"No te das cuenta las noches que me aliviás con las cosas esas locas que vos me contás..."
La luna y las estrellas constantemente se asomaban dentro de la habitación de Jack en esa noche causando una tenue iluminación en el ambiente.
Finn dormía en el regazo de Jack, su cabeza reposaba en sus piernas y el castaño tan solo se dedicaba a acariciarle e cabello con suavidad.
Escuchar la respiración pacífica del azabache le causaba un poco de tranquilidad al chico puesto que desde su llegada en esa noche no había podido pegar un ojo.
Probablemente ya estaba a nada de amanecer o probablemente aún faltaban un par de horas para que sucediera. En esos momentos Jack no tenía ni la menor idea de nada ya que un gran insomnio le consumió por completo puesto que en todo ese tiempo su mente solo se había dedicado a pensar en soluciones para el problema de Finn.
Algo tenía que hacer, la idea de dejarle ir así de la nada para tal vez más nunca volver a verlo le aterraba más de lo que esperaba.
Solo eran amigos si, aún ninguno se había atrevido a aclarar las cosas entre ambos pero eso no quitaba lo mucho que se necesitaban mutuamente.
En ese momento Finn se removió un poco, causando que los pensamientos de Jack se detuvieran y su vista pasara enteramente a él.
Nunca dejó de acariciar su cabello y probablemente eso fue el detonante de que este comenzara a removerse más con intención de despertarse.
De pronto sus ojos se comenzaron a abrir y su mirada sorprendida pasó a Jack puesto que por primera vez no estaba dormido a su lado si no que estaba despierto y un poco angustiado.
—Jack...—. Murmuró su nombre tallándose un poco los ojos. —Todavía está oscuro afuera, ¿por qué no estás durmiendo?
Su voz era la misma que hace rato, la borrachera todavía no se le pasaba por completo puesto que solo había dormido unas dos o tres horas desde que llegó.Jack lo supo al instante y por eso decidió hablarle con la verdad y sin ningún tapujo puesto que lo más probable era que al día siguiente aquella conversación ya se le hubiese olvidado a Finn.
—No quiero que te vayas...—. Fue lo primero que el castaño pronunció volviéndole a acariciar el cabello.
Finn pegó un suspiro mientras negaba con la cabeza.
—¿Y tú crees que yo quiero irme?—. Musitó este pasándose las manos por la cara con un poco de frustración. —Canadá es muy aburrido y siempre hace frío...—. Dijo causando una suave risita en Jack. —Además tú no estarás ahí y eso es lo que más me pesa.
Bastó con eso último para que el corazón del castaño se comenzara a alterar.
—Algún día tendré que ir a Canadá a ver si es tan horrible como dices...—. Murmuró causando ahora una pequeña risita en Finn.
—Si vas tú entonces ya no me parecerá horrible—. Sonrió tras escucharle y al instante sus mejillas se encendieron pero gracias a la notable oscuridad era un poco difícil de presenciar.
Jack apretó los labios con insistencia, la sangre le comenzó a correr con fuerza y múltiples emociones revoloteaban en su interior.
Sentía que ese era el momento, el momento indicado para hablar de todo lo que ha pasado entre ambos. El momento indicado para aclarar las cosas y dejarse de rodeos.
Su mano que acariciaba el cabello de Finn pasó a acariciar con suavidad su frente y una de sus mejillas.
Lo observaba y una vez más comprobaba todo lo que en él provocaba aquel pecoso chico que tristemente solo era su amigo y su distracción de Finn de semana.
Pero, si aparentemente Finn también le quería y era capaz de hacerle esos comentarios tan bonitos en los momentos perfectos, ¿por qué no era capaz de decírselo sin tener diez vasos de alcohol encima?
—Finn, yo...—. Y no le importó, estuvo a punto de hablar y de liberarse un poco pero justo en ese momento el mencionado azabache se levantó de golpe de su regazo y bajó de la cama con rapidez interrumpiendo todo.
Corrió con insistencia al baño mientras se cubría la boca con las manos. Jack suspiró y fue tras de él con toda la intención de cuidarle justo como lo hacía en absolutamente cada sábado que él se presentaba en su casa.
Y tras escucharle vomitar el castaño agradeció bastante el no haber alcanzado a decirle nada.
Cambió de opinión, definitivamente no iba a valer la pena decirle algo tan importante y que al día siguiente se olvidara de todo.