El escudo y el arma.

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-Edgar -susurra mi maestro.

Con la boca llena de sangre que le cae en las ropas, manchando también su cabello grisáceo, los ojos se le han puesto blancos haciendo un último esfuerzo. Sentado en posición de meditación ahora curvado hacia el frente estira la mano intentando alcanzarme y yo la tomo con fuerza.

Abre la boca, quiere decirme algo más.

-¿De nuevo soy lento, anciano?

El maestro da un grito ahogado entre la sangre cuando Alidor me apuñala por la espalda. Siento mi pulmón arder, como si un montón de lava empezara a entrar por él, duele, quema.

Alidor presiona más el cuchillo, siento que mi hombro va a partirse en dos en cualquier momento, no puedo gritar, no puedo respirar bien.

-Demasiado tarde Qaran -me susurra- no salvarás a nadie, no vas a echarme a perder mis planes.

Saca la espada en un sólo movimiento.

-Tú ya no me sirves viejo.

La oscuridad me envuelve entre el dolor y la desesperación de ver a Alidor acabar con mi maestro abriendo tu garganta de un tajo.

-¡Suéltame!

El grito asustado de la sacerdotisa no es lo que me despierta, sino el codazo directo en mis costillas que me hace soltarla y alejarme rodando haciendo presión en el área afectada.

Con la misma velocidad que se levanta Kat se agacha a mi lado al notar el error.

-Lo siento, lo siento, lo siento.

Sus manos buscan ayudarme pero yo estoy decidido a que el dolor y la falta de aire se quiten solos así que sonrío a modo de consuelo.

-Lo siento -no deja de disculparse mientras acomoda mi cabeza en sus piernas- ¿te duele mucho?

Jadeo recuperando aire y cierro fuerte mis ojos mientras me acaricia el cabello.

-Mi error -me quejo- no debí abrazarte sin tu permiso pero no recuerdo en qué momento lo hice.

-Calma, respira, tenemos tiempo

Respiro más lento y profundo hasta que recupero el aliento.

-Siento haberte abrazado, me daba miedo perderte mientras dormía -me sonrojo notando lo que acabo de decir- me refiero a que al despertar ya no estuvieras.

Mierda. En sus labios aparece una sonrisa divertida que intenta ocultar apretando los labios.

-Me refiero a que te pasara algo, ¿si?

Ella ignora mi pregunta sacudiendo la cabeza, palpando en el golpe.

-¿Duele?

-No -hago una mueca de dolor por instinto.

-Ajá -me da un zape en la frente antes de obligarme a incorporarme- descúbrete.

Me quito la playera maldiciendo la naturalidad de mis gestos, dándole la espalda.

Kat se acerca con un frasco pequeño de vidrio, al destaparlo la pomada color crema desprende un olor a árnica y mentol; toma mi hombro, jalándolo para que la vea de frente, me observa detenidamente pasando un dedo alrededor de los moretones y mis cicatrices.

-Tengo una duda.

Con más delicadeza de la que he visto en varias sacerdotisas no sólo trata el golpe que ella causó, sino todos los que encuentra a su paso, tardándose en la herida de flecha cerca de mi codo. Intento no quejarme pero no puedo evitar dejar de moverme cuando intenta sacar la punta.

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⏰ Última actualización: Mar 11, 2020 ⏰

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Ser quien sirve a la muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora