuando pensaba que tendría que seguir viva como mínimo un día más.
Pero ahí estaba, colgada, deseando ser devorada.
Y ni ese placer le dieron, la soga que la sujetaba volvió a subir.
Y no la dejaron morir.
Optaron por hacerla sufrir.
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historias para dormir feliz
No Ficciónpequeños cuentos cortos para alegrar las noches.