Ella (VII)

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Se esfumó sin avisar.

Tampoco le dolió demasiado. Habían dejado de hablarse poco a poco. Había ido reemplazándola, pero antes de ignorarla tanteó el terreno. Hablaba de otra. Y parecía feliz. Sus mejillas enrojecían y levantaba la voz cuando se reía de ella.

Entonces dolía más. Dolía la lejanía, la distancia que crecía. Todo aquello que llevaba siendo habitual durante años se resquebrajaba despacio y la impotencia la consumía y le escupía en la cara.

Sí, ella se esfumó sin avisar. Aunque no fue la única.

Tenía que seguir adelante.

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