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—Charles, oí que tuviste un problema con el director — se acercó a la cerca —tampoco me quería —confesó. El doncel lo ignoro y se alejo.

Víctor lo fue siguiendo aún fuera de la cerca —te ofrezco un consejo con respecto a los aldeanos —insistió —jamás van a confiar en el cambio que tratas de introducir —aseguró, entrando por la parte de las lechugas, la parte más baja de la cerca, camino sobre algunas verduras.

Charles quería matarlo al ver como pisaba la comida. —¡sólo deseaba enseñarle a leer a una niña! —

Víctor se plantó frente a él —los únicos niños que requieren tu interés son... —se señaló a él mismo y luego al doncel —los tuyos. —

Charles miró ofendido a Víctor —creo... —dio un paso a la derecha y Víctor lo siguió —¡que no estoy listo para tener hijos! —aseguró, corriendo al lado izquierdo, escapando y entrando la secunda cerca y cerrandola rápidamente.

—¿tu hombre ideal no aparece?— preguntó y siguió a Charles, jalando levemente la puertita de metal que los separaba.

—la aldea es muy pequeña, Víctor. Ya he visto a todos —aseguro, intento ganar la pequeña batalla de mantener la puerta cerrada.

Se alejo rápidamente a la puerta de la casa.

—Talvez debas hechar otro vistazo —sugirió Víctor, quitando el seguro y entrando detrás de Charles. —Talvez soy otro ahora— se plantó en la entrada como un príncipe.

—Víctor —Charles giro a verlo —no lograríamos nunca hacernos felices —aseguró —creo que nadie hace tantos... Cambios—

—ay, Charles ¿te digo que pasa con los donceles solteros cuando sus padres fallecen? —preguntó con una tristeza superficial —piden limosna ¡este es nuestro mundo, Charles! Somo simples aldeanos no existe nada mejor —tomo las manos del doncel.

Charles las alejo de un movimiento, caminado más y más hacia la puerta —tal vez viva en la provincia, y no por eso soy simple —entro a la casa cerrando la puerta lentamente mientras Víctor trataba de evitarlo —jamás seré tu esposo, Victor. Lo lamento —aseguró y cerró la puerta con fuerza.

Espero unos segundos cuando ya no sintió ninguna presión en la puerta, la abrió y se arrimo en el marco de madera de la puerta, viendo marchar al hombre.

—se ha ido—dijo aliviado —¿se lo imaginan? —les preguntó a las gallinas —me pidió matrimonio. ¡Yo! Esposo de ese patán mentecato—

Tomó un trato y lo coloco sobre su cabeza —¿pueden creerlo? ¿Ser su esposo? —lanzó la comida de las gallinas con fuerza al suelo —¡yo no! Jamás. Lo garantizo —salió del jardín a la calle y corrió a las montañas —¡yo quiero mas que vida provincia! –

Corrió a la pequeña montaña alejada del pueblo, el sol ya estaba listo para ocultarse y traer a la noche detrás de él —¡quiero aventuras que al mundo asombre! Un gran amor quiero encontrar. —miro hacia el horizonte más haya del pueblo —que feliz a mi vendrá, y me entienda de verdad. Quiero mucho más que un simple plan—

La noche cayó rápidamente, abrazando a la villa en una tranquila noche. Pero al bosque no.

Brian iba en su caballo por el camino oscuro y lleno de árboles. Podía oír los truenos a lo lejos.

—es un lindo bosque —aseguró, sosteniendo con fuerza las correas —si tan solo lo reconociera —tembló ante el frío que parecía aumentar a cada paso del caballo —¿conoces el lugar? —le preguntó al caballo —porque yo no—

Un rayo cayó sobre el árbol que dividía dos caminos frente a él. El gran árbol en llamas cayó sobre uno de los camino dejando sólo una opción.

La Bella y la Bestia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora