El azabache de su melena adornaba su cara de muñeca.
Los ojos oscuros, parecían refugiarse tras los cristales de sus gafas.
Estaba ahí mismo, ¡pero a la vez tan lejos!
Y el gorgojeo de su risa sonaba con un eco.
Tan real ¡y tan efímero!
Deseaba poder extender la mano
Lo suficiente para acariciar su mejilla,
Adornada en hoyuelo y pequeños lunares
Y admirar su rostro risueño
Sabiendo que no pendían de un hilo,
Sabiendo que al sentir su respiración y sus latidos
Le recordarían que no era un sueño de verano de una joven
Que en la distancia perdía sus pensamientos.
