Capítulo 11.

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Después de eso las cosas fueron de asombrosa y extraordinariamente bien a espantosamente mal.

Primero fueron los perturbadores descubrimientos que hice mientras ayudaba al señor Lee con algunas tareas de la casa. Esa noche Yoongi andaba ocupado preparándose para un concierto, así que yo estaba leyendo en el salón, a falta de algo mejor que hacer, cuando el señor Lee cruzó ante mí con una aspiradora. Lo incomodó que me ofreciera a pasarla yo, pero el pobre hombre estaba siempre tan atareado que me pareció lo mínimo que podía hacer, dado que me alojaba en aquella casa muy a menudo.

Empecé en la planta de arriba, por el vestíbulo y el dormitorio principal, luego seguí por el pasillo, entré en la sala de música y terminé en el cuarto de invitados. En cuanto acabé me dejé caer en la cama y me limpié el sudor de la frente mientras examinaba de nuevo la estancia. A la luz del día parecía un dormitorio del todo normal, salvo por las cadenas, discretamente sujetas a los postes de la cama. Como había prometido, Yoongi ya no me había llevado más a aquella estancia, pero, estúpido de mí, recordando aquella noche con el látigo de colas, dejé que la vista se me fuera hasta el vestidor grande del fondo. Al ver la puerta abierta, mi innata curiosidad me llevó a preguntarme qué más tendría allí guardado Yoongi, aparte de los vibradores y las cosas que habíamos usado juntos.

Jamás debí haber curioseado, porque cuando vi la estantería entera llena de artilugios extraños que más parecían instrumentos de tortura que de placer me dieron ganas de vomitar. Era evidente que Yoongi no bromeaba cuando me había dicho que era distinto conmigo, porque había muchísimos objetos allí dentro que nunca habíamos utilizado, la mayoría de ellos con un aspecto horrible, y me puse malísimo solo de imaginarlo en modo dominante total empleando toda aquella parafernalia con hombres.

Además de cosas que no sabía para qué servían, había otras que ya me resultaban familiares: látigos de colas de distintos tejidos y tamaños, palas, grilletes, la mordaza de bola que había usado conmigo y una más grande que daba la impresión de que debía de impedir completamente respirar por la boca. También vi una pared entera de barras de madera improvisadas que contenían más «juguetes», aunque esos no parecían divertidos en absoluto: una fusta que hasta entonces solo había asociado con la equitación y un látigo como el de Indiana Jones, no es broma, colgaban de allí inocentemente.

Al lado de estos últimos había otra fusta parecida a las varas que solían usarse en las escuelas. En aquel momento la miré asqueado, pero ahora caigo en que debió de ser la misma que Yoongi utilizó conmigo más tarde ese día. La exploración colmó sin duda mi curiosidad, pero, en parte, deseé no haber visto las otras cosas del vestidor de Yoongi, que no hicieron más que dejarme muy mal sabor de boca y llevarme a pensar a qué clase de experiencias habría sometido a otros hombres anteriormente y a preguntarme si yo estaría satisfaciendo todas las necesidades que obviamente tenía.

Intenté ser maduro y olvidar todo lo que había visto. Me había dicho que había dejado atrás esa vida y, además, no era asunto mío lo que hubiera hecho con otros chicos. Luego, después de guardar la aspiradora, me dirigí sin ganas a la sala de piano de Yoongi en busca de soledad.

Sentado en la banqueta, contemplando el jardín de abajo, logré por fin calmarme. Recuerdo que me dije que nada de lo que había visto en aquel vestidor tenía importancia. Yoongi me había dicho que había cambiado, que era distinto conmigo, así que todo aquello era cosa del pasado.

No sospechaba que no todo aquello era cosa del pasado y que yo sería el blanco de aquella fusta antes de que terminara el día.

Por desgracia el día no mejoró ya que, no mucho después de dejar la sala del piano, decidí subir al estudio de Yoongi para ver su hermoso rostro y alegrarme un poco. Sin embargo, cuando subía la escalera lo oí hablar y me detuve. Tras escuchar durante unos segundos me quedó claro que conversaba por teléfono, así que subí con sigilo los últimos escalones para no molestarlo.

—¿Que no es tu sumiso? ¿Te has vuelto loco? —oí decir a una voz que no era la de Yoongi, y sus palabras me helaron la sangre.

¿Me había equivocado al creer que hablaba por teléfono? ¿Había alguien allí con él? ¿Era de mí de quien hablaban?

—Esto no es asunto tuyo, Taehyung. Jimin es distinto, el me acepta. Intento ser normal, para variar.

Yoongi parecía muy enfadado y, cuando lo oí decir mi nombre, me detuve en seco y me quedé paralizado ante la puerta, consciente de que no debía escuchar pero incapaz de moverme de allí. Taehyung. Repetí mentalmente ese nombre hasta recordar que era el hermano mayor de Yoongi. Ya me lo había mencionado antes, pero, hasta la fecha, no lo había conocido y, por el desdén con el que hablaba de mí, casi prefería que fuese así.

—Tú y yo no somos capaces de mantener ese tipo de relación, Yoongi. Jamás funcionará. No nos educaron para eso.

El leve chisporroteo que acompañó a las palabras de Taehyung me indicó que hablaba en manos libres con su hermano, y el uso de la palabra «sumiso» me llevó a pensar que estaba familiarizado con el estilo de vida de Yoongi y que, quizá, tuviera la misma inclinación que él.

—Pues a lo mejor nos educaron mal. —Por el tono gruñón de Yoongi supuse que debía de tener el ceño muy fruncido y su expresión más aterradora, la misma con la que me había impresionado el día que nos conocimos —. Nuestra vida familiar no fue precisamente normal, ¿no, Taehyung? Sé que tú no lo ves, pero papá estaba muy jodido.

Yoongi parecía furioso, percibía su tensión, y sus palabras me dieron una pista de la historia que probablemente explicara por qué era como era. Era obvio que tenía algo que ver con su padre.

—No quiero hablar de papá, Yoongi, pero era nuestro padre, nuestro modelo de conducta. Una parte de él está en nosotros también, hermano. En el fondo, lo sabes.

¿Qué demonios quería decir con eso?

Ceñudo, me apoyé en la barandilla y empecé a toquetearme el pelo nervioso.

Se hizo un silencio incómodo durante el cual no habló ninguno de los dos; luego, suspirando, Yoongi dio las buenas tardes a su hermano y colgó.

Confundido y aturdido por lo que acababa de oír, volví a bajar sigilosamente la escalera, me senté en el salón e intenté asimilarlo. No quería que Yoongi supiera que lo había oído hablar con su hermano; no debía haberme quedado escuchando y tendría todo el derecho del mundo a enfadarse conmigo si se enteraba, pero todo era demasiado confuso. Al parecer su padre había hecho algo para que los dos lo detestaran. ¿Sería un delincuente? Caí en la cuenta de que jamás me había hablado de sus padres; quizá podría hacer mención de ellos para ver cómo reaccionaba.

Eso sí, el tono y las palabras de Taehyung no habían dejado lugar a dudas sobre lo que opinaba de que yo saliera con su hermano, pero a mí me había satisfecho plenamente la reacción de Yoongi. Me había defendido, de modo que quizá fuera cierto que estaba haciendo progresos. Y una cosa más tenía clara: no tenía ninguna prisa por conocer a su hermano.



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La calma antes de la tormenta.

XOXO

-I Purple U

SU LADO OSCURO | YOONMIN | [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora