Underneath the covers - Alex Di Leo.
1.
—Espero que te guste, lo hice yo —parece orgullosa y eso la hace adorable. La caja es parecida a la que los hombres abren cuando están por declararse.
La sola idea me causa escalofríos. Borro eso de mi memoria y abro con cautela el regalo, lo menos que quiero hoy es un anillo. Me siento avergonzado por pensar en ello una vez que veo el pequeño llavero sobre una almohadilla de esponja negra. Es una réplica muy detallada de Saturno en colores azules, morados y rosados, tiene matices dorados y negros que resaltan cada detalle. Mide aproximadamente cuatro centímetros pero eso basta para poder apreciar el esfuerzo que debió llevarse la mano de obra.
—¿Lo hiciste tú, Mel? —un nudo se me forma en la garganta al recordar las cosas que pensé anteriormente—, ¿para mí?, ¿por qué? Apenas me conoces.
—Eres mi compañero de clase, Ethan —se encoge de hombros—, quizá pienses que no te conozco ni tenemos relación alguna. Pero es un agradecimiento por todas las veces que me ayudas en clases que no entiendo. No eres invisible para mí, Ethan. Por eso te hice este regalo. Espero que te guste, sino, puedo hacer otro. ¿Cómo lo quieres?, ¿le cambio los colores? Tal vez te guste si...
—Espera, Mel —le interrumpo y alza la mirada con curiosidad—. Es perfecto, me encanta. Sólo me pregunto cómo es que lo hiciste, parece un trabajo de mucho tiempo.
Parece relajarse y respirar con más tranquilidad. Su sonrisa vuelve a aparecer y esta vez más grande.
—Es estaño fundido, hice un molde con arcilla y lo guardé por un día. Le di brillo y agregué detalles —sonríe orgullosa de su trabajo mientras lo mira cual obra de arte. Señala con el dedo las partes de color y añade—: esto es pintura acrílica sellada con resina transparente. Intenté hacer el planeta en 3D, pero no me gustó. Así que lo hice plano.
2
De regreso a casa me desvío al parque de tulipanes; en la ciudad hay varios parques, todos con algún tipo de flor que lo distingue —el concejal decidió por sí solo que esa idea era atractiva para turistas curiosos en busca de ciudades pintorescas. Y vaya que tuvo razón—, los turistas vienen cada año en verano para hacer sesiones de fotos. Es normal que los parques estén atiborrados de parejas con cámaras, chicas con vestidos extravagantes y turistas preguntando a los residentes por la historia.
Me detengo en una fuente y observo a la gente: hoy particularmente hay un gran número de parejas por todos lados, niños corriendo y perros con correas. Hace tiempo estuve a punto de adoptar un perro, pero decidí que no tenía tiempo para ello.
Regreso a casa caminando después de hacer unos estiramientos finales y tomar agua. Saludo a algunos vecinos y chicos con los que jugaba en mi infancia.
Llego a casa y antes de entrar saco las llaves para darme cuenta después que la puerta está abierta. Mi hogar es algo... Grande. Sí, esa es la palabra; somos tres para una muy grande. Creo que mis padres aún planean procrear pero me parece que se les está pasando el tiempo. En fin, la casa tiene un patio extenso por dentro con una piscina que nadie usa. Mis padres trabajan, yo estoy haciendo otras cosas. Y no sé nadar.
—¿Mamá? —alzo la voz, coloco mis llaves en la pequeña mesa de la entrada y cierro la puerta tras de mí.
—¡Aquí! —parece que está en el patio trasero.
Y en efecto, está ahí con un café en las manos sobre una silla reclinable, lleva unas gafas y un libro sobre su regazo.
—¿No crees que hace demasiado calor como para un café?
—Nunca es tarde para un café —asiente sin mirarme pero con una sonrisa en su rostro.
A veces pienso que mis gustos son los de mamá. Ambos adoramos el café, a cualquier hora del día y en cualquier presentación —helado, malteadas, pastel, dulces, etc—.
—¿Vas a salir con tus amigos, cariño?
¿Amigos?, ¿qué amigos?
—No lo creo, no tengo planes —me encojo de hombros—. Estaré en mi habitación por si me necesitas.
—Bien —da un sorbo a su café y luego agrega—: Tu regalo está sobre tu cama. Esperamos que te guste, cariño.
Asiento sabiendo que no puede verme. Entro de nuevo y subo las escaleras quitándome la playera. Hace calor y planeo darme un baño de nuevo. Apenas es medio día. ¿Y después qué haré? Es domingo. Puede que sea momento para limpiar mi habitación.
Entro y me encuentro con una caja de tamaño medio con un moño azul. ¿Ropa?, ¿un libro?, ¿zapatos?, ¿dinero?
Retiro el moño y abro la caja. Dentro hay otra caja, y dentro otra más, y otra. Después de cuatro cajas me quedo con una pequeña que contiene una tarjeta de débito —un regalo totalmente inesperado—, la examino un momento y suspiro. Ya era hora de tener dinero propio. Quiero creer que todos mis ahorros anteriormente guardados en la cuenta de mamá están ahora en mi tarjeta. Miro la caja en busca de algo más y lo encuentro: llaves.El pulso se me acelera. ¿Llaves? No son las llaves de la casa, obviamente. Llaves. Llaves. Llaves. Un auto. Un auto nuevo. Un auto para mí.
Pero, ¿en dónde?, ¿ví algún auto estacionado antes de entrar en casa? Corro escaleras abajo gritando.—¡Mamá! —escucho risas en el salón—, ¿qué significa esto?
Salgo de la casa haciendo caso omiso de mis padres abrazados en la sala con unas enormes sonrisas. No hay más que el auto rojo de mi madre y la camioneta de mi padre. ¿Qué significa esto?
—Tu madre y yo acordamos cederte el auto siempre y cuando seas cuidadoso —declara mi padre con voz suave pero imponente—. Demuéstrale que lo mereces y será totalmente tuyo, Ethan. Ya es hora de unas ruedas, ¿no crees?
—Tu padre te dará lecciones de manejo los fines de semana, después del desayuno —mamá toca mi hombro con cariño—, una vez que su evaluación sea más que aprobatoria, tendrás el auto.
Eso es lo único que necesitaba. Un auto, un objeto para poder salir más lejos de lo que mis pies podrían llevarme. Sólo debo aprender a conducirlo —hace años el abuelo me enseñó a conducir su viejo tractor en Cansas, no debe ser distinto por mucho, ¿o sí?—. Las cosas pueden ir a mejor siempre.
—Gracias —volteo a mirarlos y estoy seguro que puedo transmitir mi emoción a ambos—. Lo cuidaré mucho, lo prometo.
Continuará...
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Aquella chica invisible.
Teen FictionUna vez conocí a una chica. Era la chica más irritante del mundo. Iba conmigo a todas partes. Conocí a una chica, Katherine. Esa chica me sacaba de quicio. Sólo yo podía verla.