Capítulo 27 "UN MARAVILLOSO RECUERDO"

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(P. Can)
Últimamente Sanem había estado muy nerviosa, no podía culparla, yo también me sentía como un resorte tenso a punto de romperse pero por diferentes razones. Al fin nos habíamos librado de Fabri, pero remató con la llegada de mi madre y la presión de sus padres a casarnos. No me sentía forzado, quería casarme con ella y me costaba controlar el impulso de tomarla sobre mi hombro y llevármela al lugar más alejado de este mar de estrés en el que nos encontrábamos; de hecho, tenía todo planeado, había estado dándole vueltas al asunto por varios días y estaba completamente decidido a que sucediera, aunque eso no hacia que me sintiera menos nervioso.
Hasta donde sabia, Sanem si quería casarse conmigo, pero con ella jamás podía estar seguro de nada porque justo cuando creía que la conocía ella me sorprendía otra vez; yo no tenía dudas, quería que fuera mi mujer y que durmiera conmigo con su cálido y curvilíneo cuerpo cerca del mío, jamás quería sepárame de ella, quería que tuviéramos muchos niños y una linda casa llena de flores y un perro, tal vez un gato también. Como fuera, tenia todo el plan trazado en mi cabeza, pero aún no se lo había comentado porque quería hacer las cosas bien, no había nada en Sanem que no me gustara, la amaba y era FELIZ con ella a mi lado como con nadie, todo el tiempo pensaba en ella, la extrañaba cuando no la tenia cerca y cuando estábamos juntos no quería dejar de tocarla y sentirla. Era un hombre, tenia necesidades como cualquier ser humano pero con Sanem siempre me frenaba porque no quería asustarla (algo que jamás me había pasado) quería que confiara en mi con su cuerpo así como me confiaba su precioso corazón, en las pocas veces que la situación empezaba a calentarse demasiado podía ver el miedo en sus bellos ojos y no me gustaba, necesitaba ganármela y estaba dispuesto a todo, incluso a esperar, si era necesario. Pero no iba a negarlo, cada vez me era más difícil y pasaba mucho tiempo dándome baños con agua helada.
Como ahora, se veía tan hermosa con esa falda café que dejaba ver sus suaves piernas y acentuaban la curvatura deliciosa de sus caderas terminando en su diminuta cintura cubierta con una blusa blanca y el pequeño abrigo del mismo color que era tan suave como si de un pequeño bombón se tratara, un bombón con collares, anillos y pulseras como los míos, era una mini versión femenina de mí, quería comerla entera ¿Pero que estaba pensando? Había pasado de mis nervios por proponerle matrimonio a mis fantasías con sus piernas y su cintura… o sus labios… ¡Dios! Tenia que parar o si no me iba a avergonzar a mi mismo como a un chico de 15 años, debía ser porque TODA la cabina de la camioneta tenia su dulce aroma… estaba mareándome…
- ¿Can? ¿Estás bien? – me pregunta sacándome de mi ensoñación. Volteo a verla con una sonrisa.
- Si, ¿por qué? ¿Me veo mal? – pregunto curioso. Ya la extrañaba otra vez así que pongo una de mis manos en sus muslos y aprieto suavemente. Sonríe.
- Sabes que siempre te ves guapo, pero te ves… distraído – responde colocando una mano sobre la mía.
- ¿Distraído? No, para nada. Estoy bien. ¿Tu estas bien? – pregunto mirándola a ella y a la carretera. Moja sus labios y baja la mirada nerviosa girando un poco para verme.
- Todo está bien… - responde, pero algo en ella me hace dudarlo. Se notaba tensa e inconscientemente aprieta mi mano. – me gusta que estemos juntos.
- A mi también me gusta, quisiera que estuvieras junto a mi siempre y a todas horas – le confieso con una nota de ironía en la voz. Jamás lo admitiría delante de ella, pero odiaba cuando cualquier persona se la llevaba de mi lado, ella era mía.
- Ay Can… ¿enloqueciste? ¿Qué harías conmigo todo el tiempo? – pregunta riendo con las mejillas rojas. Ella no tenia idea, para empezar, me encerraría con ella un mes entero… para empezar. Al llegar al alto, atravieso el reposabrazos para llegar hasta ella, se acerca cuando mi mano toma su suave mejilla.
- De todo… eres mi dulce y deliciosa Sanem – respondo en un susurro. Un rubor cubre su hermasa carita y no puedo mas que besarla. Tomo su regordete labio inferior para chuparlo una y otra vez mientras mi mano acaricia su pierna arriba y abajo jugando con el dobladillo de su falda, suspira subiendo una de sus manos a mi barba y abriendo ligeramente su boca, no pierdo oportunidad y cuando quiero profundizar el beso un claxon nos interrumpe. Doy un rápido beso en el corazón de sus rellenos labios y regreso a mi asiento – tal vez si enloquecí…
(P. Sanem)
Aún seguía mareada por su beso, Can a veces tenia una forma de besarme que me enloquecía y hacia vibrar cada parte sensible de mi cuerpo, era como un hombre sediento. Su mano sigue en mi muslo subiendo y bajando, desgraciadamente el semáforo anterior había sido el último y se habían acabado los besos intensos que hacían que me retorciera y viera estrellitas, era una lástima. Muy pronto me di cuenta que Can era un hombre de contacto, siempre que estábamos juntos no había una parte de el que no estuviera tocándome, así fuera un inocente jugar con mi cabello hasta esos besos húmedos donde parecía perderse en mi cuello por horas y su mano jugaba con mis muslos, me dejaba con las piernas débiles, incluso una vez me había besado por encima de la blusa en un día de campo que tuvimos en el bosque cerca de la cabaña o esa vez, cuando había estado leyendo para el en el jardín de su casa, el sobre mis muslos, termino besándolos y en su desesperación había subido hasta mis labios aventando el libro lejos y acostándome en el pasto, me estremecía al recordarlo.
Adoraba al este Can tan cariñoso y afectuoso, quería que fuera así siempre pero el peso que cargaba en mi espalda lo echaría a perder, tenia que contarle, debía saber, pero se enojaría mucho y ya estaba bastante sensible por la llegada de su madre. Me aterraba hacerlo enojar, porque Can no escuchaba cuando estaba enojado, solo explotaba derramando fuego y se escondía del mundo, por eso estaba segura de que cuando le contara que había dado mi esencia a cambio de su libertad estallaría. Era mi culpa, no debí caer en provocaciones, pero era un rincón sin salida y mi albatros no debía estar encerrado nunca, el tenia que ser libre y volar alto. Dios, ya quería llorar… Can quita su mano de mi pierna con un último y ligero apretón antes de usar ambas manos para entrar en el camino de terracería. Íbamos a la cabaña, él había quitado su mano y yo ya quería llorar. ¿Cuándo debía decirle? ¿Qué pasaba si me dejaba? ¿Cómo podría convencerlo de que lo había hecho por él, para salvarlo?
- Yo también quería decirte que viniéramos aquí… - le digo cuando se estaciona en la entrada.
- ¿En serio? – responde sorprendido. Bajo la mirada asustada, no sabía cómo comenzar…
- Si, es decir, estar solos y hablar… - le digo quitándome el cinturón y enfrentándome a su mirada. Se veía nervioso pero feliz, no quería arruinar su humor.
- Hablar… - desvía la mirada y hace un gesto de incomodidad – de hecho, se de lo que quieres hablar…
- ¿De verdad? – pregunto sorprendida. No creía que lo supiera, estaba demasiado tranquilo.
- Seria mejor si no interfieres en ese asunto… - me pide incomodo sin sostener mi mirada. ¿Cómo no iba a intervenir?
- Can, realmente debes tratar de entenderme… - le pido en una súplica.
- Sanem, mira… yo comprendo que quieras que la relación con mi madre funcione – empieza en tono de defensa; así que él creía que yo me refería a su madre, bueno, si quería que hablaran, pero no me había referido a eso… bueno fuera – esto no es nada fácil para mí, déjame manejar este asunto yo mismo, no interfieras ¿sí? No quiero que cargues con esto…
- Está bien, cariño… - respondo con una pequeña sonrisa. off! Era una cobarde…
- Grandioso – responde animado – estoy feliz de que estemos de acuerdo. Ven, vamos…
Me regala una sonrisa mas relajada y ambos bajamos de la camioneta, sentía todo mi cuerpo temblar y no precisamente por el frio. La relación tan espantosa que tenia Can con su madre era horrible, aun me costaba entender como alguien tan bueno como Can fuera hijo de una mujer como ella, pero su abandono había hecho de Can un hombre bastante desconfiado y algo posesivo. No me molestaba que fuera celoso, de hecho, me emocionaba hasta que quería golpear al otro, pero si era muy desconfiado hasta de su sombra… curioso porque habían personas que abusaban de eso y Can era incapaz de ver la diferencia entre una traición y un secreto. Muy nerviosa, camino de su mano a la entrada… ¿Cómo iba a hacer esto?
(P. Can)
Su pequeña mano tiembla cuando subimos los escalones, levanta la mirada y toda su expresión cambia de la confusión a la sorpresa.
- Can… - susurra al admirar toda la escenografía. La dejo explorar mientras voy a poner nuestra canción en la consola de discos. – ¡Can, no puedo creer esto!
Quería hacer de este momento algo perfecto, un día, quería que le contáramos a nuestros hijos como empezó nuestra unión, como decidimos unir nuestras vidas en un glorioso y brillante momento. Mi Sanem se merecía todo por lo que había planeado cada detalle, su perfecta mente jamás lo olvidaría y me encargaría que una luminosa sonrisa de sus suaves labios acompañara siempre este recuerdo. Me acerco a donde esta parada oliendo el ramo de flores que obviamente es para ella…
- ¡Estas flores huelen muy bien! – se voltea para darme la mano y estar frente a mí; tenía frio de los nervios.
- ¿Te gustan? – le pregunto acercándola a mi cuerpo.
- ¡Muchísimo! – responde con una bella sonrisa; todo su estrés lejos de ahí.
- ¡Ninguna de ellas huele tan bien como tú! – la halago abrazándola y dando un ligero beso en su cuello. La amaba tanto que me dolía soltarla. Beso su mejilla cuando se separa.
- ¡Can, si tan solo nos quedáramos siempre aquí! – sus bellos ojos brillan de emoción, como una niña que pide siempre estar jugando y jamás entrar. ¡Dios! Quería cumplirle todo lo que quisiera, se veía tan hermosa cuando soñaba nuestro futuro juntos que no sabía si comérmela a besos o postrarme a sus pies. – es decir, no hay nadie más aquí… solo tú, yo y la naturaleza… 
- ¿No te cansarías de mí? – le pregunto en tono de broma. Ella había hecho lo mismo hacia un rato.
- ¡No, no me cansaría! ¿Como es eso posible? – responde abrazándome de inmediato como si me consolara de haber tenido ese desagradable pensamiento y acomodando su pequeña cabeza en mi pecho. Amaba sus abrazos, me sentía tan completo, todo tenía sentido cuando estábamos así. Tomo su diminuta mano en las mías y la beso repetidas veces en señal de devoción, haría lo que fuera para cumplir sus sueños.
- Sabias, las personas del antiguo Egipto creían que… - inicio con una pequeña historia para hacer más romántico el momento y llamar su atención; paso mi dedo desde su dedo anular hasta el centro de su pecho donde late acelerado su corazón – el dedo anular de la mano izquierda tiene una vena que esta directamente conectada al corazón de la persona.
- ¿De verdad? – pregunta curiosa sosteniendo mi mirada.
- La medicina moderna descubrió que no existía, pero los amantes que van a casarse llevan sus anillos en el cuarto dedo de su mano izquierda para sentir el corazón de su amado en su propio corazón… - me da una pequeña sonrisa y baja la mirada tímida. Llego el momento, suelto por un segundo su mano y saco la pequeña caja con el anillo, lo abro frente a ella y su expresión cambia al segundo que lo ve…
- Can… - susurra con sorpresa sin dejar de ver el anillo; lo saco de la pequeña caja y lo sostengo frente a ella, su mano sostiene las mías para acercarse a verlo bien – Can, esta piedra…
- Si Sanem, esta es la piedra de la luna blanca – le confirmo al ver su expresión sorprendida – Sanem, tu eres mi piedra lunar…
- Pero yo quebré esta piedra… - responde con un tono de confusión – ¿hiciste un anillo con la piedra?
Asiento tratando de no ponerme nervioso, ahora tenia que declarar mi amor por ella para que no dudara que solo por ella hacia esto, estaba completamente seguro de que la amaba y ella me amaba.
- Sanem, desde que te conocí me siento una persona diferente, pero estoy absolutamente en mí, más que nunca. Siento mucho miedo, pero valiente al mismo tiempo. ¡Me siento ligero como pluma, pero mas fuerte que nunca! Desde que te conocí, siento mis ojos, mis manos, los latidos de mi corazón Sanem… y hasta el final de la vida no quiero que mis ojos se separen de los tuyos y que mi aliento sea el tuyo. Te amo como a nadie. ¿te casarías conmigo? – le propongo a sus ojos emocionados que brillan de sorpresa y amor. La adoraba mas por eso, siempre que me veía me sentía en el lugar al que al fin pertenecía, no era rechazado ni despreciado, siempre encontraba consuelo y amor en sus brazos, sus ojos siempre reflejaban a alguien mejor de lo que yo pensaba de mí. La vida y el universo era fáciles de entender, el futuro era importante y colorido… todo era perfecto con ella, y lo mas importante, era FELIZ AMANDOLA para siempre.
- ¡SI! – grita tras un titubeo. Sin dejarme ponerle el anillo, se avienta a mis brazos para abrazarme y besarme repetidamente en la mejilla, loco de la emoción la cargo en mis brazos y le doy vueltas.
- ¡Can! – grita riendo aferrándose a mi cuerpo como el pequeño koala que era. La bajo dejándola sobre sus pies mientas la beso en la mejilla. Sin dejar de sonreír, quito el cabello que cubre su cara y tomo su mano otra vez, deslizo el anillo que le queda perfecto… sus ojos me miran otra vez, una de sus manos sube a mi mejilla para acariciar mi barba mientras una solitaria lagrima baja por su cara, la atrapo con mi dedo. Mis manos suben de su cuello a sus mejillas para sostenerla y con una sonrisa la beso con lentitud, saboreando su aceptación, deleitándome de su emoción, pero lo más importante, empapándome de su amor.
(P. Sanem)
Estaba comprometida. No lo podía creer, jamás me hubiera imaginado que Can haría esto, bueno, lo habíamos hablado, pero con tantas cosas sucediendo no tenia idea de que haría toda la ceremonia y hubiera preparado algo tan romántico y hermoso. Mi Can era único y estaba tan enamorada de el que dolía. Estiro la mano para ver el maravilloso anillo en mi dedo, era perfecto, me encantaba y no podía esperar para casarme y estar siempre juntos.
Siempre había sido una soñadora, “con la cabeza en las nubes” diría mama, pero no podía evitarlo y con Can eso solo había empeorado; me imaginaba que viviríamos aquí tal vez, después compraríamos una casa mas grande donde nuestros niños jugaran porque quería muchos hijos, me sonrojaba solo al pensarlo, también quería un perro y un gato, muchas plantas y flores además de un lugar donde pudiera seguir preparando mis cremas y Can pudiera revelar sus fotos. Una sonrisa tonta abarca toda mi cara, hasta me dolían las mejillas de tanto sonreír… solo había un problema…
Estiro las piernas frente a mi y paso mis palmas sobre mis muslos para darles un poco de calor; de los nervios por la propuesta Can había olvidado el vino y se había ido por el en una carrera rápida, le había dicho que lo esperaría porque no quería moverme de aquí, mis pensamientos era un enredo, con un beso que me había quemado al menos medio cerebro se había ido corriendo. Esto era tan hermoso y romántico que me hacia sentir muy mal, no lo merecía después de lo que había hecho, debí decirle la verdad desde hace mucho y ahora había dejado pasar las oportunidades llegando al punto de que ya estábamos comprometidos… Can se iba a enojar mucho. ¿Qué pasaba si le decía y ya no se quería casar conmigo? ¿Qué pasaba si me dejaba? ¿Y si se iba? ¡Dios no podría soportarlo! Tenia que confesarle la verdad, no podía dejar que esto se hiciera mas grande y empezáramos a formar un futuro juntos sobre una mentira, pero si de algo estaba segura es que esto me iba a doler muchísimo, ya me estaba doliendo…
- ¿Sanem? – levanto mi vista sorprendida. Can llega con la botella, pero su mirada es de espanto y preocupación – ¿por qué lloras? ¿Y qué haces sentada ahí? Te vas a congelar…
- Este… - respondo nerviosa limpiando las lagrimas que sin darme cuenta estaban resbalando por mi mejilla. No había querido sentarme en la pequeña mesa que había preparado para los dos sin el y por alguna razón, en mis nervios, no había prestado atención al sillón así que había terminado sentada en el piso en la entrada de la cabaña, lo bueno es que no estaba al ras del suelo – estaba esperándote…
- Pero hace mucho frio, debiste entrar… - me regaña dejando la botella en la mesa y pasando a la cabaña por detrás de mí, el frio era el menor de mis problemas, una gruesa cobija me cubre la espalda calentándome – vamos…
- Espera, siéntate conmigo… - le pido con ojos suplicantes, hago espacio para que se siente y lo hace. Sostengo la cobija frente a mi para tratar de reunir el valor de confesarle la verdad, es inútil, al ver el anillo mas lagrimas se derraman de mis ojos.
- Sanem, ¿qué pasa? Me estas asustando… - me dice girando suavemente mi cara hacia él. El era tan bueno conmigo y yo estaba a punto de echar todo a perder.
- Bueno, - inicio dejando que la cobija cuelgue de mis hombros, con un doloroso movimiento que me parte el alma y el corazón me quito el anillo, Can me ve con pánico pero sostengo su mirada con decisión, era ahora o nunca y ambos debíamos estar seguros del otro – Can yo te amo mucho, ya te lo había dicho, te amo mas de lo que me amo a mi misma y no hay nada que no hiciera yo por ti, NADA. Pero hay algo que debes de saber, si después de que te lo diga ya no quieres casarte conmigo yo…
- Amor, ¿qué estás diciendo? – pregunta sosteniendo mis manos y el anillo entre ellas. Lagrimas empiezan a caer de mis ojos. – eso no va a pasar, no importa lo que digas.
- Can, por favor escúchame, hay algo que no sabes. – insisto con voz entrecortada por los sollozos – cuando Fabri te encerró yo estaba muy asustada y preocupada por ti, fue mi culpa que te encerraran y me aterraba saber que jamás te volvería a ver. Al día siguiente en la mañana escuche al abogado hablar con Emre, dijo que por el daño que le habías hecho y las pruebas que había era posible que una multa no fuera permitida. ¡Can tuve mucho miedo por ti! Así que…
- ¿Que Sanem? – me insiste. Suelto mis manos de las de el para limpiar mis lagrimas que salen sin control, el terror se apodera de mí, pero sé que ya no hay marcha atrás. Sus ojos preocupados me observan profundamente.
- Llame a Fabri y le dije que estaba dispuesta a hacer un intercambio, le daría la receta de mi perfume si retiraba los cargos en tu contra y nos regresaba la parte de la compañía que te pertenecía… - suelto a borbotones las palabras porque no puedo controlar todas las dolorosas emociones que sentía acumularse en mi pecho. Can se echa para atrás como si le hubiera disparado, me observa totalmente incrédulo hasta que se levanta de golpe y empieza a caminar por todos lados con las manos en la cintura ya prieta los ojos como si le doliera la cabeza.
- ¡Ese despreciable! – susurra en un tono que va más allá del enfado.
- ¡Can lo hice por ti! – le explico levantándome para ir tras el – pero no le di la receta original yo la alteré y …
- ¡Voy a matar a ese imbécil! ¡¿Como se atreve?! – grita sin oírme caminando de un lado al otro.
Al fin voltea a verme cuando me paro tras él, su mueca de enfado cambia a una de desconcierto y luego a otra de arrepentimiento, avanza hacia mi y me abraza muy fuerte. No entendía nada…
- Mi amor, ¿tienes miedo de mí? – pregunta en un susurro. Estoy completamente en shock. – ¿sanem? Por favor, respóndeme…
- No estas… ¿no estas enojado? – pregunto alejándome un poco para ver sus ojos. Aunque son duros y tienen flamas dentro de ellos responde con voz suave.
- ¡Estoy más allá de eso! ¡Quiero matar al tipo! Y no voy a negar que tengo muchas ganas de castigarte por sacrificar algo tan valioso, pero no estoy enojado contigo Sanem… - responde dejándome aun mas confundida. ¿Quién era este hombre y que había hecho con Can?
- ¿Castigarme? – pregunto confundida, hace una media sonrisa traviesa pero luego se pone serio.
- Hablaremos de eso luego, pero te lo había dicho Sanem, eres mi piedra lunar y siempre me cuidas aun a pesar de cuanto dolor te pueda causar. No voy a volver a cometer el mismo error de perderte por una tontería y por mas enojado que este, jamás voy a dejar de amarte – sostiene mi mano con el anillo, lo quita de mis temblorosos dedos y lo vuelve a colocar en el dedo correcto otra vez – si algo aprendí de estar recorriendo lugar perdidos, peligrosos y olvidados es que se debe ser cuidadoso con el camino y no pasar por el mismo lugar de peligro dos veces, no voy a hacer eso contigo. La primera vez que nos separamos, no fue culpa tuya o de mi hermano, fue mía y de mi orgullo. Si para que estés conmigo tengo que ceder a mi orgullo lo hare con gusto, tu eres mucho mas importante que eso o un perfume, yo te amo por lo que eres. Mi Sanem.
- ¿En serio? – pregunto con voz temblorosa. Sonríe y me abraza dando sonoros besos en mi mejilla y cuello.
- Ya me había sorprendido que Fabri se rindiera tan fácil, pero se que eres inteligente, eso de darle una receta falsa va a hacer que se desgarre sus apretados trajes en las paredes – me rio de su chiste y lo abrazo otra vez para besarlo, me sostiene y acaricia tranquilizándome.
- Te amo tanto – repito una y otra vez en nuestro beso.
- Yo también te amo… eres la mujer de mi vida – responde acariciando su nariz con la mía – pero quiero que hagas algo por mi… por favor…
- ¡Lo que sea! – acepto sin pensar. Estaba muy contenta de que no se hubiera enojado que le daría lo que quisiera en ese momento, quería compensarlo por haber superado, al menos conmigo, esa parte de él.
- Estoy dispuesto a dejar mi orgullo que ha sido mi coraza desde que era niño por ti y también voy a ir a hablar con mi madre para hacer las paces, pero si hay algo con lo que no puedo vivir es con el estar lejos de ti. Me duele físicamente Sanem, te extraño en las noches cuando voy a dormir y en el día, no puedo vivir más sin tenerte aquí conmigo y con el constante miedo de que te aparten de mí, por eso… - respira profundo y me acerca a su cuerpo hasta que estamos solo a milímetros de distancia – quiero que nos casemos en una semana, a esta hora en una semana tu ya serás mía y yo seré tuyo para siempre. Solo eso pido, no más obstáculos de la gente o nuestras familias, no más drama, solo tu y yo para siempre. Te prometo que para ese entonces ya tendremos donde vivir y lo que sea que tu quieras, pero por favor, dame eso… dame una vida contigo…
Sonrío emocionada y vuelvo a saltar a sus brazos. Mama siempre me había enseñado que una parte fundamental del matrimonio eran los compromisos, el dar y recibir, la comunicación y sobre todo el amor, más allá de todo, debíamos ser un equipo. Yo tampoco quería esperar. Me da sonoros besos en mis labios y vuelve a bajarme a mis pies.
- Listo para pedir mi mano, ¿Señor Can? – le pregunto tomando su mano.
- Como nunca – responde apretando mi mano. Así es como seria a partir de ahora, solo él y yo.

ESCENAS CANEMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora