CAPÍTULO 3 (Editado)

98.6K 5.9K 1K
                                    

Adeline

Quizá los ancianos tengan razón y el sufrimiento es la más contagiosa de las enfermedades. O tal vez, la mentira sea la causa de todos los males. Puede que la culpa termine desequilibrando corazones y la vergüenza arruine al coraje. Probablemente haya sido una mezcla de todas esas emociones las que llevaron a mi madre a dormirse envuelta en un mar de lágrimas, incapaz de hablar conmigo.

Habíamos regresado a casa juntas, ambas en nuestra forma animal. Como mis sentimientos estaban descontrolados no pude evitar que todo se notara: el dolor que me causaba que mi pareja destinada estuviera en la cama de otra, el sentimiento de traición que experimenté al saber que mi propia madre me había ocultado parte de mi historia y el poder innato en mis venas que a duras penas era capaz de mantener controlado. No supe que tipo de aura transmitía, pero si que afectó a Helena. Tanto que, sin necesidad de hablarnos, lloramos casi por lo mismo. Amores perdidos y palabras no dichas. El peso del pasado nos hizo separarnos a penas llegar.

No pude volver a mi forma humana. Hay cosas que no pueden manejarse. Me acosté en la cama hecha un ovillo, con mi hocico escondido entre las patas. En algún punto de la noche debí de relajarme lo suficiente como para volver a mi cuerpo humano porque desperté cubierta por las mantas, boca arriba y desnuda. La alarma casi me dejó sorda, porque no solo había podido cambiar de forma, sino que mis sentidos humanos ya estaban canalizando parte de mi poder para mejorar se por sobre los límites naturales.

Me seguía doliendo el pecho, pero era algo que podía manejar. Intenté masajearlo para amortiguar la sensación de que me faltaba parte del corazón. No pude evitar enojarme conmigo misma. Se suponía que no debía sentirme así por una persona que odiaba tanto como a Alec Willfot. Pero allí estaba, queriendo llorar nuevamente al pensar en que se había acostado con otra. Por suerte ya no sentía con tanta intensidad. La noche anterior todo me había sobrepasado. Había sido la primera vez en que la barrera que separaba mi esencia humana con el espíritu animal que habitaba en mi interior, se rompía. Por lo que nuestros sentimientos habían sido los mismos. Con el tiempo podría separar más lo que Clea sentía de lo que yo experimentaba. Sería ella la que constantemente se lamentaría del rechazo de nuestra alma gemela. No yo.

Personalmente, a lo único que quería aferrarme era a la promesa de libertad que venía asociada al inminente destierro. Eso fue lo que me motivó a levantarme de la cama. Hasta que Alec se volviera mi alfa tendría que aprender a convivir con él en la misma manada. Ya estaba acostumbrada a vivir con las burlas y acosos, así que sumarle el estigma de ser una paria y rechazada no debían cambiar las cosas. Seguirían burlándose de mí y esperaría el momento para marcharme.

Cuando vi a mi madre sentada en la cocina frente a su taza de café supe que había mucho que hablar. Quizá no tuviéramos el tiempo necesario, pero quería saber todo lo que pudiera sobre mi padre. Me senté frente a ella. Entre nosotras había cientos de palabras no dichas, una historia oculta y verdades que no estaba preparada para escuchar. Había aprendido a manejar la mediocridad. Estaba reconciliada con la idea de ser las más débiles de la manada, las últimas del eslabón. Pero no estaba segura de cómo manejar el hecho de que era una heredera de la luna. Y no solo eso, sino que se debía a mi padre, de quien, por cierto, no sabía nada. A duras penas su nombre: Aybek.

-No tenemos tanto tiempo y tampoco puedo contarte todo- dijo a modo de saludo- Pero voy a intentarlo.

-Bueno, supongo que un poco de verdad es mejor que nada.

Su incomodidad era tan palpable como la mía. Pude ver toda una vida en sus ojos cafés, que luchaban por romper dieciséis años de silencio. Estaba acostumbrada a los cambios de tema cada vez que mencionaba algo sobre su pasado. Pensaba que era porque había sufrido lo mismo que yo. Pero tal vez me estaba centrando demasiado en mí. Quizá mi madre cargaba con fantasmas demasiado oscuros como para sacarlos a la luz.

SERÁ TARDE (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora