Capítulo 30 "Frio"

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(P. Can)
No conseguía dormir. No sabia que me pasaba, está bien, si sabía que me pasaba, pero me negaba a pensar en eso, era mejor buscar excusas como el frio (no tenía) o el hambre (había comido bien), tal vez no estaba tan agotado (si estaba muy agotado) o simplemente el hecho de que mis pensamientos estaban tan enredados que no importaba lo que hiciera, no podía quedarme dormido.
Había tomado una ducha caliente y eso solo me llevo a pensar en sus hermosas piernas, lo profundo de su escote, el brillo de sus labios o en esos ojos tan grandes que podían reflejar la luna… no funciono. Había intentado leer, pero sus palabras se colaban en mis pensamientos como si la tuviera justo a mi lado, eso me pasaba muy seguido, cada vez que leía podía escuchar sus opiniones, sus comentarios graciosos o las historias fantásticas que ella crearía a partir de un personaje, era capaz de desenmarañar la personalidad de cada uno con una facilidad asombrosa… había veces en que prefería escucharla a ella que leer el libro, como sea, tampoco había funcionado. Tal vez si comía algo o tomaba algo caliente podría dormir…
Salgo de la habitación, el golpe de frio me pega fuerte. Camino a través de los pasillos, pero este lugar es tan igual que no logro ubicarme, era mejor que fuera a la recepción.
- Perdón, no puedo encontrar la cocina. Necesito un vaso de agua por favor – le pido a una de las empleadas que me encuentro – tú me lo podrías proporcionar por favor…
- Lo siento señorita, no puedo ayudarla, ahora es temporada y todas las habitaciones están ocupadas. – escucho decir al chico de recepción y la pequeña y curvilínea figura envuelta llama mi atención. No había que hacer, aparecía frente a mi no importaba lo que hiciera.
- Entonces, ¿moriré de frio? – responde ella con sarcasmo. - ¿me acostare en la cama como un pingüino y moriré de frio?
- Lo siento, me convertí en testigo porque estaba caminando hacia allí – señalo interrumpiendo la conversación; ¿acaso su calentador no servía? No puedo evitar querer solucionar el problema - ¿hay algún problema? Porque la señorita puede permanecer en mi habitación y yo me quedare donde están los problemas con la batería.
- No vale la pena. La habitación está muy fría – responde cortante evitando mi mirada. La observo y es como si sus ojos no pudieran evitar enforcarse con los míos, sus pálidas mejillas empiezan a colorearse ante mi escrutinio – y la ventana no cierra bien. Te congelaras ahí.
- ¿Así es como es? – pregunto con escepticismo.
- Mucho – responde con frialdad.
- Hagamos esto si quieres – sugiero ante su negativa – hay dos camas en mi habitación, puedes quedarte en la pequeña.
Noto como su piel empieza a colorearse, se agacha para esconderse en su cabello. A pesar de que Sanem tenia la actitud de una niña, sus pensamientos no eran los de una.
- ¿Qué te hizo pensar eso? No lo entiendo… - responde jugando con su cabello.
- Pueden ser las zapatillas de conejo – respondo burlándome de ella. Baja su mirada apretando sus labios.
- Más cerca de la noche la temperatura desciende aún más. – agrega el recepcionista.
- Eso es muy malo… ¿Qué hacemos? ¿tomas una decisión? -la presiono jugando con mis llaves. Quiero que se vaya conmigo porque no importa lo enojado que este, no quería que sufriera, así de mal me tenía – y vino el agua. ¿Qué vas a hacer?
- Vamos de inmediato – decide con una sonrisa que sé que es fingida, y se aleja. No tiene opción y lo sabe. Le hago una seña al recepcionista y me alejo tras ella.
Antes de ir a mi habitación la acompaño a la de ella, tenia razón, estaba helada y ella era muy pequeña para generar calor y protegerse. No dice una palabra mientras entra y toma su cobija, todo en la habitación esta ordenado, sale y ella me hace un ademan de que vaya primero. Todo el trayecto su mirada quema mi espalda.
Largo rato no decimos nada, pero la tensión puede sentirse en toda la habitación, al menos ya no estaba titiritando de frio, trato de distraerme leyendo, aunque estoy pendiente de cada uno de sus movimientos, cada respiración y suspiro y hacia donde van sus ojos. No podía creer aun que estábamos en esta situación, yo quería acércame y ella se alejaba, ahora ella quería acercarse y yo me alejaba, pero al universo, Dios o el destino no parecía importarle nuestros deseos, siempre terminábamos atados. Me sentía muy ofendido porque me había seguido, le había pedido espacio, quería respirar y enfocarme otra vez porque era la primera vez que tenía el corazón verdaderamente roto y no sabia que hacer con el… ella me había mentido.
Había confiado en ella, la había amado como a nadie, quería un futuro con ella, familia e hijos corriendo por todas partes, pero ahora solo podía pensar en lo adolorido que estaba mi corazón por ella. Luego había llegado Polen y quería evitarme más drama porque sabía cómo la sacaba de sus casillas; levanto la cabeza del libro que finjo estar leyendo, algo en su lenguaje corporal me dice que esta cada vez mas enojada, así de fácil la leía. ¿Cómo no me di cuenta que me estaba engañando? ¿Cómo no me di cuenta de que algo ocultaba? Si desde mi posición en la cama, solo observando su espalda y su larga cabellera ya sé que está enojada, ¿Cómo pude ser tan distraído que no me di cuenta que estaba cargando un secreto tan grande? Me cegué por mi amor a ella… creí y confié porque estaba muy enamorado, y ahora aquí estábamos otra vez.
Empieza a moverse, no esta dormida, se gira hacia mi sorprendiéndome mirándola así que bajo la vista al libro rápidamente, se mueve una y otra vez, parece un pececillo fuera del agua.
- ¿Los pongo aquí? ¿esto es una cama? Yo no encajo…– se queja levantando los pies y reajustándose en su posición. No digo nada tratando de prestar atención al párrafo que llevo leyendo desde hace 20 minutos – no debió mentirme. Esto no es una cama, me queda una mitad afuera… ni siquiera te puedes dar la vuelta. El caballero me dio una cuna y el duerme en una cama grande de dos plazas. Oso.
- Sanem, mis oídos están sanos. Los dos escuchan – la regaño con seriedad mientras me mira con sus grandes ojos “sorprendidos” – no hay problema, discute, discute contigo misma. No hay problema. Solo no empieces a insultar.
- No estoy avergonzada, te lo puedo decir en la cara – contesta con firmeza acomodándose para verme de frente.
- Entonces puedo leer en voz alta, así… “Ella me hizo prometer que no revelaría su secreto” deja que todos hagan lo que quieran en voz alta. Además, en una cama en la que apenas cabes tú, ¿cómo puedo caber yo? – pregunto tratando de razonar con ella. Sus quejas y mis oscuros pensamientos solo elevan la tensión de por si grande entre los dos. Ella se gira y mira al techo jugando con su cabello como si estuviera ignorándome, eso solo me hace enojar -si no dormimos juntos en esta cama, ¿verdad? Lo más lógico es que tu estés ahí y yo esté aquí. ¿hay métodos en tu cabeza más lógicos que esto?
- ¿Como? Aun no nos hemos arreglado, Can. ¿De que estas hablando? Una cama y eso...– responde con ese tono juguetón que suele hacer cuando se enfada y sentándose en el sillón acomodándose la cobija.
- Sanem, ahora deberías agradecerme, ¿entiendes? – trato de desviar el tema solo enfocándome en la parte importante. No quería discutir de nuevo. – hiciste una reserva en el ultimo minuto, ¿verdad? ¿Tomaste la última habitación?
- Can ¿que estas insinuando? – responde ofendida. – te explique la situación. Lo que te digo es la verdad. Vine al seminario, realmente vine al seminario. No puedo creerlo, el seminario es parte de mi vida. Ve a ver en que he participado, mira si quieres, ¡llama! Cuanto amo los seminarios. Dios, dios ¡¿Es posible culparme así?! ¡me voy!
Me amenaza mientras me grita enfadada y recoge sus cosas, hago un ademan como si no me importara, sabía que me había seguido y cualquier pretexto que me dijera no me iba a hacer cambiar de opinión. Se que quiere que la detenga, pero no lo iba a hacer, está cansado de todo esto.
- ¿Dijiste algo? – me pregunta con una expresión inocente. Niego con la cabeza.
- ¡Me voy! ¡No estaré aquí! – insiste. Sabia que no se iría, Sanem odiaba el frio. – ¡en un minuto estaré fuera de la habitación! ¡Me voy! ¡Te digo que me voy! Me voy, mira he desaparecido, ya no estoy aquí. Salgo de la habitación, salgo ahora… ya verás lo que pasa.
- ¿Qué voy a ver? Tu ya verás… saldrás y te congelaras. – respondo esperando a que deje de ser orgullosa y vuelva a la cama. – quieres irte, vete. Solo cierra la puerta que se enfría. Se desconoce cuantos grados hace afuera, si 5, si 10, no se sabe cuántos grados hace afuera.
Regresa y se apoya en la entrada, una pequeña e inocente sonrisa aparece en sus labios mientras hace “ojitos” en mi dirección. No dejo de observarla con cara seria, ambos no quedamos en silencio, ella tentándome y yo resistiendo, hasta que con un suspiro dejo el libro a un lado y levanto la cobija del otro lado de la cama para hacerle espacio. Una enorme sonrisa estalla frente a mí, algo liviano aletea en mi pecho cuando la veo, pero trato de controlar mi expresión, su sonrisa siempre era mi debilidad, toda ella era mi debilidad.
Ya acostados ninguno de los dos dice nada, ambos estamos de espaldas el uno con el otro y por alguna razón esto se siente terriblemente incorrecto. Tengo una urgencia horrible de acercarme a ella, todo mi cuerpo vibra de necesidad, es hasta doloroso. Tenia que admitirlo, Sanem siempre estaba en mis pensamientos desde los mas inocentes hasta los mas oscuros, y es que como no iba a ser así, ella era mi fantasía hecha realidad, toda ella era una contradicción que me atraía a querer resolverla. Desde sus pantuflas de conejito hasta sus piernas firmes y caramelizadas, luego estaban esas curvas de sirena, pero esas pequeñas manos tiernas y suaves, esos labios carnosos que te atraían a pecar junto con esa sonrisa que parecía iluminar toda la habitación por más oscuro que estuviera y sin olvidar esa actitud infantil y encantadora adornada con un aroma tan atrayente que me mareaba cada vez que la tenía cerca, y en este momento la tenía MUY CERCA. Era un ángel encerrado en un cuerpo de pecado. Y solo así, pensando en el fruto prohibido que respiraba acompasadamente detrás de mí al fin, podía dormir…
Mi sueño se interrumpe cuando Sanem me jala la cobija, de inmediato siento frio.
- Sanem… dámela. Te la llevaste toda. – susurro medio despierto jalando la cobija otra vez.
- Estoy durmiendo Can… - susurra con voz adormilada jalándola de su lado otra vez. – dame una manta pequeña…
Jalo la bija otra vez porque si me acercaba mas a donde estaba, no iba a poder detenerme.
- ¡Can! Cuando no estoy cubierta tengo pesadillas… - me grita ya despierta intentando jalar la cobija.
- No tires en vano… - susurro atorando la cobija conmigo. Ella la jala una y otra vez, pero su fuerza no es mucha.
- ¡Dame la cobija! – grita jalando. Sonrió sin que me vea, Sanem era una guerrera innata. – eres arrogante, muy arrogante…
- Buenas noches Sanem… - susurro con una risita sin soltar la cobija. Pasan algunos minutos en donde ambos nos quedamos en silencio, ella sigue tirando pera cada vez con menos fuerza.
- Entonces, es inútil que insista, ¿verdad? – pregunta en un susurro. No contesto tratando de hacerme el dormido, sé que no habla de la cobija; suelta un suspiro aflojando su agarre en la cobija – ¿Nunca vas a perdonarme? ¿Se acabo?
No respondo porque no puedo respirar. Esto paso de ser una inocente y hasta divertida pelea por una cobija a volver a la misma discusión de siempre, no se que decirle, estaba muy enojado con ella todavía y el que me siguiera lo había hecho peor. Solo necesitaba un tiempo a solas y ella ni eso se atrevía a darme.
- Está bien, mañana me iré a casa antes de que te despiertes. No te molestare más, si esta es tu decisión la acepto. Espero que tu también aceptes la mía. – susurra en una voz ligeramente entrecortada. El golpe de un camión me hubiera dolido menos.
Sentía como una enorme piedra subía hasta mi garganta impidiéndome respirar, la única manera de que este horrible dolor encontrara salida era por mis ojos, los aprieto en un intento de contener las lágrimas que sentía acumularse. Sanem era una guerrera innata, pero se iría, ¿ya no lucharía? Si quería estar solo, pero no lo sabía con exactitud, ¿ya no la vería nunca? Ella simplemente desaparecería y jamás volvería, su maravillosa sonrisa y sus luminosos ojos no volverían, llegaría alguien más para esta con ella, para amarla y… mis pensamientos son cada vez mas confusos hasta que se ven interrumpidos por un bajo sollozo apenas imperceptible. Sanem estaba llorando. No puedo moverme por el enorme dolor que siento dentro, la idea de que se alejara POR SU CUENTA me aterraba porque sabia que ella no voltearía hacia atrás, así era ella, una vez que tomaba una decisión no había manera de que la cambiara. Si, estaba enojado con ella, pero sin ella en mi vida…
Dentro de mí, una pared parece derrumbarse, un peso que me aplastaba se desvanece dejándome respirar un poco; toda mi vida había sido abandonado, primero mi madre, luego mi padre, Metin y luego Emre, las únicas personas a las que de verdad había dejado entrar en mi vida con alguna clase de importancia porque apenas me importaba alguien este me lastimaba… así que había tomado la MISMA ACTITUD; al mismo tiempo estuvo Polen quien siempre me dio exactamente lo que quise y cuando lo quise, que era aún más horrible, y al final llego Sanem, alguien que me desafiaba, que era tan inestable en un momento como estable al otro, no me preguntaba o me esperaba, al contrario, tomaba mi mano sonriendo y me llevaba con ella a descubrí cosas totalmente nuevas, a explorar, a sentir hervir mi sangre solo al verla y a volar solo al tocarla, a reír por nada y a amar por todo, era ahí tan libre que quise aprisionarla… los papeles cambiaron. La había dejado adueñarse de mi a un nivel que nadie nunca alcanzaría porque yo no necesitaba a nadie mas que a ella, pero ahora soltaba mi mano, se había rendido y se iría.
La imagen de sus ojos llenos de lagrimas en la cabaña golpea mi cabeza y mi corazón una y otra vez, como si quisiera romperme, había sido un bruto con ella. Me había enfadado tanto que no me contuve y dejé salir todo mi coraje lastimándola también y convirtiéndome en el monstruo, el “rey malo” que le aseguraron que era como si ella fuera solo esa esencia, que, aunque magnifica, no era todo mi amor por ella, como si ese perfume se llevara todo lo que amaba de ella. No debí hacerlo, yo no era así, nunca le había gritado a una mujer y a la que más AMABA prácticamente la había humillado, ni a Polen le había hablado así y eso que tuvimos nuestros problemas, muy raros, porque Polen siempre me daba la razón. Le había prometido que podía confiar en mí, que podía contarme lo que fuera, pero al primer secreto había estallado de furia contra ella. ¿Cómo no me había dado cuenta la carga tan grande que llevaba? ¿Cómo olvide que mi Sanem era un ángel al que muchos querían lastimar y corromper? ¿De verdad olvide que mi Sanem era una guerrera que siempre ponía la felicidad de los demás por encima de la de ella? ¿Qué se pondría delante de mí a protegerme de quien fuera? ¿Quién la protegía de mí? ¿Quién había traicionado a quién? ¿Ella al ocultarme un secreto para protegerme de mi arrogancia y celos o yo, cuando la había abandonado porque no quise escucharla cuando YO MISMO le había afirmado que podía CONTARME TODO? ¿Quién había fallado? ¿Ella? ¿Yo? Estaba totalmente cobijado, pero sentía que me congelaba.
Me giro en la cama, su respiración ya es acompasada, pero esta hecha un ovillo en su lado de la cama con la cobija apenas cubriéndola; me levanto para ir por su pequeña manta, subo un poco más el calentador, me acerco a su lado y quito la gran cobija blanca para cubrirla con la pequeña de ella, después pongo la grande y la arropo bien. Sus mejillas tienen lagrimas secas, su carita de ángel esta contraída en una expresión atormentada, me acerco para besar su frente quitando un rebelde mechón que no deja de tapar su cara; me voy a mi lado para entrar en la cama y me acerco a ella, su espalda, pies y un brazo están fríos, la abrazo suavemente haciéndola agitarse un poco.
- Shshshsh… - susurro en su oído para después besar su mejilla. – mañana todo estará bien.
Me sentía sorprendentemente relajado y muy muy cómodos, no quería moverme. Sentía algo muy cerca y muy suave que olía delicioso y solo quería apretarlo contra mí, encajábamos perfectamente, me tenia abrazado y una de sus piernas descansaba sobre la mía. Solo quería acercarme a esa exquisita suavidad y quedarme ahí para siempre.
- ¿Sanem? – susurro con la voz grave por el sueño cuando mi nublada visión la alcanza a verla.
- Buenos días – sonríe resplandeciente. ¿Cómo le hacia para verse tan bella siempre?
- Buenos días – susurro sin separarme acercándome para acariciar mis labios con los de ella, empiezo a besar su relleno labio inferior, pero ella no se mueve, levanto la vista y sus ojos están tristes.
- Tengo que irme – susurra quitando su brazo de mi espalda para soltarme.
- ¡No! – la abrazo con fuerza pegando mis labios a los de ella; su pequeña mano cae en mi hombro y un pequeño sonidito se escapa de sus labios, chupo desesperado sus labios. Su cuerpo me recibe con agrado apretándose más contra mí, sus piernas se entrelazan aún más con las mías haciendo hervir mi sangre por lo íntimo de la posición, no había NINGUNA parte de su cuerpo con la que no estuviera en contacto. Bajo mis besos a su mejilla, después a su mandíbula y luego a su cuello… suelta un suspiro de placer – No… vamos a hablar…
Me observa sin entender, sus labios mas hinchados por mis finas mordidas, sonrió ampliamente y vuelvo a besarla… hasta que alguien toca la puerta.
- ¿Quién es tan temprano por la mañana? – susurra confundida. Quien fuera iba a arrancarle la cabeza. Nos separamos, intercambiamos una mirada aun con electricidad en el aire y me levanto para abrir.
- ¡Hola! – me saluda una sonriente y fresca Polen. Toda mi emoción cayéndose al piso, esto no podía ser.
- No puede ser, ¿Polen? ¿Que estas haciendo aquí? – pregunto molesto. Esto no iba a salir bien. Sanem llega corriendo detrás de mi y Polen se pone pálida.
- Es cierto, lo siento, te moleste – se disculpa nerviosa. Me recargo en la pared con un suspiro de fastidio.
- ¿Como supiste que estaba aquí? – pregunto. ¿Acaso no podía tener un segundo de paz?
- Tu mama Can, pero no te equivoques, hay algo de lo que tenemos que hablar. Y decidí respirar un poco. – responde justificándose. Mi madre… que raro, no le creía una sola palabra. ¿Hablar de qué? Siempre que la tenia cerca me cuestionaba mi relación con Sanem… ya tenía bastantes problemas.
- Cierto, mi querida madre. Mi única, única madre. Hice de todo, pero lo supo. – susurro agotado. Justo cuando dábamos un paso adelante, dábamos dos hacia atrás.
- No me mires, vine al seminario – se justifica Sanem. Levanto la vista, si las miradas mataran no se quien de las dos caería en este momento, mejor no averiguarlo. – el seminario es mi estilo de vida…
- ¿Podemos desayunar juntos, Can? – pregunta Polen girando ligeramente hacia mi e ignorando a Sanem.
- Lo cierto es Polen que ya pedimos servicio a la habitación… - respondo colocándome a un lado de Sanem y pasando mi brazo detrás de su cintura, se gira a mirarme y aprieta sus labios suprimiendo una sonrisa. Era mejor dejar las cosas claras de una vez, entre Sanem y Polen, estaba seguro de que Sanem terminaría tras una celda y Polen bajo tierra.
- Ah… entonces… - responde en un ademan nervioso haciéndose hacia atrás. Odiaba hacerle eso, después de todo era una amiga, pero no quería mas problemas con Sanem, si ella era capaz de llevar una carga tan grande como la que había llevado y ceder algo tan preciado por mí, yo podía perder a una amiga.
- Tampoco dormimos muy bien, queremos volver a la cama – agrega Sanem abrazándome y estaba casi seguro de que le había guiñado un ojo. ¿Se ponía roja como un tomate por compartir habitación conmigo, pero podía hacer insinuaciones sin ningún reparo? Quería reír por la ironía.
- Esta bien, entonces… los esperare abajo… cuando estén listos – se va haciendo para atrás con las mejillas muy rojas. Nos da una sonrisa falsa y se va. Cierro la puerta sin soltar a Sanem.
- ¿Vamos a desayunar aquí? – pregunta mientras me giro hacia ella para acercarla a mí cuerpo, ahora yo tenía frio. Sus manos se posan en mi pecho con inseguridad.
- Primero vamos a recuperar un poco de sueño – susurro muy cerca de sus labios. Abre sus ojos de golpe y sus mejillas se incendian, la tomo de la mano con una sonrisa y volvemos a la cama. La acuesto frente a mi pero no la suelto, tomo su barbilla para que sus ojos se claven con los míos.
- Perdóname mi amor… - empiezo ante sus ojos sorprendidos que me observan con confusión. No dejaríamos esta habitación si arreglar esto, es más, no la dejaríamos, hacia frio afuera.

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