PRÓLOGO

90 3 0
                                    

De pie frente a su ordenador, no le quita ojo a una foto en la que aparece él de pequeño y su madre, la cuál falleció en un accidente de coche el mes pasado. Una lágrima le recorre la cara hasta bajar a la comisura de su labio inferior. Abrumado por la situación, cierra los ojos y se deja llevar por tales emociones de tristeza y grita.

- ¡Joder!

Al terminar sacude la cabeza de un lado a otro, el chico se da la vuelta y observa, bajo el umbral de la puerta de su habitación, a su padre, mucho más mayor que él, pero bien conservado. Se parece bastante al chico.

- No sé quién te ha dado permiso para entrar en mi cuarto, Ben.

- No necesito el permiso de nadie, es mi casa.

- ¡Si lo necesitas, es mi habitación!

Philiph muy enfadado, se dirige hacia su padre e intenta cerrar la puerta forzosamente, pero él lo evita con el pie, claramente el mayor tenía más fuerza.

- ¡Idiota, todo fue tu culpa!

Aquel comentario enfurece todavía más al mayor, él cual iba en el coche conduciendo el día del accidente.

- Sabes que eso no es verdad, Philiph.

- ¡Me llamo Lip y eras tú el que conducía!

A Ben aquel comentario le duele en lo más profundo de su corazón, aparta el pie y la puerta se cierra de un portazo. Baja al salón principal y no es capaz de procesar aquellos comentarios tan hirientes de su hijo. Se sienta al sofá con los ojos rojos, llorosos, pero no dice nada. Se lleva las manos a su rostro y mira hacia abajo. Aquella situación le venía grande, no puede más. Todo le recuerda a ella, las fotos, su habitación, el aroma impregnado en la ropa de ella... Ha hecho todo lo posible por seguir adelante, por intentar superar tal trauma que había dejado aquel terrible accidente, pero la casa le venía grande, sin poder soportarlo más se dirige hacia la habitación de Philiph, ya había tomado una decisión. Al llegar a su habitación se percata de que la puerta está atrancada, no se abre.

- Philiph, perdón, Lip, abre. – Dice el mayor dándole golpecitos a la puerta.

El chico no abría, pero en esa situación de desesperación a Ben le daba igual, se lanza contra la puerta y la abre haciéndola pedazos, la escena parecía sacada de una película de policías, al entrar observa al joven tirado en la cama y con un bote de pastillas vacío en la mesita de noche.

- ¡Philiph! – Grita abalanzándose contra él para socorrerlo.

El joven estaba aturdido, se había tomado todo el bote de pastillas que le habían recetado a Ben por el accidente, estaba intoxicado al filo de la muerte.

Ben no soportaría que su hijo también le dejase, sin dudarlo llama a emergencias, no tardó ni diez minutos en entrar un grupo de médicos al cuarto, observando que el joven seguía despierto pero aturdido.

- No te preocupes chico, todo se solucionará – Responde el médico, dejando a Lip inconsciente y trasladándolo a la ambulancia. 

Cielo RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora