Quebradizos Soplos de dudosa esperanza 1era parte.

14 1 0
                                    


Capítulo V
Quebradizos soplos de dudosa esperanza
1era parte

-Oh, ¿Ya no te haces el duro?

- ¡No por favor!, ¡Detente! -Masculló, deslizando cobardía por aquel ínfimo hilo que apenas hacía audible su voz; alterado, incapaz de poder alzarse de aquel mugriento suelo sobre el que reposaba sentado, retrocedió arrastrándose, perdido, absorbido por aquellos puntos azules consumiendo las sombras, esas que cernían la gruesa tela de un velo negro, apoderándose de aquel lugar-, Te-te daré lo que quieras, ¡Lo digo enserio!, joyas, dinero, drogas, ¿O-o pre-fieres a alguna hembra? ¡Tenemos de todos los tipos y especies, puedes llevarte lo que quieras e irte sin consecuencias! ¡Lo juro!... -Formuló suspendiendo cada palabra sobre su propia desesperación, haciendo de cada sonido apenas distinguible entre los aparentes trabalenguas que soltaba. Retrocedió, no aceptando que ese sendero que se atrevía a recorrer no le brindaría ningún favor, hasta que inevitablemente, se topó con el vil mensajero declarando el fin de la vía, una pared.

-N-¡No! -Masculló, tratando de cubrirse con sus antebrazos al momento en el que retraía lo más posible sus patas traseras, posando ciegamente una vaga cellisca de esperanza, a que esa acción espantara a la aterradora criatura acercándose a cautelosos y tenues pasos hacia él. Se cubrió, ocultando la mayor parte de su vista, dejando pasar sólo la tela de ese áureo fulgor entrando por un agujero anidado en el techo, ese, que no le dejaba ver con claridad lo que habitaba más allá de ese pilar de cálida luz que ahora, le embargaba. Creyó, por un momento que la suerte se cerniría a su favor, creyó, que sus palabras habían surtido efecto, e intuyó, que el ente cuya mirada inquisitiva aun percibía, aguardaba al otro lado, a la espera de una contesta suya. Aunque sólo fueron atisbos traicioneros motivados por su propio temor-. Puedes tomar lo que quier- ¡Ah!

-No me interesa ninguno de tus infames productos. -En un acto apenas perceptible, con una patada desarmó las débiles barreras con las que el aterrorizado animal intentaba defenderse, y casi al mismo tiempo, con la misma pata atacante, le aplastó el pecho, sacando un claro y seco crujido de entre sus costillas al igual que un grito afligido, inmovilizándolo en el acto-. Ya me he cansado de repetirlo cada vez que acabo con alguien. Así que, ¿Me lo dirás, o también tengo de arrancarte las orejas para que aunque sea, me mientas para salvar tu pescuezo?

Suavemente, aquella silueta absorbida por la penumbra rebuscó sin prisa entre las precisas líneas demarcando el escote de su elegante esmoquin, y conservando esa fluidez en sus movimientos, sacó el objeto oculto entre la costosa tela de seda, dejando que un platino destello alumbrase directo en los ojos de su actual víctima -Pero, si de algo estoy completamente seguro, es que no te daré el mismo privilegio en cuanto a tiempo. -Sentenció sin dar reparo alguno al tono amenazante envolviendo el corrosivo papel-regalo de sus palabras, y justo al término de las mismas, nuevamente ese resplandor plata destelló entre el velo de las tinieblas, finalizando con un movimiento brusco, que iluminó las dudas sobre aquel objeto; pesado, metálico, y por su peculiar olor a pólvora, no cabían dudas, era un arma.

-Habla, tienes cinco segundos.

-Cinco. -No le dio el tiempo de pensar siquiera, apenas dio su veredicto, dio marcha a ese inclemente cronómetro plasmado sobre una balanza parcialmente iluminada, que a cada segundo se inclinaba, enjuiciando su muerte-. ¿Dónde está?

-Po-por favor... no, a-ah. -Quejó sintiendo el aire abandonar perezosamente sus pulmones, y en su lugar, dejar una sensación fría que de alguna forma también quemaba como el fuego; un líquido que se esparcía entre gotas y le ahogaban desde dentro, y un fervor que calcinaba su interior, representando sus heridas internas.

Bajo Un Azul Estrellado (Nicudy) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora