Capitulo 1.

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Sujeto el vaso con ambas manos, aunque el calor de la sopa hace tiempo que se perdió, tengo el cuerpo bastante tenso del frío invernal que penetra por la ventana de la habitación del hospital. Si apareciera ahora mismo mi padre no sabría muy bien justificar porqué hice lo que hice, simplemente no quería ver a nadie, estaba agotado, inmóvil, soy una roca apoyada en esa cama tan dolorosa llena de muelles, solo puedo observar con impotencia la sopa que me había traído una enfermera muy amable de unos 23 años, muy joven y guapa. A medio día los pacientes podrán recibir visita y aún no tengo muy clara la justificación que le tendré que dar a Ben. Me pregunto si mi padre le habrá dado de comer a Barn, mi perro. Seguramente no, soy el único que se preocupa por ese precioso perro de pelaje color canela, ojalá la visita que reciba sea la de Barn y no la de mi padre. Suena la puerta y el sonido invade mi pensamiento y me devuelve al planeta Tierra.

- ¿Se puede? -Dice un chico de unos 25 años, el uniforme le delata, es un enfermero.

- Sí, - Respondo con la voz un poco rota por el cansancio.

No me he mirado todavía al espejo, pero seguramente estaré con un estado físico realmente malo. Si estuviese en mis manos daría marcha atrás para evitar hacer la locura que hice. Realmente no tiene justificación, simplemente no veía otra salida y estaba emocionalmente destrozado.

- ¿Cómo te encuentras Philiph? – Me devuelve a la realidad el enfermero, Chad. Me fijo en la placa que lleva reflejado su nombre en la esquina derecha de su uniforme.

- Es sólo Lip – Hago una pausa para darle a entender que no me gusta mi nombre completo.

- Me encuentro como una mierda – Respondo finalmente.

Veo como se echa a reir, Chad es realmente guapo, tiene el pelo rizado, es alto y tiene una sonrisa que te hace olvidar todo lo malo, pero no me encuentro en condiciones de flirtear ni mucho menos, tampoco sé si le gustaría.

- Es normal, después del chute de pastillas que te has metido no sé como estás despierto tan pronto, te tuvieron que hacer un lavado de estómago y porque tu padre te encontró a tiempo, fue una estupidez – Concluye haciendo énfasis en la última palabra.

No tengo nada que justificarle, tampoco encuentro las palabras indicadas para justificar lo que hice, decido quedarme como mejor estoy, callado. Estar en esa habitación y en esa situación me producía una gran ansiedad, quería salir, quería olvidar todo lo malo que me estaba pasando y escapar, escapar de la cruel realidad. Mi madre había muerto y tenía que intentar superarlo o al final me acabaría volviendo loco.

- ¿Por qué te hiciste enfermero Chad? – Le pregunto sin pensármelo dos veces, la verdad es que seguía todavía un poco drogado por todo el chute de pastillas que ingerí.

El chico sonríe mirando su placa plateada y cae en que me di cuenta de su nombre, confuso me responde.

- No hay nada más bonito que salvar vidas, Lip. – Es extraño, no lo conozco, pero realmente se le ve muy buena persona.

No sé cómo lo soporta, bueno..., si lo sé: porque le gusta el lado positivo de su trabajo. No digo que el lado positivo no sea bueno, pero es que el lado negativo es muy malo, no me imagino estar todo el día viendo a gente morir, a familias sufrir o sonriéndoles a pacientes moribundos para consolarlos porque sabes que les queda poco de vida. Y aquí estoy yo, el típico niñato depresivo intentando llamar la atención consumiendo una caja de pastillas, seguramente Chad piense eso. Sin embargo, desde que Chad entró en la habitación no me había mirado como todos los demás médicos y enfermeros lo hacían. Él me miraba diferente, como compasivo, quizás sentía lastima por mí.

- Lo que hiciste fue una estupidez, el dolor se supera, se afronta, no se intenta disuadir, en esta vida tienes que ser fuerte, Lip – Me responde Chad dejándome totalmente impactado, ante esas palabras tan reflexivas. – Pero te entiendo, concluye al fin.

Me quedo intrigado con lo último que me dice, pero decido no preguntar, a mi no me gustaría que me preguntasen algo tan personal. Termina de redactar unos papeles que tenía en la mano, finalmente los firma y los guarda en una carpeta color negro muy fea que tenía en la axila.

- Si necesitas algo puedes pulsar el botón que tienes a tu izquierda y vendrá una enfermera atenderte – Me dice con un tono muy amable y mostrándome sus dientes perfectos.

- Adiós, gracias - Le respondo devolviéndole la sonrisa.

Al irse Chad me quedo reflexionando acerca de todo lo que me había dicho, dándole vueltas a la cabeza, tenía mucha razón en todo lo que me había dicho. Le doy un trago a la sopa que aún conservaba en la mano, estaba tan fría como el aire helado, es normal, llevo casi media hora con el vaso en la mano. Un ruido desde la puerta reclama mi atención, unos golpecitos intentando entrar, será Chad que se habrá olvidado de preguntarme algo.

- Adelante – Respondo con la voz un poco quebrada.

Para mi sorpresa no es Chad, era mi padre. No me podía hacer el dormido pues ya me había visto despierto, al verme sonríe, realmente se le ve triste, no puedo evitar sentirme mal por lo que hice, pero cuando le miro solo siento rabia hacia él.

- ¿Qué tal la sopa? – Me dice desde el umbral de la puerta, intentando acercarse a mi poco a poco. Se había percatado del vaso que tenía en mi mano.

- Fría y asquerosa – Respondo mostrando mi media sonrisa irónica, aunque sienta mucha rabia hacia él, está aquí y le había dado un buen susto, no podía tratarlo mal.

- La de mamá estaba muy buena, de pequeño te la comías rápidamente y siempre pedías más – Dice Ben con una sonrisa nostálgica mientras me retiraba el vaso de la mano, se había dado cuenta de que no me la iba a terminar.

Aún así no podía evitar pensar en mamá. Es verdad, de pequeño al llegar del colegio identificaba el olor de la sopa de pollo que preparaba, me iba como un loco a la cocina, preparaba la mesa y esperábamos a papá que venía de trabajar mientras nos reíamos y nos contábamos lo que habíamos hecho a lo largo del día. Sin duda era el mejor momento de la mañana.

- Tengo algo que decirte Lip, he decidido que lo mejor para ambos es mudarnos y empezar de cero en otro sitio. – Dice Ben sacándome de mi pensamiento y dejándome sorprendido.

En realidad, en este momento me parece una muy buena idea, tenía ganas de escapar de todo esto y irnos a una nueva ciudad, fuera de todo esto. Total, aquí no me queda nada, no tengo amigos, el colegio lo terminé hace poco, cada metro de mi casa me recuerda a mi madre, tampoco tengo pareja porque no me enamoro de nadie, sólo tengo a Barn, a Ben, el bosque y los arroyos limpios que me producen tanta calma y paz, pero empezar de cero resulta realmente atractivo.

- Me parece una buena idea – Le respondo pensando en mil cosas.

- Estoy deseando terminar de esto de una vez y volver a casa, aún faltan por firmar un par de cosas, pero para la semana que viene todo estará solucionado y pondremos rumbo a Manhattan – Me dice papá mientras se levanta de su asiento y se dirige a la puerta.

La gran manzana, si que es un cambio, actualmente vivimos en Renton, es un pueblo pequeño de Seattle, nací aquí, rodeado de árboles y agua. Irnos a una ciudad tan metropolitana me parece demasiado excesivo, pero Ben tendrá sus razones.

- Me voy a seguir preparando cosas, luego vendré a por ti, seguramente para la noche te den el alta – Me recuerda Ben desde el marco de la puerta, yéndose del lugar.

Miro a Ben desde la cama a través de la ventana y él esboza una sonrisa mientras levanta el dedo pulgar, como diciendo: "todo irá bien". Estaba feliz, Ben no me había pedido ninguna justificación, sé que tarde o temprano me la va a pedir, pero de momento ha querido respetar lo que hice y solo ha venido para estar conmigo, sin intentar echarme nada en cara. Me recuesto en mi almohada, la acomodo, cierro los ojos, intento dormir y detecto que no será difícil, puesto que aún sigo medio drogado, poco a poco me voy quedando dormido imaginado como será mi nueva vida en Manhattan.


Continuará...

Cielo RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora