Extraña rutina

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Como ya le era costumbre al abrir los ojos el día lunes, se preguntó si realmente valía la pena salir de la comodidad de su cama para ir a recibir los amables, entiéndase la ironía, gritos de su entrenador en la práctica.

Volvió a cerrar los ojos unos momentos, pero el imaginarse las reprimendas aún más grandes que recibiría por llegar tarde lo terminaron convenciendo de levantarse.

Sentía su cuerpo pesado y evitaba inconscientemente el mirar donde estaba guardado su uniforme de volley. Se lavó la cara y esperó con bajas expectativas que nadie se diera cuenta de lo levemente hinchados que estaban sus párpados.

Era el primer lunes tras perder con Karasuno después de todo.

Ya como un hábito desde hace más de un año, tomó el camino rumbo a las escaleras de emergencia, donde una pequeña ventana le mostraba el campo de equitación.

Se sentó y se dedicó a terminar algunos apuntes que le habían quedado pendientes de la clase de física. Cuando ya eran casi las 6, guardó sus cosas y vio la familiar figura entrar trotando desde fuera de la academia, para posteriormente verlo ralentizar el paso hasta detenerse en donde los caballos descansaban.

Formó una media sonrisa al ver a Ushijima acariciar a los animales, apoyándose unos instantes en la ventana mientras se preguntaba cuántos días más podría verlo así antes de que la graduación los separara. De cierta manera, agradecía que el espartano de su entrenador los siguiera obligando a asistir a los entrenamientos aún después de perder, porque de lo contrario tendría aún menos tiempo para verlo.

Se quitó esas ideas de la cabeza y tomando aire apresuró el paso hasta el gimnasio. Acomodó con parsimonia la red, casi de forma automática por tantas veces que había repetido esa acción. Para cuando ya estaba terminando de vendar sus dedos para la práctica, fue que la pesada puerta fue abierta.

—Buen día, Ushijima-san— Lo saludó agachando ligeramente la cabeza.

—Si— Contestó algo distraído— Buen día también, Shirabu.

Miró curioso cómo se acercaba a la red, preguntándose si se trataba de su imaginación el verlo más callado de lo usual.

Cuando giraba el balón en sus manos, cruzó por su mente que probablemente Ushijima fuera el más afectado por no ir a las nacionales. Para bien o para mal, Shirabu había saboreado la derrota en muchos aspectos de la vida, por lo que suponía que la sensación de estar en un equipo tan fuerte iba acompañado del impacto que conllevaba la caída, sin embargo, eso debía ser distinto para quien era alabado diariamente por su amplio talento.

No quería ni imaginarse la caída desde un punto tan alto.

—¿Estás bien?— Se sobresaltó un poco por la pregunta, topándose con sus ojos verdosos confundidos— Estabas poniendo un rostro extraño.

—Si, solo estoy algo adormilado— Respondió tratando de no pensar en lo que para Ushijima es un rostro extraño.

Shirabu se ubicó en su posición acostumbrada junto a la red y por unos segundos sintió que había vuelto a su primer año, cuando se había dispuesto la meta de ser armador titular y se encontró a la misma razón de su meta junto a la puerta.

"¿Sueles madrugar?"

Recuerda que le preguntó mientras intentaba recuperar el aire tras una hora de pases y recepciones a un ritmo que estaba seguro que lo mataría en cualquier minuto. Lo miró sin saber muy bien qué responder, puesto que si le era honesto era el fan número uno de las frazadas de su cama, pero se vio asintiendo.

"¿No te gustaría que entrenemos juntos?"

Solo le costó una semana darse cuenta que el trote a las 4:30 am y el entrenamiento posterior a eso definitivamente no era lo suyo, o más puntualmente, terminaría por matarlo antes de tiempo, por no mencionar tampoco que en realidad el "trotar juntos" eran los 5 primeros minutos antes de ver al mayor perderse kilómetros más adelante, por lo que llegaron a un acuerdo de que no lo acompañaría en el trote, pero sí practicarían pases una vez que llegara.

Si me enseñas a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora