Desperté. Me hallaba tendido en la hierba rodeado de árboles, humedad y niebla. Estábamos en medio del bosque y hacía bastante frío. La tenue luz que se colaba entre las ramas me indicó que debía ser muy temprano por la mañana. Me incorporé poco a poco.
Brent me miró fugazmente antes de volver a lo que estaba haciendo. Se hallaba a unos cuantos pasos lejos de mí, sentado sobre una enorme piedra, al lado de una fogata que él mismo había hecho. Había ensartado algo que parecía ser un conejo sobre un palo de madera, lo había limpiado y se disponía a cocinarlo.
Me levanté y noté que mi ropa se hallaba sucia, llena de tierra y pasto pegado por todas partes. Intenté sacudirla, pero no había mucho por hacer, así que la dejé como estaba y me acerqué a la fogata de Brent.
Debo admitir que ese chico me intimidaba mucho. Con solo mirarlo asando ese conejo, se notaba que sabía perfectamente lo que hacía. A pesar de todo lo que había pasado la noche anterior, la expresión de su rostro no demostraba miedo, sino tranquilidad. Yo, en cambio, no tenía idea de qué sería de mí a partir de ese día.
—Buenos días, caballero— Intenté saludar con la elegancia digna de un príncipe, pero dadas las circunstancias, sonó bastante ridículo.
—Buenos días— dijo a secas, sin siquiera mirarme.
—Te llamas Brent, ¿no es así?
—Sí.
Por un segundo dudé, pero luego me senté sobre el pasto frente a la fogata y extendí mis manos para calentarme con el fuego.
Permanecimos en silencio mientras se asaba el conejo. Sólo se oía el canto de los pajarillos entre los árboles.
—Y... ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué te arriesgaste para salvarme? Los otros caballeros no lo hicieron —pregunté. Simplemente no entendía por qué lo había hecho y necesitaba saberlo. Sus ojos verde miel se fijaron unos instantes en mí y luego desvió la mirada.
—Por honor —dijo, después de unos instantes de silencio—. Es lo que mi padre me enseñó. Siempre hay que hacer lo correcto.
—Viktor es una gran persona. Seguramente también es un buen padre.
—Lo es —aseguró —. Además, En cierta forma, mi familia está en deuda con la tuya. De no ser por el Rey Mohir, mi madre habría quedado viuda y mis hermanos y yo seríamos huerfanos de padre.
—Hace trece años mi padre salvó la vida de Viktor, prácticamente a cambio de la suya—murmuré con nostalgia.
Por la expresión que tenía en el rostro, parecía molesto.
—Pero no pareces muy contento de haber hecho lo que hiciste— me atreví a decir.
Por un segundo, sentí que me miró con rabia y luego habló.
—¿Y cómo quieres que esté, eh?—dijo, alzando la voz—¿Debería estar feliz? ¡Ahora mi vida peligra! Seguramente deben estar buscándonos ahora mismo para matarnos. ¡No sé que fue de mi padre después de que lo vimos anoche en el castillo! ¡Tampoco sé qué harán con mi madre y mis hermanos cuando descubran que mi padre y yo les ayudamos a huir a ti y a la reina! —de pronto el miedo se reflejó en su rostro.
Se levantó de un salto y me extendió el brazo para que tomara el conejo. Con una mano temblorosa agarré el palo donde estaba el animal y luego Brent dio media vuelta y se alejó unos pasos.
—Puedes comértelo, yo no tengo hambre— dijo, antes de perderse entre los árboles.
Me sentí mal por él. Ese chico verdaderamente había arriesgado su vida por mí y en realidad tenía mucho que perder. Seguramente habrían capturado a su familia, y en esos momentos los estarían interrogando. Solo espero que no les hagan daño, pensé. Sentí un nudo en el estómago y ganas de vomitar.
Por si aquello no fuera suficientemente malo, aún tenía que lidiar con mi propia situación. Ahora era un fugitivo de mi propio reino. Todo por culpa de mi tío. Esto era demasiado difícil de asimilar. Además no tenía ningún plan, ni idea de cuál sería mi siguiente paso. Si regresara para buscar a mi madre, seguramente sería muy peligroso con tantos guardias por ahí, y si llegaran a capturarme, todo el esfuerzo de Brent habría sido en vano.
Intenté imaginar qué diría mi madre o Viktor en una situación así. Tal vez lo mejor era alejarme lo más que pudiera del bosque. Tal vez ir hacia el sur, hasta las afueras del reino. Ocultarme en alguna aldea entre el reino de los bosques y el reino de hielo. Ahí tal vez no me buscarían y podría pasar desapercibido, con una identidad falsa podría vivir sin problemas. Por lo menos sin el problema de ser buscado por los guardias.
Tendría que vivir como cualquier aldeano del reino, y eso me asustaba. Ahora que lo pensaba, soy bastante inútil. Pero daba igual, porque era el mejor plan que se me ocurría.
También estaba el hecho de que Brent me acompañaba. Tal vez él podría huir hacia una dirección distinta y fingir que intentó atraparme pero me perdió el rastro. Eso seguro que lo salvaría a él y a su familia. Y con respecto a su lucha con el otro caballero, podría argumentar que quería ser el único ganador de la recompensa.
Por más que le di vueltas, no se me ocurrían mejores planes.
Mi estómago rugió de hambre, y sin mucho ánimo, le di unos bocados a la carne de conejo que yacía en mis manos.
Un rato después Brent aún no había regresado. No lo culparía si me hubiera abandonado y regresado al reino, pero mi instinto me decía que no era así. Decidí irlo a buscar en la dirección en la que lo vi alejarse. Caminé unos cuantos pasos entre los arboles y la vegetación, hasta llegar a lo que parecía un pequeño río, cercado por musgo y enormes piedras.
El caballero estaba ahí. Se había despojado de su armadura y de su camiseta, y se lavaba una fea herida en el costado.
—¡Estás herido! —exclamé, acercándome a él. Me daba miedo. Jamás había visto una herida grave en alguien. Y saber que había sido por mi culpa me hizo sentí peor.
Brent no dijo nada, solo contempló como me acercaba a él con el miedo reflejado en mi rostro.
—Anoche el otro guardia me hirió con su espada. No le di mucha importancia, pero... — no terminó la frase.
Cuando llegué a su lado, el agua del pequeño río me llegaba un poco arriba de las rodillas. Su herida se veía peor de cerca. Aún sangraba.
Por un segundo creí que me iba a desmayar de la impresión, pero traté de ser fuerte. Lo admito, soy un cobarde y no soy digno de ser el príncipe, pero así son las cosas. Lo habían herido por mi culpa. Su familia estaba en peligro por mi culpa. Sin poderlo evitar, una lagrima resbaló por mi mejilla.
En ese mismo instante sentí una extraña calidez en mi pecho y al bajar la vista noté que el medallón, más bien la joya que colgaba de mi cuello, emitía un hermoso resplandor de varias tonalidades del color verde. Era hermoso.
Alcé la vista y mire a Brent, quién me devolvió la mirada. Estaba completamente asombrado al igual que yo. ¿Por qué estaba brillando? ¿acaso la joya sabía que necesitábamos de su poder?
De pronto caí en la cuenta de qué no sabía como usarla. Aún así, no perdía nada con intentarlo. Tomé el medallón con mi mano y lo acerqué a la herida de Brent.
—Por favor —murmuré.
El resplandor se hizo más intenso, hasta llegar a ser prácticamente cegador, pero un segundo más tarde desapareció, y también la herida de Brent se había ido.
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El príncipe y el caballero
RomanceOliver es un príncipe de un reino asombroso. Brent es un caballero real que sirve a la familia de Oliver. Aunque parezca que no tienen nada en común, pronto sus vidas se verán entrelazadas por tragedias que darán paso a grandes aventuras, y entre el...