Una nueva vida

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El sol se estaba poniendo a los lejos en las montañas Gallo, pertenecientes a Naboo. Ben Solo había tenido la oportunidad de ver contadas puestas de sol en toda su vida, pero ninguna como las que el cielo de la tierra natal de su abuela le regalaba. Ahí el cielo era diferente. El paisaje encontraba formas diferentes de maravillarlo cada día y él lo disfrutaba demasiado.

Ben caminó por la vereda que él mismo había trazado hacia su pequeña casita que yacía protegida en lo más recóndito de ese bosque. Aún faltaba un poco para llegar hasta hí, pero sintiéndose seguro de que no se encontraría a nadie en ese lugar se detuvo, dejando la leña que había recolectado en el suelo y se descubrió la cabeza dejando que la capucha de su túnica cayera sobre su espalda. Su cabello negro como la noche bajó sobre sus hombros. Tomó nuevamente la leña que había amarrado con cuidado haciendo una paca y continuó.

Ben se permitió hinchar sus pulmones de aire puro y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro. La paz en las montañas era plausible y esa era una de las razones por las cuales había elegido Naboo como su hogar. Gracias a que en el pasado usaba un casco pocas personas lo reconocían y los escasos que sabían su identidad, lo respetaban solamente porque el pueblo le había tenido altísima estima a Padmé Amidala y a su madre Leia y le otorgaban una tregua al joven por ello. Sin embargo, había reglas: Él no tenía permitido vivir en la ciudad (aunque tampoco quería hacerlo, por lo que no se sentía ofendido de haber construido su casa en el corazón del bosque). Podía bajar hasta la ciudad, para comprar víveres o alguno que otro electrodoméstico o pieza, pero no podía quedarse ahí más de medio día y también debía cubrir su cabeza y cara lo más que pudiera para evitar ser reconocido. De igual forma no podía usar su nombre completo. Para los que lo conocían, solo era "Ben" y cuando lo cuestionaban sobre su apellido siempre decía que era "Sólo Ben" o "Ben de ninguna parte", la gente terminaba por reírse o por no insistir y aquellos que sabían de su apellido nunca lo comentaban porque lo que menos querían era crear caos y pánico entre el pacífico y hermoso pueblo de Naboo. Al principio había sido doloroso para él tener que ocultar su linaje, pero terminó por entender que aquello era un pago muy pequeño por todas las atrocidades que había hecho en el pasado y todos los días se repetía a si mismo que era muy afortunado por la vida que llevaba.

Había pasado cerca de un año de la batalla de Exegol y en que su vida había cambiado por completo. Le había costado y a decir verdad aun le costaba lidiar con su pasado y con las pesadillas que por las noches lo perseguían, pero estaba decidido a seguir adelante.

Ben se detuvo en el claro del bosque que precedía su casita y la observó por fuera. Su hogar, construido con sus propias manos era de madera, sin grandes lujos, pero con un hermoso jardín en donde se había encargado de plantar todo tipo de hortalizas, frutas y especies, actividad que había descubierto lo hacía feliz y lo hacía sentir útil. El joven Solo caminó hasta la puerta, giró la perilla y entró.

Mecánicamente se quitó la túnica y la colgó en el perchero del recibidor que él mismo había labrado. Ben cruzó la habitación y un olor dulce asaltó su nariz. Se dirigió a la cocina y ahí, la sonrisa de Rey que llevaba en manos un pastel de cumpleaños adornado por una velita lo recibió.

— Lo había olvidado —dijo él, apenado, pero también sonriendo ante el hermoso detalle.

— Pide un deseo —dijo ella acercándose con el pastel hasta él.

Ben la observó por un momento. Rey llevaba puesto un vestido sencillo color blanco y se veía sumamente hermosa. Volvió a repetirse mentalmente que era muy afortunado y muy feliz. Cuando la guerra había terminado, Rey lo llevó a la base de la resistencia, donde se causó un gran revuelo por su presencia. Sin embargo, ella lo defendió, explicó cómo le había salvado la vida y les dijo ahí a todos los sobrevivientes de la resistencia que se iría con él a los confines de algún planeta, en donde pudieran hacer su vida sin molestar a nadie, porque lo amaba y quería estar con él. Nadie fue capaz de interponerse a lo que ella había decidido. Entonces ambos decidieron ir a Naboo y comenzar su vida juntos. No fue fácil, más porque ella tuvo que convencerlo a él de que podían hacerlo, y no era que Ben dudara de su amor. Lo sentía y lo veía muy claro, y también sabía cuánto la amaba, pero tenía miedo y no se sentía merecedor de ella, pero Rey era más terca que él y no desistió hasta convencerlo de que ambos se merecían el uno al otro y de que sanarían, se ayudarían y superarían todos sus miedos y sus traumas. Aun después de un año de vivir juntos ambos tenían malos días, pero cuando eso sucedía, los brazos y el amor del otro estaban ahí para dar consuelo. La vida era perfecta al lado de la mujer que amaba y admiraba y sabía que sería injusto pedir más.

Una Nueva VidaWhere stories live. Discover now