“Andan murmurando que lo nuestro no es debido y le faltan el respeto sin derecho a nuestro amor”
Camino a pasos apresurados, cuando ya estoy a unas cuadras de la empresa de Joel, trato de sacar un poco de polvo en mi ropa y de acomodar mi gorrito rojo.En mi mano se encuentra una bolsita, para que Joel almuerce, que he echo yo.
Sonrió con orgullo, al saber mi logro y camino por la recepción.
Hay una asistente de cabello rojo, y me mira analizando me bien, creo que se ha dado cuenta de mi remera rota.
—Si vienes por caridad, déjame decirte que eso son solo los viernes, y lo llevan a un punto fijo, niño. —dice mientras ve sus uñas.
Suspiro pensando mi palabras, y tratando de memorizar las para no trabarme.
—Yo soy Erick— ella me mira con desinterés y teclea algo— vengo a ver a Joel.
—¿Y usted es algo de el?— pregunto.
Memorizo lo que me dijo Joel la última vez que me vio.
"Si preguntan si tu eres algo mío di que no" su palabras llegan y hago un pequeño gesto con mi cara.
—No.
Sonrió al poder decirlo.
—¿Y entonces para que quiere verlo?
—Po- por qué si.
Ella rueda los ojos frustrada y marca a un número.
—Hola, hay un chico aquí llamado, Erick. Dice que quiere verlo.
Murmura un par de cosas más, y al cortar me mira con una sonrisa.
—El dice que no conoce a ningún, Erick, adiós, niño.
Mi labios tiemblan, y trato de decir que el si me conoce.
—P- pero yo soy Erick —mis manos empiezan a temblar y mis ojos se llenan de lágrimas que amenazan salir.
Ella sonríe con satisfacción y vuelve a levantar el celular.
—Saquenlo de aquí— dice y al girar mi cabeza hay dos hombres, sujetándome de los brazos.
No trato de hacer fuerza para soltarme, solo dejo que me lleven hacia afuera.
Me empujan al suelo, haciendo qué mi mano se raspe por el golpe, me pican los ojos y me duele el corazón.
Ellos se van riéndose, miro mi mano y está lastimada, al tocar mi labio reaccionó que golpeó contra la acera y está sangrando.
Me levantó, y veo el cielo todo gris. Va a llover, suelo ser rápido y correr hasta mi casa, por qué me duele todo.
Soy el chico que todos conocen, pero Joel finge que no.
Ayer me estaba diciendo, que me quería y mucho.
La bolsita de sandwiches que tenía, se encuentra toda sucia, y ya estoy llorando.
Lo había echo con mis ahorros, y ahora ya no se pueden comer.
Tonto Erick.
Paso por la casa de Johann, y tocó el timbre, su mayordomo sale y me sonríe.
—Erick, viniste.
Su sonrisa es contagiable, pero ahora no encuentro sentido de sonreír.
—Ven entra, Johann está en la sala, revisando unos papeles.
Asiento, antes de decirle un gracias y paso por aquella puerta grande.
Voy hacia donde Juan me ha mandado, y ahí está con solo un pantalón.
—H-hola— digo con mi voz temblorosa, el se da la media vuelta, y me sonríe pero esa sonrisa se va al ver mi estado.
—¿Que te paso, Erick?— pregunta.
—Yo solo m-me caí, fui algo torpe, ya sabes co- como soy.
El asiente y mira mi bolsita con confusión.
—¿Fuiste a la empresa de Joel y te sacaron, no?
Asiento ya llorando y el me abraza.
—Ya te eh dicho millones de veces, que el no te ama, eres muy chico para el y eso no es debido.
Me separó del abrazo y lo miro con el ceño fruncido.
—El si lo hace, solo que no pueden vernos juntos, por qué si no la gente va a criticar nuestro amor como tú lo haces.
El solo suspira negando y se sienta el la silla de nuevo.
—¿Quieres ir a darte un baño?
—Si, por favor.
—Esta bien, dile a Juan que te prepare la ducha, y hay algo de ropa en mi habitación.
Asiento, y me alejo dándole la indicaciónes a Juan.
No tardó mucho dándome un baño, así que en menos de diez minutos ya estoy afuera, sentado al frente de Johann.
El tiene un botiquín, curando mi labio y me sonríe casa cuánto nuestros ojos chocan.
Creo que ya es algo tarde, para ir a mi casa, así que Johann ofrece que me quedé.
Al verlo alejarse de mí le sonrió, y el me mira.
—Tu bolsita está en la cocina— dice.
—Puedes tirarla, ya no sirven.
El me mira con una ceja alzada.
—¿Que?
—Le pedí a Juan, que lo sirva por qué yo quiero probarlos, así que hoy cenaremos tus sandwiches.
Sonrió.
—Gracias.
Son solo unos minutos lo que tarda Juan, trae la bandeja junto a un refresco de naranja.
Johann es un hombre lleno de luz.
—A ver, este es de pavo.
Asiento, y lo mete en su boca.
—Por dios, Erick esta buenisimo— dice con la boca abierta y mete otro pedazo. —¿Querés ser mi chef personal? Por qué esto está buenísimo.
Niego con la cabeza y río.
—No se habla con la boca llena.
El se disculpa, pero lo vuelve a hacer.
Johann es el único amigo que no le avergüenza mi estatus económico.
Reir hace que mi corazón se cure un poquito y ya no duela mucho.

ESTÁS LEYENDO
Que se mueran || Joerick.
AcakQue tú tienes treinta y yo apenas dieciocho, son numeritos que fastidió.