ENTEI

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El frío del bosque le calaba los huesos, a medida que se iba adentrando más y más. El sonido de sus pies hundiéndose en la nieve, o el crujir de las ramas ante el peso de la acumulación de la misma sobre ellas, le daba un toque místico y solitario. Uso sus brazos, cruzándolos encima de su cuerpo para cubrirse del viento helado que la empujaba hacia atrás, impidiéndole que pudiera moverse con facilidad.

La Pokeball en su cintura se sacudió ligeramente; Talonflame se encontraba preocupado por su entrenadora, pero esta investigación era más importante que otra cosa.

Las ruinas no quedaban muy lejos, pero a este paso, tardaría mucho para llegar.

—Bien...necesitaremos un lugar para dormir... —a través de sus gafas, pudo observar la cantidad de nubes negruzcas que comenzaban a llenar el cielo, y eso aumento su nerviosismo.

Agarro la cuarta Pokeball de su cinturón, liberando a su Ninetales de Alola. El zorro emitió un sonido alegre de encontrarse en un sitio repleto de frio, pero al ver el estado de su entrenadora, se posiciono a su lado, guiándola alrededor de la tormenta, en busca de un lugar seguro para pasar la noche.



—No sé qué hubiera hecho sin ti, Ninetales —aparto algunos trozos de nieve que se pegaron a su pelaje blancuzco, oyendo de fondo los aullidos que provoca el viento al filtrar por la cueva—. Da un poco de miedo este lugar, ¿no? —murmuro, acercándose a la fogata que había armado con la ayuda de su Talonflame.

El zorro le dio un último vistazo a su entrenadora, para después dirigirse a la entrada de la cueva, probablemente a hacer guardia (sumado a que no puede pasar mucho tiempo cerca del fuego).

(T/n) sonrió, relajándose de a poco, aunque sus sentidos estaban alertos en caso de que pudiera llegar a aparecer un Pokemon salvaje. La cueva era ideal para que quisieran resguardarse de una tormenta de nieve así.

Transcurrió media hora donde se quedó observando las brasas que consumían las ramas y el papel que recolecto para encenderlo, hasta que un gruñido proveniente del fondo de la cueva le hizo pegar un respingo. Ninetales estaba a su lado al instante, sus nueve colas alzadas con el pelaje del lomo erizado.

—¿Q-Que pasa? —con rapidez, busco la linterna dentro de su mochila, iluminando el sector oscuro de donde provenían los gruñidos— ¿Hola?

La mano que sostenía el aparato tembló al ver la figura de Entei, echado en el piso. Algunos Pokemones pequeños estaban acurrucados a su alrededor, usando la calidez que desprende su cuerpo, pero uno de ellos en específico soltó otro gruñido, que (T/n) ahora reconoció de dolor. Apenas hizo un movimiento, el poderoso Pokemon legendario entrecerró sus ojos, atento a cualquier cosa.

(T/n) solo le indico con la mano a su Ninetales para que se aparte, dado que todavía tenía una postura algo hostil (a pesar de que Entei podría ganarle fácilmente al ser tipo Fuego).

—Soy investigadora Pokemon, pero también tengo conocimiento médico para mis viajes —señalo al Pokemon herido—. Puedo ayudarlo, y para hacerlo debo acercarme, ¿crees dejarme?

Su única respuesta fue un gruñido leve, viendo como Entei tocaba con su hocico al pequeño Delibird.

La investigadora le hizo una seña a su Ninetales, a medida que se acercaba para inspeccionar a dicho Pokemon, y se puso manos a la obra.


—Con eso estarás mejor —dijo, terminando de vendar su pata herida—. Ten cuidado la próxima vez.

Con un suspiro, guardo el kit Pokemon en su mochila. Ya había anochecido, la tormenta no parecía calmarse, y se imaginó que estarían allí hasta la mañana del día siguiente. Mientras le daba algo de comer a su Ninetales, pudo sentir la mirada del pokemon legendario en su espalda.

El frío comenzaba a hacerse más notable, e incluso con el fuego de la fogata, parecía no poder encontrar el calor que necesitaba. Sus manos incluso se sentían algo entumecidas por ello. Su Pokemon dio unas leves lamidas en su mejilla, y (T/n) decidió, con una sonrisa, dejar que descanse en su Pokeball.

Transcurrieron minutos donde solo podía oír la respiración calma de los otros seres que dormían acurrucados en el pelaje de Entei, y le dio algo de envidia.

El enorme Pokemon emitió otro sonido, llamando su atención.

—¿Qué sucede, Entei? —se acercó, con la manta cubriendo su figura temblorosa. Pudo notar que los Pokemones le hicieron un espacio cerca del vientre, para que ella pudiera sentarse allí—. Eso me vendrá bien.

Algo nerviosa al estar tan cerca de un Pokemon que no todos pueden ver seguido, (T/n) se acurruco en ese hueco, pronto viéndose rodeada por los otros, que se aferraron a su figura y manta para concentrar calor. La acción le saco una sonrisa enternecida, acariciando a todos los que pudiera. Los Pokemon tenían esta enorme apatía y cariño que (T/n) deseaba que todo humano pudiera tener.

Entei era lo más similar a una cama, y la respiración del mismo la hizo caer en un profundo sueño, sabiendo que no tenía que preocuparse por nada.



A la mañana, (T/n) despertó cerca de la fogata (que alguien había vuelto a encender) junto con varias bayas frescas y semillas acumuladas en un montículo colorido. La tormenta había cesado, y la luz del sol ingresaba directamente a la cueva, llenando todo con su calidez.

Lejos, demasiado, creyó oír el eco del rugido de Entei.

Y mientras desayunaba (compartiendo los regalos con sus Pokemones) prometió que le contaría esta historia a su hija pequeña cuando regresará a casa. 

¡Yo te elijo! [Pokemon x Fem!Trainer]Where stories live. Discover now