Manzana de la Discordia ❀ Venezuela

Sipnosis.

Muchos recuerdan ese mito griego donde se habla de un fruto dorado que genera la enemistad entre tres grandes Diosas del Olimpo, el ingenuo de Paris debía otorgarle la manzana a quien fuese la más hermosa; Afrodita, Atenea y Hera se observaban con recelo, ofreciéndole cosas que éste pudiera desear para ser la elegida. Lo que no sabían es que todo era una cortina de humo, escrupulosamente planeado por Eris quien alimentaba su mayor anhelo; ver el mundo arder en discordia y por eso fue apodada la manzana de la discordia. Desde que la historia trascendió por generaciones se fue amoldando a los lenguajes, al menos en Venezuela se popularizó y por eso se hace esa referencia de «tú eres la manzana de la discordia», dicho que aún prevalece en la jerga coloquial pronunciada por los elocuentes habitantes de la nación.

Por supuesto que María la conoce, posee la efímera memoria de escucharlo cuando la masa de inmigrantes aumentó de forma bastante notoria. Ahí se tiene la clara explicación de porqué posee modismos y expresiones que se transgiversaron a su cultura, gente de distintos países vio en el país un hogar y estuvieron refugiados, cobijados en el seno de la patria tricolor que no los desamparó. Por eso es que la azabache le tenía mucho cariño a sus primos-hermanos, ni hablar de su envidiable relación con los europeos y la influencia que tiene la potencia asiática sobre ella, si sumamos estos puntos encontramos la similitud en ambos casos; así que a la muchacha se le concedió la mala fortuna de representar ese jugoso trofeo que incide en lo cautivador, como el tesoro más codiciado por los corsarios.

Esto no pasó desapercibido para ninguno de los importantes personajes que dominan el monopolio del mundo, rodeándola y llenándole de lujos, proporcionándole ayuda humanitaria, endulzando su sensible oído a las melifluas palabras de cortejo que los caballeros utilizan para seducir. Sin embargo, ¿hay alguien que perciba más allá de un interés económico a la solitaria mujer? Esa iris color jade como los de su padre; lazo inquebrantable que los une, su cabello oscuro que es igual a observar un espectáculo donde los pozos petroleros hacen su trabajo y su piel tostada, trigueña como una flor silvestre en medio de la revolución industrial; salvaje y peculiar.

Por eso es objeto de fantasías y los involucrados en el juego para reclamarla no están reacios a admitirlo.