Antonio la atrajo a su cuerpo, acorralándola entre su tonificado torso y el muro detrás de la menuda figura. Su rostro transmitía el cólera que lo poseía, las mejillas enrojecidas por su molestia ligado a los celos, su respiración era agitada y le miraba, expectante a la explicación que pensaba se merecía. No le gustaba ese comportamiento osado, desconsiderado y coqueto que estaba adoptando, tal vez pasar tanto tiempo con Francis le había estado afectado... o solamente quería que él la castigara.
María suspiró, sus pómulos ruborizados por la cercanía del mayor y los suaves toques de las grandes manos que le recorrían los muslos. En otra circunstancia estaría avergonzada, pero en ese reducido espacio que el baño del hotel les ofrecía podía darse el lujo de jugar, subiendo la apuesta a su suerte y tentando al hombre. Jadeó extasiada, cuando él le obligó rodear sus caderas con las piernas, teniendo más acceso a la intimidad cubierta por una delgada prenda interior. Sin embargo, le rodeó el cuello, acariciando la piel descubierta que le permitía la camisa que iba perdiendo los botones.
—Dime que pretendías al besar a ese idiota, niña —murmuró, su tono bajo y ronco le recordó a un depredador al acecho junto a sus movimientos.
—Hacerte sentir mal, Antonio.
La frase sincera escurrió de sus labiales, recuperando el semblante seguro y desafiante que le representaba como nación. Se mantuvo erguida, orgullosa de haber recurrido a las medidas más drásticas y necesarias para obtener lo que se le antojara, por eso es que el castaño resopló, la espesa nube de estrés cayendo de sus hombros. Sabía que todo era su culpa, quien empezó al permitir que la extraña le hablase con tanta frescura y naturalidad.
—Papi se sintió muy mal, así que tuviste éxito —admitió, apretando sus dedos en las caderas femeninas—. Aunque no deberías olvidar que yo soy el que manda.
Ella sonrió por lo bajo, su voz amortiguada por la cercanía en la mandíbula contraria y enterró sus uñas en los omóplatos resguardados por la tela beige, aunque eso no le impidió sisear por el delicioso escalofrío que lo sacudió. Le besó lento, despacio para disfrutar las sensaciones que experimentaban sus anatomías, engullendo el dulce sabor a cerezas que la muchacha tenía y asaltando su boca, instando a que las lenguas se rozaran, despertando su miembro que no tardó en levantarse.
—¿De verdad te crees tus palabras? —tanteó la zona, entre los besos apasionados y feroces que se daban.
No obstante, él no respondió como esperaba, sino que le sostuvo del cabello y aspiró el aroma tropical en su clavícula, dejando besos húmedos en el tramo que le otorgaba ese armonioso escote. Le fascinaba, le volvía loco, encendía su pasión como fuego y se iba, dejándolo que ardiera solo cual adolescente. Pero ya no más.
—Eso está por cambiar.
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Manzana de la Discordia ❀ Venezuela
Fanfiction¿Hay alguien que perciba más allá de un interés económico a la solitaria mujer? Esos iris color jade como los de su padre; lazo inquebrantable que los une, su cabello oscuro que es igual a observar un espectáculo donde los pozos petroleros hacen su...