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Víctor no sabía cómo iniciar la conversación así que dijo lo primero que pensó —que magnífico libro , eh—señaló el libro en los brazos de Charles.

—¿ya lo leíste? —preguntó sorprendido.

Víctor asintió nervioso —la verdad no, pero son... Libros—

Charles arrujo el entrecejo. Unas flores aparecieron frente a él.

—son para tu mesa— le dijo Víctor por poco poniendo las flores en su rostro —¿llegó a cenar después? —se invitó.

Charles boqueo, intentando asimilar tan descarada acción —lo siento, hoy no se puede —

—¿atareado? —interrogó preocupado.

—no... —Charles dejó de mirar a Víctor y avanzó por el camino, recto a su casa.

Tony apareció junto a Víctor con una gran sonrisa —¿lo olvidarás? —preguntó contento.

—no, Anthony, los doncel es difíciles de cazar son los mejores —aseguro aún más emocionado, mientras Tony lentamente borraba su sonrisa. —justo por eso Charles es fascinante, el no se porta como un tonto para mi— miró fijamente la figura del doncel perderse entre la gente —¿como lo dirías? —

—¿dignidad? —preguntó

—escandalosamente atractivo —aseguró girando se a mirar al doncel. Pero detrás de él las tres damas aún lo llamaban con la mirada, y con sus gestos y con sus claros susurros. Víctor no dudo en ir hacia ellas.

Mientras, Charles que había espaciado rápidamente llegaba a su hogar, escucho una melodia muy conocida. Fue detrás de la casa, al taller de su padre.

Ahí, Brian Xavier acomodaba las tuercas de una caja musical, era un pequeño escenario, un hombre pintando el retrato de una mujer y alado la mujer junto a una mesedora con un bebé dentro.

Charles contempló los dibujos en el taller, las piezas rodando en el piso y así padre susurrando una melodia cálida y hogañera. Se acercó con un plato de comida, dejándolo en un espacio en la mesa tomó una pinza y se inclino a ver lo que su padre hacía.

Brian tomó el mecanismo central de la caja músicas —oh, Charles, podrías pasarme la... —apenas miro aún lado vio la pinza junto a su mano. Levantó la vista para ver a su hijo sonreírle

Acomodo un poco la cerradura.

—y podrías... —vio la mano de su hijo con una pequeña tuerca —no, no— miró a la pieza —de hecho, si, es justo lo que necesito —tomo la tuerca y la aseguro delicadamente en un espacio vacío.

Charles sonrió y tomó uno de los objetos que su padre debían haber guardado —papá ¿crees que soy extraño? —preguntó curioso.

—¿extraño? —preguntó el padre -—mi hijo, no, no— volvió a mirar a la gran caja musical —de donde sacas esa idea tan loca —

—no lo se, rumores de la gente —guardo más cosas que estaban regadas en la mesa estorbando.

—la aldea es mi pequeña, hijo—miró Charles, entontrandose con un ceño fruncido —de mente pequeña también —al ver que su hijo parecía aún deprimido continuó —pero eso también nos mantiene a salvo —

Charles acomodo las cajas aún lado para que no estorbaran al paso.

—en París conocí a una chica que igual que tu se adelantó a su tiempo —contó —era diferente, se burlaban de ella, hasta que un día todo el mundo terminó imitandolo —

Charles camino lentamente hasta su padre —puedes contarme algo más sobre ella— pidió seriamente, sintiendo la adolorosa necesidad de saber, lo que sea, cualquier cosa.

Brian movió un poco la caja musical —tu madre era: valiente —aseguró— valiente— repitió y cerró las dos puertas de la caja musical.

El trabajo de Brian no terminaba ahí, debía ir a vender todo lo que hacía o llegaba a sus manos, de otra forma no tendría con que mantener a su hijo.

Tal y como todos sus viajes al mercado, con su caballo ya preparado de ante mano guardo una última caja con mucho cuidado. Se coloco su sombrero y monto el carruaje.

Charles acarició al corsel y se despido de él, tomó las riendas y se las paso a su padre.

— y bien ¿que te traigo del mercado? —preguntó, Charles acomodo sus manos en la rodilla de su padre y le sonrió.

—una rosa, igual a la de la pintura.

Brian le sonrió —cada año la pides —le recordó.

—y cada año la obtienes.

Brian acarició el rostro de su hijo —y otra vez lo haré, lo prometo.—

Listo para marchar estiró las riendas, Charles se alejo —hasta pronto, papá —

—Adiós, Charles —le dijo al verlo entrar de regreso a su hogar —camina—le dijo al caballo y este obedeció. —conoces el camino.—

Charles se paro en la puerta y lo vio alejarse —te veo aquí mañana—

—Claro, mañana con la rosa—le aseguro, alejándose cada vez más.

—cuidate mucho —susurro Charles.

Entró a casa y se dispuso a terminar las tareas penitentes. Debía lavar la ropa, pero desde hace un tiempo una idea había venido a su mente. Con papel y lápiz hizo algunls cálculos, midiendo el peso que cada balde de vino podía traer y la cantidad de ropa que tenía.

Tras trazar algunos números sonrió complacido.

Con una gran rueda de un telar viejo, y un barriles preparo un pequeño invento. Tomó un poco de la comida de animal y la puso en una bolsa, la llevó en su espalda junto a su pequeño invento.

En la plaza, tomó al pequeño burro y lo pudo a dar vueltas con un instentivo de comida, el animal cargaba en cuerdas a los lados las cuales hacían al gran barril lleno de ropa y jabón girar una y otra vez,  sobre el agua que ingresaba por las entradas de  la rueda del telar, lavando la ropa sin mucho esfuerzo.

Charles se mantenka sentado en el pequeño miró de la pileta para lavar la ropa.

Una niña pelirroja se acercó a ver lo que hacía —¿que estas haciendo? —le preguntó al ver tal cosa extraña.

—esto lavando —aseguró. Miró su libro y movió su mano— ven, ven—llamó a la niña.

El tiempo pasó lentamente. Un hombre viejo y cansado, él maestro de los niños volvia a su casa luego de un largo día.

Caminando por el lavadero, vio algo que le paracio lo más indignante, algo abominable ante sus ojos.

Charles le enseñaba a leer a la pequeña niña pelirroja, la cual era muy lista en poco tiempo logro leer una frase ella sola.

—el...bosque... Oscuro —leyó lentamente la nueva frase.

El doncel quería aplaudir —fue sorprendente —le felicito a la pequeña y está no pudo contener su sonrisa.

—¿que estas tratando de hacer? —le preguntó el maestro atónito —¿enseñar a una niña a leer? —interrogó —¡no te vasta con que tu sepas! —

Una rubia se acercó —tenemos que hacer algo —se alejo rápidamente a alertar a los aldeanos.

Los hombres del pueblo, uno que otro soldado, sacaron el balde donde Charles lavaba la ropa y la arrojaron al suelo, un hombre se llevó el burro.

Charles tomó la ropa del piso, no quería ver a ninguna de esas personas.

Víctor se miraba en un espejo de una tienda, se alagaba, se admiraba.

—Victor—lo llamo Tony, pero Doom ni regreso a verlo —alguien necesita ayuda —

Doom sabía de quien hablaba, acomodo su traje —hora del heroe— aseguró y camino hacia el lavadero.

Pero Charles ya no estaba ahí, y sin dudar corrió a su casa, encontrandolo en el jardín.

La Bella y la Bestia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora