8. Momento para el reencuentro

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Alexander. Mi papá. Murió esa misma madrugada.

Me desperté por los gritos desesperantes de mi madre y las pisadas apresuradas de Candace. Al principio no entendía nada. No me hablaban si quiera porque las palabras no fluían, aunque no necesité ninguna explicación cuando volteé a ver a la pieza de mi padre y lo vi en la misma posición, exactamente igual a como lo había visto por última vez salvo que en esta ocasión sus labios estaban morados y su piel sin color.

Estaba paralizado, no podía moverme, como si mis pies se fuesen encajado al suelo. Candace llamaba a la ambulancia para que pudieran recoger su cuerpo mientras que mi madre estaba recostada sobre el sofá de la sala con únicamente suspiros en su alma. Me sentía tan destrozado; vacío. Llegué a donde mamá y la abracé tan fuerte como alguna vez la he abrazado en mi vida, y lloramos. Sus uñas se encajaban en mi espalda y yo presionaba mi barbilla contra su hombro. Un sentimiento tan caliente, como si arrancaran tu corazón en carne viva. Nada más tu cuerpo dispuesto a brotar lágrimas mientras que los nervios de cada parte de tu torso se sensibilizan y te dificultan mantenerte quieto. Tu garganta seca, pero no existe agua.

Como si yo también hubiese muerto.

Un cáncer en su etapa final y nadie se había preparado para este momento. Lo hallaron tan tarde que no existía ni siquiera esperanzas para una quimioterapia, simplemente quedaba ver como su vida se desvanecía poco a poco. Estoy enojado, no entiendo de qué.

Entro a mi habitación y lanzo todo al suelo. Las sábanas vuelan por los aires y aquellos aparatos inservibles sobre mi mesa de noche se destruyen debido al impacto contra el piso. Mi cara está húmeda de tanto llanto que derramo y en seguida encuentro la respuesta: y es que no hay respuesta.

La reacción a la pérdida es simplemente el sentimiento de estar perdido también.

Dios, mi padre.

Sostengo con fuerza la pluma que me regaló en mi cumpleaños. Mi último cumpleaños junto a él. Saqué una hoja de papel y escribía a puño lo que mi corazón me dictaba. Mojaba la hoja, pero no me importaba. Tantas palabras venían a mi mente, ya ni siquiera tiene sentido lo que hago.

Respiro hondo.

-Le prometiste que escribirías, Taehyung – me digo a mí mismo. - Escribe, escribe, escribe.

Golpeo mi cabeza.

Seco mis lágrimas.

Destruyo la hoja.

No sé cuánto más pueda soportar sentirme de esta manera.

No tengo idea en qué momento mi madre aparece en frente de mí, y me abraza fuerte, tanto así que me costaba respirar, pero ya yo no sentía la necesidad de querer un abrazo, no sentía afecto ni mucho menos sanaba el dolor que me calcinaba internamente.

***

A la hora de su funeral, tuve que alejarme tanto fuese posible del ataúd. Una frustración en mi pecho cuando cada persona se acercaba a verlo; el dolor no me hace pensar más nada que odio a mi alrededor. Me siento en un espacio tan vacío donde únicamente hablo en mi mente conmigo mismo. Cierro los ojos y cuento hasta diez para tomar el aliento nuevamente. Escucho los sollozos de mi madre, pero luego de eso quedo sordo.

-Lo siento tanto. – interrumpe una voz.

Esa voz.

Abro los ojos y Yiren aparece en frente de mí, viste de negro tal y como la mayoría. No digo nada porque no tengo nada que decir y ella me abraza; yo intento hacer lo mismo.

Yiren, tengo tantos asuntos con ella que aclarar. Tantas cosas que aclarar, un nudo en mi corazón que debo desatar y ahora la muerte de mi padre me clava otra daga en el pecho difícil de sacar.

Dear Lover II: El Reencuentro ¦ [Taelice] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora