•¿Ahora qué hago?•

738 49 36
                                    

Sábado 24 de septiembre, 2011

—¿Despedida...? Claris... Llevo desde mis diecisiete años trabajando aquí... No pueden hacerme esto, necesito él trabajó.

—Lo sé Emma, pero son órdenes que me dio el jefe. Lo siento mucho, pero no depende de mí, si fuera por mí, sabes que te dejaría el trabajo.

—Es que no entiendo... ¿En qué fallé? —pregunté exasperada.

—No has fallado en nada... pero sabes que la cafetería no ha ido muy bien en los últimos meses y cada vez es más difícil que nos paguen y comprar mercadería... Por eso solo dejo a los que tenemos más de seis años trabajando aquí —suspiré, al escuchar aquello.

—Esto no me puede estar pasando... ¿Ahora qué hago Claris? Tú más que nadie sabe que debo de mi alquiler y si no pago... me correrán.

—Lo sé... Prometo ayudarte a buscar empleo, ¿sí? —Me quede en silencio, ella extendió un sobre blanco—. Esto es lo poco que el jefe te da por estos años de tu trabajo, tal vez te sirva un poco.

—Dile al señor Lee... que se lo agradezco.

Agarré el sobre, hice reverencia a todos en la habitación, pero los chicos se acercaron a despedirse de mí con un abrazo y una sonrisa.

Me quité el delantal que traía puesto y salí de la cafetería. Tomé un poco de aire y mirando al cielo sentí como si todo se cayese encima de mí.

—Mamá... ¿Qué debería hacer ahora?

Revisé el dinero y lo que me habían dado no me alcanzaba ni para la mitad de lo que debía de alquiler; no sabía qué hacer, no quería ni acercarme al departamento, pero, ¿qué más daba? No era como si de la nada, o por arte de magia el dinero exacto que necesitaba iba a aparecer delante de mí, solo tenía una cosa por hacer, era seguir adelante, y esperar que el destino dejará de ser tan cruel conmigo.

Me dirigí hacia la estación de autobuses y me fui a mi apartamento, bueno, lo que había sido mi apartamento.

[...]

—Señora Kim... Por favor... es todo lo que tengo —supliqué, extendiendo el sobre blanco.

—Lo siento Emma, pero... sabes que no puedo darte más tiempo, ya conseguí a alguien que tiene un trabajo estable y ha prometido pagarme al tiempo.

—Señora Kim, se lo ruego, hágame este favor...

—Qué más quisiera... Pero los señores se pasarán aquí en una semana.

—¿¡Una semana!? —suspiré exhausta—. Al menos, acepte este dinero, como gratitud.

—No. Ni hablar, quédate ese dinero, te servirá por un tiempo, no me perdonaría dejar sin nada a una chica como tú, más ahora que más lo necesitas.

—En serio le agradezco todo lo que hizo por mí y por mi madre, en su momento. Le estoy muy agradecida señora Kim.

—Cuídate mucho, querida... Espero que puedas encontrar un buen camino y cumplas tus sueños. El destino tendrá mejores cosas para ti.

La señora Kim me abrazó y se fue, dejándome sola en aquel pasillo del edificio, con mi cabeza hecha un nudo, sin saber qué hacer o a donde ir. No encontré más remedio, entré a mi apartamento y empecé a empacar algunas cosas, al menos lo esencial. Me dolía dejar aquel lugar, había crecido y compartido hermosos momentos con mi madre, y aunque el apego emocional fuera grande, ¿qué más podía hacer?

El teléfono fijo del apartamento comenzó a sonar, a paso lento y llena de tristeza, me acerqué a tomar la llamada.

El teléfono fijo del apartamento comenzó a sonar, a paso lento y llena de tristeza, me acerqué a tomar la llamada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Un amor imposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora