•Déjalo dormir•

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Sábado 28 de enero, 2012

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Sábado 28 de enero, 2012

Ya habían pasado tres semanas desde que Emma trabajaba en casa, y en ese tiempo logré que dejará de tratarme con respeto, me parecía algo demasiado imposible en su momento, pero conseguí que me tratará con confianza.

Su compañía hacía que mi vida ya no fuera tan solitaria y aburrida, ya había tenido muchas amas de llaves, pero ella era diferente, todas las anteriores habían sido muy mayores y siempre guardaban mucha distancia conmigo, así que era lo mismo a estar solo, pero que Emma estuviera en casa, era casi como vivir con una amiga.

Al conocerla, me di cuenta de que era alguien muy linda, dulce, y en algunas ocasiones, muy tímida, pero con un gran corazón. Podía pasarme horas, sentado con ella platicando y no me aburría ni un segundo.

Era muy graciosa y de vez en cuando dramática, pero amaba esa personalidad muy suya, era como una mezcla de diversión, amor y dulzura. Para mí, Emma, era una de las chicas más mágicas del mundo, irradiaba luz, una luz tan fuerte que era capaz de iluminar al completo el cuarto más oscuro del mundo, esa luz había sido capaz de iluminar mi corazón.

—Buenos días —sonrío, al verme.

—Buenos días, Emma. ¿Dormiste bien? —Pregunté, mientras me sentaba en la mesa de la cocina.

—Muy bien diría yo, ¿y tú?

—No dormí nada, acabo terminar un trabajo de la universidad.

—Te dije que te durmieras temprano, tenías parte del fin de semana para terminar todo —reprendió.

—Lo sé... Pero quiero todo el fin de semana libre, los chicos harán lo mismo.

—Supongo que querrán salir de fiesta o salir a pasear en estos dos días.

—Ya nos conoces —reí, tratando de mantener los ojos abiertos, me sentía muy cansado.

—Llevó trabajando casi un mes aquí, y he escuchado como se quejan porque no han tenido mucho tiempo libre.

—Es la verdad... Tenemos tanto de no salir juntos, creo que hasta ya olvide como bailar —dije, y ella empezó a reír.

—No seas un exagerado, Park Jimin... Ten —dijo, mientras ponía parte del desayuno en la mesa—. Si te desvelas tanto deberías de comer al menos, no quiero que te vayas a enfermar.

—Aw... Te preocupas por mí —fingí desmayar.

—En realidad es por mí, te imaginas el grito al cielo que pegaría tu padre si se entera de que no estoy cuidando bien a su hijo, o que está enfermo porque no lo alimento bien, porque también lo estoy dejando que se desvele a su antojo, me destierra de Corea y me manda a un país desconocido.

—¿Y yo era el exagerado? —le miré—. Mi padre no se preocuparía tanto por mí, no te aflijas por eso.

—Claro que sí... es tu padre, ¿qué clase de padre no lo haría?

Un amor imposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora