Capítulo. 7

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Edmund se encuentra en una celda, con los tobillos esposados, al lado de el había una bandeja con un trozo de pan y vaso de agua. Tomo el trozo de pan, lo muerde al hacerlo sentirlo duro y rancio así que lo vuelvo a dejar en la bandeja; toma el vaso con agua, desafortunadamente el agua está congelada.

—Si—, dice una voz en la celda de al lado. —Si no vas a...co...comer...telo —Refiriéndose el pan

Edmund vuelve a tomar el pan, ambos empezaron a arrastrarse, hasta llegar al hueco de la pared que separa ambas celdas.

—Me levantaría, pe...ro...pero las patas.

El menor le pasó el pan e inmediatamente, el fauno comienza a comérselo, observa sus pies mejor dicho sus patas, parecidas a las de una cabra, se recuesta en la pared y se  lleva sus piernas al pecho.

—Señor Tumnus.

—Bueno, lo que queda de mi. Eres el hermano de Lucy Pevensie y amigo de Catalina.

—Eh s...i...si., soy Edmund.

— Sí, tienes la misma nariz. —¿Lucy y Cat están bien?

—Eh.

— ¿Están a salvo? —Le vuelve a preguntar. Los gruñidos y ladridos de lobos hacen que Edmund se asuste.

—No lo sé.

Se escuchan pasos, unas llaves y después como se abren la reja, tanto el señor Tumnus como Edmund se empiezan a alejar.

—Mi policía, ha destruido esa presa. Y no ha entrado a tu familia y amiga —. Le reclama, la bruja blanca Al ver que Edmund no dice nada lo agarra del cuello del suéter, lo levanta haciendo que deje tocar el suelo — ¿Adónde se fueron?

—N..no lo sé.

—Entonces ya no me eres útil —, le dice, arrojándolo al suelo para después levantando su varita, la bruja estaba dispuesta a matarlo.

— ¡Espere! E...el castor dijo algo sobre Aslan —, la bruja baja su varita.

—¿Aslan? ¿Dónde?

—E..h...eh...y...yo...

—Él no es de aquí majestad, él no sabe lo que dice.

—Vuelvo a preguntar ¿Dónde está Aslan?

Edmund no sabía que decirle, mira al señor Tumnus rápido y después a la bruja blanca.

—N...no...n...o...no lo sé. Me fuí antes de que dijeran algo —La reina mira al señor Tumnus, agacha la cabeza. —Q...u...que...ría verla a usted.

—¡GUARDÍA!

—¿Sí, majestad? —Pregunta un ogro.

—Libera al fauno —, oderna la bruja.

El ogro se acerca al señor Tumnus y comienza a golpear los grilletes con un mazo, haciendo que el fauno grite de dolor. Una vez liberado lo arrastra hasta quedar tirado frente a la bruja, todavía sacando quejidos de dolor.

—¿Sabes por qué estás aquí, fauno? —Pregunto la bruja.

—Porque, espero que Narnia sea liberada —responde.

—Estas aquí —comienza a decir la bruja —, por qué él —apuntando a Edmund con su varita —, te delató; por golosinas.

Edmund mira al señor Tumnus asustado, el fauno lo mira sorprendido.

—Llévalo arriba —, ordena la burbuja al ogro. El ogro siguio la orden, toma por los brazos al señor Tumnus y se lo lleva arrastrando—. Prepara el trineo, Edmund extraña a su familia y amiga—vuelve a ordenar, pero está vez, al enano que siempre la acompaña.

Las crónicas de Narnia: El león, la Bruja y el ropero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora