Prologo

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Louis había sido su primer gran amor, Alessa estaba más segura de ello con cada día que pasaba, aun ni siquiera podía mirarlo a los ojos cuando hablaban porque en ellos se encontraba todo lo que alguna vez fue y ya no era. Tirada en la silla de hospital no dejaba de pensar en sus meses juntos, en su primer beso, en sus primeras peleas, en la primera vez que él realmente la miro, todo se había acabado hace más de un año, pero no podía dejar de pensar en él o dejar de preocuparse aunque no era su trabajo. 
Miro a la pelinegra al otro lado de la sala hablando con la mamá de Louis, baja, de ojos marrones, delgada, las pecas mojadas con lágrimas, un sentimiento de celos se asentó en lo más profundo de su estómago viéndola, Coral era la nueva novia de Louis, llevaban unos seis meses al menos, no estaba segura, lágrimas picaron en sus ojos, tomó una respiración profunda, estaba actuando como una tonta. La madre de Louis se acercó a Alessa con cara fatigada, la chica se espero que la echará, no tenía verdaderas razones para estar ahí, sólo su estúpido amor por Louis que Lola, la madre del chico, criticaba cada vez que tenía oportunidad aunque nunca frente a sus narices.

-Alessa -dijo la mujer con voz calmada y apenada, sin cariño, pero a ella le pareció una caricia en comparación a cómo la había tratado en otras ocasiones, le sonrió levantándose, pero la sonrisa no duró mucho en su lugar- El doctor Phils acaba de hablar conmigo, Louis está muy enfermo.

-¿Va a estar él bien? -preguntó recogiendo las cosas para volver a casa, quizás podía venir a hablar con los doctores y preocuparse, pero Louis jamás le permitiría visitarlo en su habitación de hospital, ese no era un derecho que él le hubiera otorgado.

-No lo saben -respondió la mujer derrumbándose en cada palabra, Alessa sujetó su mano animándola a continuar- Es terminal.

-¿No hay nada que puedan hacer?

-Hay una terapia de shock -explicó tapando su cara con la mano, un rayo de esperanza despejo el corazón de la chica por un momento- Pero podría quitarle todos sus recuerdos.

-¿Él... me olvidará?

-Quizás sea lo mejor -respondió con amargura la señora, dejando a la chica bañada en lágrimas y deseando no haber estado ahí en ese momento. 

Al otro lado de la sala, Coral derramaba lágrimas silenciosas preguntándose qué estaba mal con ella, queriendo ser fuerte y dejándose llevar por las emociones, miro la habitación señalada por la enfermera sin sentirse con la fuerza de entrar, habían sido los seis meses más maravillosos de su vida, él era el novio perfecto, él era su primer novio. Y había pasado tres años enamorada de él antes de que la invitará a salir, antes de que todo esto pasará, se preguntó porqué la vida era tan injusta con la gente que menos lo merecía.  

-Coral -escucho que la llamaban, pero esa voz demasiado alta, demasiado egocéntrica era la persona con la que menos quería hablar, ¿qué hacía Alessa allí? ¿quién se creía que era?- Coral, deja de ser tan infantil y actuar como si no me conocieras por una vez en tu vida. 

-¿Qué quieres? -preguntó cansada secándose los restos de lágrimas en sus pomulos, miro a la castaña con furia contenida, tenía el delineador negro esparcido por toda la cara, sus labios usualmente rojos se veían como rosas muertas, no quería pensar en porqué estaba así, porque solo una persona que ama tanto a alguien puede estar así y ella no quería saberlo ni pensarlo. 

-Voy a entrar contigo o sin ti, tú escoges -reclamo con los ojos miel Alessa, quiso enviarle otra mirada de odio, pero se contuvo y lidero el camino con paso firme, al estar frente a la puerta puso la mano en la manija lentamente, sin saber si quería entrar o no, pero no tuvo la oportunidad de decidir, una mano demasiado grande para una chica y con las uñas pintadas de negro se puso encima de la suya y abrió la puerta. Al otro lado, un chico de ojos marrón brillante y el cabello corto enredado sonrió sin fuerza al verlas juntas, ninguna de los dos pudo más que echarse a llorar y entrar. 

Louis las miro intrigado, sabía que Alessa siempre visitaba los hospitales o llamaba a su madre o amigos si sucedía algo, pero nunca la había visto en uno realmente, logró sentarse en la cama con esfuerzo y atrajo a su novia hacia sí besándola suavemente, apenas unos segundos, la castaña aparto la mirada herida por la escena. El chico las miro a ambas, le indico a cada una un asiento y se quedó sin palabras. 

Pero había olvidado que Alessa siempre tenía palabras. 

-No puedes hacerme esto, Louis, no puedes -gritó con las lágrimas cruzándole violentamente la cara, el chico pensó que se parecía mucho a una fiera encarcelada, pero se mantuvó tranquilo, la atrajó y sin importar la reacción de Coral, tomó su mano entre las suyas, pese a todo lo que había pasado entre ellos los últimos años, la hizo sentir segura. 

-Es mi cerebro, Al, no vas a decidir por mí esta vez. 

-¿Acaso quieres olvidarme? -gruñó atrapada entre sus divafaciones, él en seguida entendió que esa era la única salida y se trago sus sentimientos nunca extintos, junto a sus lágrimas. 

-Sí -respondió y creyó poder oír cómo ambos corazones se hacían trizas al unísono. 

-¿Por qué? -preguntó la castaña luchando por contener los temblores que la recorrían. 

-Eres lo peor que me ha pasado, tigrita, no hay nada que quiera recordar de nosotros -contestó, no fue totalmente una mentira, pero el peso de cada palabra lo hundió un poco más en su miseria. 

-Eres un hijo de perra, Figre -lanzó la chica volviéndose tan dura como una piedra, él pudo haberle pedido que se quedará, pero no lo hizo, decidió que era la mejor manera de que eso fuera. Ella se fue sin sollozos, sin nada más que un vacío inmenso donde una vez estuvo el amor más grande que alguna vez había sentido. Quizás debió recordar que algunas veces las llamas vuelven a nacer sin necesidad de nada más que una oportunidad, pero no era su día.  

Coral no pudo sentir alivio, la pieza se sentía demasiado fría y él demasiado pensativo, se levantó de la silla y se sentó junto a Louis en la camilla, acarició su cabello preguntándose cuántas veces más podría hacer eso hasta que él no la reconociera, él tomó su mano, sintiendo su miedo y beso sus nudillos abrumado por todo. No hablaron, pocas veces lo hacían al estar solos, algunas veces porque no tenían nada en común, otras porque no había espacio entre sus besos y unas pocas porque sentarse al lado del otro en silencio era delicioso. 

-Te amo, cariño -murmuró él. 

Alguien debió advertirle que un te amo apresurado puede hacer que las cosas acaben mal. 

-Te amo también, Louis -susurró ella, cometiendo el mismo error. 

La terapia empezó la mañana siguiente, Coral volvió a casa y se dio una ducha preguntándose si sus padres se habían dado cuenta de que no estaba en su cama esa noche, probablemente no, quizás en el día fueran sobreprotectores, pero durante la noche ellos creían en su hija, demasiado pequeña para entender que a veces el amor no es suficiente. 

Cuando la pelinegra llegó al hospital, Alessa ya estaba sentada en la sala de espera, en el frío suelo con un libro en su regazo, la furia la carcomió por dentro, pero no se dejo llevar. Nunca se dejaba llevar. Él la amaba, ¿verdad? no tenía nada que temer. 

Alessa tomaba su café demasiado cargado intentando no dormirse, la noche había sido larga y deprimente, ya no le quedaban cigarrillos y el libro que había traído de la biblioteca cercana no era exactamente bueno, pero la mantenía en pie y lo agradecía. Quizás él dijerá que ya no la quisiera, que era lo peor que le había pasado, quizás él tuviera razón, pero nadie nunca la había detenido a hacer lo que quisiera y defintivamente ni Coral ni Lola eran las dueñas de la sala de espera del hospital ni de Louis, él era suyo. Le gustará a él o no. 

Alessa siguió estando ahí cada mañana, nadie estaba seguro si volvía muy temprano o simplemente se había quedado ahí. 

Coral continúo repitiéndose que ellos se amaban, que no necesitaba nada más, mientras el colegio, su casa y el hospital se adaptaban a su horario. 

Louis en una semana dejó de recordar cualquier cosa después de que cumplió los once. 

Y a pesar de todo eso, ni siquiera había empezado esto para ninguno de ellos. 

De nuevo túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora