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Martes 3 de enero, 2012

Llevábamos un poco más de una hora en el auto, y aún no llegábamos a la casa del señor Park. En todo el viaje me mantuve en silencio, hablando solo cuando el señor Park me lo pedía, y la verdad, no me molestaba nada el silencio, no era incómodo, o al menos eso sentía yo. Era primera vez salía de Daegu, y parecía niña de kínder que visitaba por primera vez el parque de atracciones.

—Dime, Emma... ¿Estudias en la universidad? —preguntó, sin verme.

—No, señor. Son muy costosas y a duras penas me alcanzaba para poder pagar la renta de mi apartamento, por eso mismo nunca aplique para rendir el examen —respondí desanimada.

—¿Aún estás en tu apartamento? —Cambió radicalmente la conversación—, pensé que, como te despidieron, ya no podrías vivir en ese lugar.

—Ya no vivo en ese lugar... —afirme a su comentario—. Hace tres meses que no lo hago, esté tiempo, viví en casa de mi mejor amiga.

—Mientras trabajes para mí, tendrás un sitio donde dormir y comer —recalcó.

—Y estoy muy agradecida con ello... —asintió en silencio.

—Bien... Llegamos.

Estacionó el auto y bajo sin esperar tanto. Salí del auto y quede tiesa al ver su casa, me di cuenta de que eso no era una casa, era una mansión de tres plantas y muy, pero muy grande.

 Salí del auto y quede tiesa al ver su casa, me di cuenta de que eso no era una casa, era una mansión de tres plantas y muy, pero muy grande

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—¿Te gusta mi casa? —sonrió, lleno de satisfacción al ver mi reacción.

—Es muy... grande —reconocí aterrada.

—Y espera a verla de la parte de adentro.

Bajé mi equipaje del auto, me paré nuevamente al lado de él para ingresar a la casa.

El señor Park me hizo entrar y quedé aún más sorprendida al ver que todo estaba bellamente decorado, se notaba que todas esas decoraciones costaban el doble de lo que yo podría ganar en meses —¿En qué te has metido Emma?—, pensé.

—Esta es la entrada... La primera habitación a la derecha es la sala de estar, y a la izquierda está el comedor...

Y vaya comedor... La mesa era enorme, en ella podían sentarse alrededor de unas veinte personas. Eran hermosos los detalles que tenían las sillas y ni hablar de la mesa. Sobre el comedor, una lámpara enorme de cristales colgaba, todo le daba un toque especial, elegante, y que costaba como veinte riñones cada mínimo detalle.

—Esta habitación, es de la cocina.

Mis ojos se fueron en blanco al ver la habitación detrás de aquella puerta blanca que se empujó hacia adentro. Solo la cocina era del tamaño de todo el departamento en el que vivía, era enorme y muy hermosa, una perfecta combinación de diferentes tonos de blanco y gris le daba un aspecto pulcro.

Un amor imposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora