El vacío de tu Ausencia

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Capítulo III
El vacío de tu ausencia.


Pasiva, una suave brisa con sagacidad se coló en aquel obscurecido cuarto, apartando sin dificultad alguna las coloridas cortinas obstruyendo las vistas ocultas tras la abierta ventana dando libre albedrío de sus interiores, permitiendo que su silueta se marcara en el entablado de roble que era el piso, con un suave y armonioso ondear, meciéndose, ante la grata luminiscencia de la blanquecina luna.

Nada, sereno, susurrante, en los opresivos interiores de esas sombras nada se podía escuchar, nada se podía percibir, más que ese ligero soplido afinándose suavemente contra las paredes. Un sepulcral mutismo se hacía dueño de aquel reducido espacio, plantando el peso del aire como si de un denso montículo de polvo se tratase, consumiendo cada segundo que pasaba, devorando toda vida en sus adentros, mas, aun cuando la serenidad coronara el punto más alto de la siniestra penumbra, un desesperado alarido rompió sin consideración aquel suspicaz velo de secretismo.

— ¡¿Qué hiciste con ellas?!  —Sin refreno, sin bloqueos ni miramientos se alzó amenazando con romper las tónicas de su propia voz—. ¡Devuélvemelas! —Y con ese alzo, un fuerte choque hizo vibrar el suelo, agitano en tenues celajes la capa de polvo que pasivo reposaba camuflándose con el color del mismo.

Más al fondo, diluidas entre el tinte de las sombras el delineado de unas siluetas demarcaban la conflictiva presencia de dos mamíferos, los cuales, distanciados del aura embargando su expresar batallaban una intensa guerra, en la cual, el mayor fulgor poseía la victoria segura; en sus miradas la opacidad del temor de una presa, y el penetrante brillo de la malicia, perteneciente a un depredador, tomaban toda lucidez, pues, entre tanta penumbra era lo poco que se podía distinguir; nada más que el intenso fervor de un destello amarillento, aplacando la voluntad de quien poseía la desgracia, de estar en los interiores de su rango de mira.

—Verá, señor ¿Rowling? —Sin pizca que pudiera turbar la ligereza de su profunda voz, se dirigió sin demostrar mero atisbo de duda, seguro, de ser él quien tejía cada hilo con el que estaba hecha aquella encrucijada, en la cual tenía presa a la silueta desconcertada frente a sí—, no hay nada que me pueda dar a cambio de la libertad de su amada esposa e hija; o al menos no por ahora.

Sin menor complicación el altanero emisor de esa sentencia se viró dando la espalda a quien a duras penas trataba de hacer refuerzo de su valor y compostura, por lograr hallar la calma ante tan asfixiante situación. Brindó una ligera risa, dejando a claras luces las descargar de satisfacción que fluían con premura en esos momentos, y, sin tomar en cuenta los sonoros vientos de hiperventilación tomando vibra a su espalda, comenzó a realzar sus pasos entre la obscuridad. Pretendiendo dejar en la penuria la fuente de las mismas, dejó caer un dado en aquel tablero, el cual, sería el determinante de un terminante fin, o un tormentoso comienzo.

«Vamos, ten la valía, y dale algo de sazón a mi diversión»

No tardó, justo al momento de haber finalizado aquella oración en su mente, el pronóstico que se había planteado, estaba dando los primeros pasos para su apremiante cumplimiento.

Uno, dos; desgarrando el helado hilo de su propia voz elevó sin reservas el alarido contenido de sus frustraciones, y, siguiendo el tentador cántico de sus instintos arremetió con violencia dos pasos, comenzando a seguir un sendero rodeado por un mar de espinos, y pese a ello, detenerse o dar marcha atrás, era una idea translucida, que se desvanecía en un vacío sin significancia. Riñó la dentadura, sintiendo el momento oportuno para lanzar toda su fuerza contra él; llevaba en el opaco origen de los riachuelos descendiendo por sus mejillas, las lúcidas intenciones por destruir la fuente de esa luz que traspasa la tela de la obscuridad, y que hacía hervir con mayor fiereza su sangre, por lo que no lo pensó; impregnó un puño con toda la impureza comenzando a consumirle por dentro, y lo lanzó sin tomar consideración a que fuera un golpe a traición lo que estaba por hacer.

Bajo Un Azul Estrellado (Nicudy) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora